Israel Elejalde dirige la obra del francés Jean-Luc Lagarce, una pieza autobiográfica sobre la muerte de su joven protagonista

No tuvo buenas críticas la versión cinematográfica de esta obra del francés Jean-Luc Lagarce que realizó Xavier Dolan. En muchas ocasiones, en las obras teatrales, las elipsis se nos antojan absolutamente necesarias; porque muchos escritores tienden a remarcar y a explicar lo que sencillamente se debe mostrar. Esta es la clave. Pero también se dan situaciones, y creo que esta es una de ellas, en las que el exceso de elipsis genera un cortocircuito con el espectador. Cuando el conflicto familiar se sitúa en el centro, uno espera la explosión de sinceridad que provoque la catarsis en el público. Quien más y quien menos arrastra rencillas de cierta enjundia. Sin embargo, en Tan solo el fin del mundo no está la furia de aquel Agosto de Tracy Letts, tampoco, como pasa en el Teatro Español, hay una octogenaria Espert fustigando a hijas y nietas. Sigue leyendo




Creo que este montaje hay que observarlo desde una perspectiva más simbólica que naturalista, que el mérito de Eduardo Galán está en darle más hondura a una novela que puede parecernos demasiado anticuada, algo ingenua y hasta risible, como así ha provocado la gente de campo de antaño por su aparente simpleza al hablar (ese tópico que ha durado tanto en nuestro país y que tiene al garrulo como epítome). Algo de esta comicidad tenía la propuesta que protagonizó Manuel Galiana allá por el 2002, que reponía la que había liderado José Sacristán con anterioridad. 

