La tragedia de Lope, El caballero de Olmedo, encuentra un paralelo con un motero del presente en esta propuesta protagonizada con brillantez por Juan Cañas

Muestra, ante todo, este espectáculo a un intérprete como Juan Cañas, que cautiva al público y que es capaz de cantar varias tonadillas a la guitarra, de recitar los versos de Lope sin solemnidad; pero con hondura lírica, de entreverar sus propias composiciones con las del guitarrista del XVII Luis de Briceño; y de moverse por el reducido espacio que ha pergeñado Juan Sebastián Domínguez, que tiene lo justo y necesario como para que nos situemos imaginariamente en ese camino aciago entre aquellos pueblos vallisoletanos: Medina del Campo y Olmedo. Sin descontar, por supuesto, una iluminación que propicia en la noche la sensación de fantasmagoría entre la niebla que inunda todo. Ya me parecería suficiente que la propuesta solo se hubiera centrado en la obra clásica; pues observar a un bululú reconfigurar cada escena posee una gran concisión.
Desde luego, reinventar el cogollo del acto II como un entremés le aporta un tono de comicidad sobresaliente a esta tragedia. Nuestro protagonista, con apenas un gesto y una mantilla (explicado en la descripción del dramatis personae) se encarna en don Pedro, en la hija doña Inés, cuando esta finge que quiere ser monja; en el criado Tello y hasta en la alcahueta Fabia. Esta inclusión ofrece otro cariz, implica una variación sobre el esquema establecido muy reseñable para una función repleta de ritmo, excesivo diría. Y es que Julieta Soria (autora también, dentro de Estival Producciones, de Amor, amor, catástrofe), con buena intención y, seguramente, buscando la atención de un público más joven, ha incluido a otro caballero en paralelo, a un motero actual que realiza igualmente ese recorrido entre los dos pueblos castellanos. Con él, Juan Cañas tiene que ponerse en modo espídico, mientras remarca cada kilómetro de la carretera, y se estresa —más parece que la ansiedad generalizada lo apabulla, pues su vida es un trajín imparable en el taller— con una sombra que lo persigue; aunque no parece que se ahonde en algo más existencial. Resuena la música electrónica que se expande de discotecas y garitos de la zona, donde las rencillas de los muchachos son habituales y cuando menos prende la mecha. Esta parte no me termina de convencer; porque el argumento queda más deslavazado y da la impresión de que se pretende más consignar un carácter que concretar una trama. También posee esta otra especie de interludio —como afirmaba, con pretensiones de conexión con los espectadores de nuestros institutos—, donde se avanza a través de personajes de cómics, como en un videojuego, que bien podría anunciar una versión de El caballero de Olmedo en completa sintonía con los lenguajes presentes.
Se percibe en todo el montaje el buen hacer de la directora Ainhoa Amestoy, pues se requiere marcar con mucha precisión, en ese cuadrilátero tan escueto, cada una de las posiciones en el itinerario que perfila el actor. Puesto que el espectador quedará atrapado permanentemente, ya que a cada paso se cambia la dirección para acentuar un verso, para que las castañuelas simulen los cascos del caballo, para que nos enteremos de que un tal don Rodrigo es el pretendiente de doña Inés y que aquel tiene la ayuda de don Fernando, y que la envidia que produce don Alonso es insoportable, ya que alguien de fuera, un tipo, además, habilidoso en los festejos taurinos, viene a llevarse a una de las damas más señeras de la localidad.
Probablemente se espere del respetable una voluntariedad para completar el entramado, pues el contenido es bien célebre (o debería serlo). Por esta razón, desde las butacas debemos rehilar todos los pedazos y hallar estas nuevas significancias que se nos plantean para nuestra contemporaneidad. De todas formas, es Juan Cañas quien supone el mayor atractivo.
Basada en El caballero de Olmedo de Lope de Vega
Texto: Julieta Soria
Dirección: Ainhoa Amestoy
Reparto: Juan Cañas
Escenografía y vestuario: Juan Sebastián Domínguez
Iluminación: Estival Producciones y Juan Sebastián Domínguez
Música y espacio sonoro: Juan Cañas (música en directo), sobre composiciones de Juan Cañas y Luis de Briceño
Dirección técnica e iluminación: José Miguel Hueso
Técnico de sonido: Ángel Colomé
Producción técnica: Rotor Media
Asesoría técnica: Otto
Realización de decorado: BalaNs Creations
Realización de vestuario: Cornejo y Sol Curiel
Fotografía y vídeo: Carmen Ballvé y Posovisual
Diseño gráfico: Marta Ruifernández, TheRuifer brand
Ayudantía de dirección: Giuseppe Orrù
Auxiliares de producción: Carlos Andrés Pulido
Producción: Alejandro de Juanes y Ainhoa Amestoy. Estival Producciones.
Teatro Fernán Gómez (Madrid)
Hasta el 21 de mayo de 2023
Calificación: ♦♦♦
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