Llega a Madrid la versión de la exitosa obra de El cojo de Inishmaan
La tragicomedia de Martin McDonagh que Gerardo Vera trae al Teatro Español se vertebra mediante una capa de humor cáustico que sirve de parapeto a los habitantes de Inishmann. Las exageraciones caricaturescas llevadas al límite de la crueldad, la colección de coletillas, de motes, de comparaciones odiosas, de sinceridad hiriente esconden la dureza de una tierra de la que da buena cuenta el famoso realizador Robert J. Flaherty (conocido por su cinta Nanuk, el esquimal) en un documental que pretende rodar en las islas de Arán. La aridez del terreno, la humedad y el viento, la dureza, en general, de ese clima contrasta con las vidas aparentemente simples de los personajes de El cojo de Inishmann; más, incluso, si la escenografía peca de austera. Por eso, quizás, no seamos muy conscientes del modo de vida de aquellos individuos que no paran de tirarse los trastos a la cabeza y que acaban siendo gentes entrañables, para un lugar demasiado agreste. En el documental de Flaherty, Hombres de Arán —del que podemos ver un fragmento del final en la propia representación—, observamos los modos de supervivencia de los irlandeses de 1934, la manera que tienen de enfrentarse a un mar ingrato y embravecido. Dentro de su método de supervivencia, está ese sentido del humor: negro, pero a la vez infantil, taponador de carencias, de miedos, de incertidumbres y de cierta minusvaloración de lo que son aquellas gentes. De ahí que se quieran autoafirmar cada uno de ellos con aquella frase de: «Irlanda no debe estar tan mal si…» a la que le añaden un visitante francés, la llegada del documentalista y otras tantas virtudes de su tierra querida. La versión de José Luis Collado consigue trasladar con generosidad al castellano cada uno de los exabruptos, dichos y chistes para que en ningún momento chirríen las interpretaciones de un elenco donde los más jóvenes poseen un empaque envidiable. Empezando por Irene Escolar que se mueve con soltura por todo el escenario, como una pizpireta con lengua viperina empeñada en romper huevos (todo un símbolo de su incapacidad para madurar). Luego, Adam Jezierski nos regala la gracia de un muchacho tontorrón adicto a los caramelos y obsesionado con la adquisición de un telescopio (todo un símbolo de su curiosidad sin salir de su pueblo). Finalmente, Ferran Vilajosana es Billy el Cojo, el gran protagonista, el tullido, el enfermo, el huérfano siempre acompañado de sus libros (todo un símbolo de sus ansias por escapar, como así lo intenta), aficionado a observar la quietud de las vacas. Esta presencia tan preponderante de los muchachos da un toque excesivamente juvenil a una obra que trabaja en el fondo con unas historias amargas, llenas de desencanto. Historias que tratan del misterioso pasado de Billy, de sus padres y de por qué vive con sus tías: Kate y Eileen, interpretadas por Marisa Paredes y Terele Pávez en un tono de complicidad extraordinario. El cojo de Inishmaan es un texto que no debe quedar eclipsado por el lenguaje y el humor tan abusivo; es una obra con múltiples lecturas. Por eso merece la pena.
El cojo de Inishmaan
Autor: Martin McDonagh
Versión y traducción: José Luis Collado
Dirección: Gerardo Vera
Reparto: Marisa Paredes, Terele Pávez, Enric Benavent, Ferran Vilajosana, Adam Jezierski, Irene Escolar, Marcial Álvarez, Ricardo Joven y Teresa Lozano
Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Música original: Luis Delgado (con la colaboración de Garret Wall)
Vídeoescena: Álvaro Luna
Jefe técnico: David Hortelano
Ayudante de dirección: José Luis Arellano
Jefe de producción: Jair Souza-Ferreira
Prensa: José Luis Collado
Fotografía y diseño: Javier Naval
Construcción decorado: Odeon Decorados
Realización vestuario: Ángel Domingo
Producción ejecutiva: Víctor Fernández Guerra
Producción Teatro Español y Grey Garden
Teatro Español (Madrid)
Hasta el 26 de enero de 2014
Calificación: ♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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