Javier Ballesteros escribe y dirige una obra repleta de ironía y de verso sobre el deseo de ser madre, dentro del ciclo Sala Joven del Teatro Quique San Francisco
Aunque la ambientación que se pretende nos deba aproximar a las termas romanas destinadas en exclusiva para mujeres o a los actuales spas que se reparten por Europa, la flauta que toca Isabel Arranz nos traslada imaginariamente al sonido del shakuhachi tan propio de algunas películas japonesas de la época dorada. También, por momentos, posee ese aire taciturno de Yasujiro Ozu. No obstante, la ironía vuelve a ser preponderante; porque los dramaturgos de nuestro tiempo parecen incapaces de acometer los temas directamente y precisan esa salvaguarda humorística para que el respetable se ablande, y no resople ante lo sentencioso. Aquí la comicidad es brillante y se enhebra en verso desde el principio hasta el final, lo que implica un humor negro eficaz. Por lo tanto, nos podemos divertir mientras se exponen los temas trascendentales como la autoexigencia de ser madre. Sigue leyendo