Macbeth

Gerardo Vera nos deja una mirada aciaga y oscura de esta tragedia shakesperiana en un espectáculo apabullante

Macbeth - Foto de Luz Soria
Foto de Luz Soria

Llevar a escena una de las tragedias más completas y célebres de Shakespeare es repetirse ineludiblemente. ¿Cómo traerla a nuestros días sin que se acartone con los remedos del pasado? Pues abordándola con una proyección estética que nos sugiera todo ese abordaje de pasiones que enfrentan la codicia y el tormento moral. Antes de morir en septiembre, Gerardo Vera dejó todas sus ideas en marcha y, a la postre, ha consguido abandonarnos por la puerta grande. Su Macbeth, al igual que muchos de sus proyectos, quedarán en nuestro recuerdo; sus enseñanzas forman parte del acervo personal de aquellos que ahora toman su relevo. Estoy seguro de que Alfredo Sanzol ha hecho un grandísimo trabajo y que José Luis Collado, quien ha perfilado una versión tan medida en el tiempo, como clara en la palabra (los versos fluyen sin angosturas arcaizantes); pero pensemos que el espíritu de Vera y sus intenciones son las que han fraguado en el escenario. Y en este montaje, destaca con una potencia sin paragón la escenografía apabullante de Alejandro Andújar, unas colecciones de lamas gigantes, como si nos situáramos a la sombra de un bajel que sube y baja avanzando hacia la platea. Esta estructura magna y sanguinolenta delimita un espacio sorpresivo y límpido; mientras las videoescenas de Álvaro Luna ralentizan las heridas y el dolor de los grandes protagonistas. La impresión que nos crean es auténticamente aterradora. Y a todo ello contribuye una de las mejores bandas sonoras que se han podido escuchar en los últimos tiempos en el teatro. Alberto Granados Reguilón ha compuesto una música que magnifica la épica y que, a la vez, nos lanza a un mundo posapocalíptico repleto de bases electrónicas que incitan a la batalla. Desde luego, estos aspectos estéticos funcionan excelentemente gracias, también, a la iluminación de Juan Gómez-Cornejo; esencialmente, en la primera mitad, cuando la oscuridad es preponderante. Un disfrute para los sentidos. Poner a Carlos Hipólito de Macbeth era un riesgo; porque resulta demasiado mayor para representar a un guerrero capaz de enfrentarse en el cuerpo a cuerpo con tipos muchos más jóvenes. En este aspecto, chirrían un poco las luchas a espada; aunque se resuelvan con buen hacer y credibilidad. En los soliloquios o en los diálogos con su esposa, el actor configura un papel cargado de ambigüedad, que deambula entre la pesadumbre timorata y una impulsividad contrahecha. Macbeth es un rey envenenado por los augurios y por una cónyuge ahíta de vesania. Por su parte, Marta Poveda está, nuevamente, inconmensurable. Es una actriz adiestrada en el clásico que logra cotas soberbias; cuando se expresa con altivez y expele toda su inquina, se convierte en la verdadera protagonista, en la ambición embravecida que se encarna para impulsar la trama. En esta adaptación, las brujas se han sustituido muy acertadamente por una Mujer oscura, que Mapi Sagaseta acoge con esa emulsión carnavalesca de sus atuendos coloridos. Contraste con el resto del vestuario del elenco, que tiende a cierta sencillez contemporánea, en tonos generalmente verdosos y pardos y negruzcos; y que potencian la asepsia abisal. Todo en el recorrido de ascenso y caída está punteado por el latido humano del arrepentimiento. La maldad se resiste a ser completa. Cada acto homicida posee un rastro de amargura, hasta que ya solo queda jugársela. Como se sabe, Macbeth, en muy poco espacio de tiempo, tiene la oportunidad de obtener nuevos galones, primero como barón de Cawdor y, después, como rey. Para esto último, se tendrá que quitar de encima a Duncan, quien ostenta el máximo poder de Escocia. Chema Ruiz se mueve con apostura, con más empaque, incluso, que su sucesor. La gran instigadora del homicidio desencadenará una serie de gestos y de sospechas en ese mundo de lealtades interpuestas. De ahí que nobles como Ross (un Markos Marín, algo hipócrita) o Lennox (un Borja Luna, agresivo y sibilino) tengan que estar muy atentos a los devaneos de su nuevo señor. De todas formas, al igual que ocurría en las grandes tragedias sofocleas, como Edipo Rey (no faltan concomitancias estéticas con el montaje que realizó Sanzol hará unos años; cuando se celebra la última cena, aquella en la Macbeth cree ver el fantasma de Banquo), cada presagio oracular es una etapa que cumplir. Por eso el propio Banquo debe ser asesinado, para que sus hijos no se postulen como herederos al trono. Este gran rival está encarnado por el corpachón de Jorge Kent, y alcanza ese modo tan suyo de tipo bravo y, a la vez, con una pátina de grandeza y bondad. En la pendiente de la aniquilación, la siguiente fase nos debe revelar al hombre que no «haya nacido de mujer»; mientras «avanza» el bosque de Birnam. En este magnífica función, sí que se le echa un poco en falta que la tensión de las últimas escenas mantenga la fuerza de lo anterior. Hablamos de buenos actores; pero el impacto escenográfico y musical, y las interpretaciones de Hipólito y Poveda se pierden algo al final. Macduff, un Agus Ruiz que va ganando entereza y que maneja con pericia la espada, se inmiscuye en los azares del destino; para que Malcom suba al trono, y resarza a su padre, Duncan. Álvaro Quintana, con su juventud y su discurso tan sincero como pragmático, deja un poso en esta obra de rancia esperanza. Porque los Macbeth, sobre todo ella, nos han dejado ese trago acibarado de depravación que justamente les ha hecho sucumbir. Gerardo Vera nos ha dejado para siempre. Su último proyecto nos deja un gran sabor de boca.

Macbeth

Autor: William Shakespeare

Versión: José Luis Collado

Diseño de puesta en escena: Gerardo Vera

Dirección: Alfredo Sanzol

Reparto: Alejandro Chaparro, Carlos Hipólito, Jorge Kent, Fran Leal, Borja Luna, Markos Marín, Marta Poveda, Álvaro Quintana, Agus Ruiz, Chema Ruiz, Fernando Sainz de la Maza y Mapi Sagaseta

Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar

Iluminación: Juan Gómez-Cornejo

Videoescena: Álvaro Luna

Música y espacio sonoro: Alberto Granados Reguilón

Caracterización: Sara Álvarez

Lucha escénica: Kike Inchausti

Proyección de niño Macbeth: Alan Miranda

Ayudantes de dirección: José Luis Collado y José Luis Arellano

Ayudante de escenografía: María Albadalejo

Ayudante de vestuario: Sandra Espinosa

Ayudante de iluminación: Ion Anibal

Ayudante de videoescena: Elvira Ruiz Zurita

Auxiliar de escenografía y vestuario: Lola Rosales

Fotos: Luz Soria

Diseño cartel: Equipo SOPA

Tráiler: Bárbara Sánchez Palomero

Producción: Centro Dramático Nacional

Teatro María Guerrero (Madrid)

Hasta el 17 de enero de 2021

Calificación: ♦♦♦♦

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5 comentarios en “Macbeth

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