Delicuescente Eva

Javier Lara cierra su trilogía con una obra alegórica y autoficcional que lo enfrenta a su hermana en un duelo catártico

Cuando uno empieza a zambullirse en la aprehensión de ese bosque umbroso donde se dirimen los pecados originales; un cierto caos se ha aposentado sobre la función y los posibles ventanos de claridad se van cerrando hasta dejar epitafios sobrevolando que reducen el posible argumento a un amasijo de vehículo accidentado. Javier Lara es otro representante de la autoficción española (otro más) y con esta obra cierra una trilogía titulada Lo propio. La primera pieza fue Mi pasado en B (desgraciadamente me la perdí) y la segunda Scratch, que abordaba de manera extraordinaria la caída al infierno del hermano. Delicuescente Eva habla de la tradición, de la cultura, de los códigos familiares y, en definitiva, de esa educación que recibimos en casa y en la escuela, y que nos determina y que nos empasta con un país que, a su vez, regurgita y retroalimenta el espíritu y la sustancia de esa formación. Dos hermanos se encuentran en un bosque, sostienen sendas linternas como si fueran dos detectives privados a punto de emprender una investigación. ¿Un accidente de automóvil? Él apareció en llamas. Nos hemos adentrado en un sueño, en una alegoría, en la búsqueda de una génesis. Natalia Huarte, quien se mueve por la escena como si una embriagadora comodidad la sostuviera, es un personaje metamórfico, etéreo, una serpiente andrógina que juguetea con las manzanas en aquel edén demoniaco. ¿Cómo se ha llegado hasta ahí? A través de la imposición y de una violencia aceptada con la normalidad que podría adoptar un animal que debe ser domesticado. Javier Lara discurre por la equívoca senda de la verosimilitud y la ficcionalización de sus experiencias personales, de un sufrimiento agónico, de una molestia interna al acercarnos a un padre tan duro como corriente en cierto tiempo. Hay que reconocer que a veces el discurso se vuelve algo estereotipado, parece que todos los padres han sido tremendamente autoritarios y que han ejercido la violencia a cada instante. Está claro que cada uno tendrá una visión; pero lo que se cuenta parece de una época más pretérita. Sea como sea en este montaje la agresividad no se obvia y, en diferentes momentos, algunos tortazos son tan sonoros como el silencio herido que provocan. Aunque, curiosamente, se sobreponen al momento; como si no fuera para tanto, como si no se hubiera traspasado una línea roja incuestionable. María Morales, con su acostumbrada seriedad y compostura, se encarna en Eva, la hermana, una mujer que ha realizado un camino distinto, alguien que ha logrado aplacar esa aspereza de la infancia para reconducirla hacia el magisterio. Huarte se convierte en la maestra navarra, un dechado de normas y respuestas sibilinas, un individuo capaz de atemperar los ánimos de una niña inquieta. El humor hace acto de presencia entre la caricatura de los acentos. Igualmente ocurre cuando se recrean escenas hogareñas, con los padres en Navidad, con el deje cordobés abalanzando el terruño con una energía insensata. Las directrices de ese hombre parecen tan fundadas en la verdad revelada que no puede concebirse la más mínima duda. Hacer lo que hay que hacer. Lo que funcionan son los palos. En ese entorno bíblico, el sentido religioso de la vida redunda en un calvinismo asfixiante. Pecadores transmitiendo el pecado a sus hijos. Pecado imborrable como una pena infinita. La esperanza se aplaca. Las cosas son como son. Se escucha una de los argumentos más clarividentes de la obra: los padres están destinados al fracaso con sus hijos, solo estos últimos viven en la novedad del presente que a aquellos se les escapa. Las fórmulas del pasado se vuelven inanes en la actualidad. Ante todo, el espectáculo nos engancha por las pulsiones que se concitan entre los árboles. La vibración de unos actores furiosos, eróticos (sus cuerpos desnudos en el descubrimiento de su nacer lucirían más atractivos sin los torpes cables y baterías del micrófono) y estupefactos que deambulan bajo el sonido atmosférico que José Pablo Polo va creando desde su mesa de mezclas. Porque, además, Paola de Diego ha diseñado un bosquecillo abrupto que se mete hasta la primera fila de las butacas, que oculta un váter como si fuera una escotilla escatológica. La iluminación de Iñigo Rodríguez-Claro y Álvaro Guisado Garavito es propicia e incide en lo nebuloso. En otro orden de cosas, creo que también es necesario concretar que algunas fases de esta propuesta rompen con la atmósfera generada. Por un lado, ese empeño tan habitual en las obras de autoficción que consiste en atravesar la cuarta pared, en anular la ficción y en hablarnos de tú a tú desvaneciendo la magia dramática. Por otra parte, la escena-picnic donde una tormenta de ideas pretende auscultar la educación de manera festiva, ofreciendo soluciones aquí y allá, con medidas sensatas e ingenuas a partes iguales. Estos ejemplos, de alguna manera, señalan un agotamiento de la trama, como si no encontrara una vertebración más significativa una vez se han esbozado las líneas de enfrentamiento. En general, Carlota Gaviño dirige con gran solvencia sobredimensionando los espacios de esta Delicuescente Eva, la cual funciona como metáfora de la transformación vital, como una disolución acuosa; y nos seduce en su proceso catártico.

Delicuescente Eva

Autor: Javier Lara

Directora: Carlota Gaviño

Reparto: Natalia Huarte, Javier Lara y María Morales

Espacio escénico y vestuario: Paola de Diego

Iluminación: Iñigo Rodríguez-Claro y Álvaro Guisado Garavito

Composición original y música en directo: José Pablo Polo

Asesoría artística: Iara Solano y Carlos Aladro

Asesoría de movimiento: Lucas Condró

Lucha escénica: Mon Ceballos

Gráfica y audiovisuales: La Dalia Negra

Ayudante de dirección: Pablo Rosal

Estudiante en prácticas de escenografía y vestuario: Guillermo Felipe Señaris

Coordinador de producción: Lorenzo Pappagallo [XperTeatro]

Una producción de Compañía de Babel, Grumelot y Teatro de La Abadía

Teatro de La Abadía (Madrid)

Hasta el 5 de abril de 2020

Calificación: ♦♦♦

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