La versión de Los caciques que se presenta en el Teatro María Guerrero se muestra falta de ritmo

Es muy difícil presentar el teatro de éxito popular de los años veinte y treinta al público actual, precisamente porque ese teatro se basa en el gusto concreto de una masa de espectadores. Las exigencias y capacidades de aquellos que ocupan las butacas en cada función han aumentado o, más bien, quienes acuden a las salas pertenecen, en general, a un grupo sociocultural distinto. Hoy, el espectador de ese teatro popular, está en el cine. Se ha querido presentar una versión de Los caciques, de Arniches, más moderna, ágil y estetizada. Se han anulado algunas escenas, se ha cambiado el lenguaje vulgar y pueblerino por uno más sibilino y urbano, y han desparecido bastantes personajes; sin embargo, la trama permanece apenas alterada. Se espera la llegada de un inspector de hacienda (como aquella obra de Gógol en la cual se inspira, y que Miguel del Arco llevó a escena hace pocos años con una versión muy inteligente), y el alcalde del pueblo, un corrupto rodeado de untados adláteres, prepara todo para embaucarle con mentiras, pero antes se presentan, por casualidad, dos truhanes en busca de la sobrina del mismísimo regidor. Sigue leyendo







En España, la sombra de Buñuel no es alargada; sin haber sido olvidado, no es, desde luego, un referente del cine patrio. Seguramente pueda considerarse el mejor cineasta español de todos los tiempos. La balsa de Medusa lleva a las tablas el film del aragonés El ángel exterminador. Una de esas películas cumbre del surrealismo con altas dosis de crítica social. El conocido argumento es sumamente sencillo: un grupo de burgueses se dispone a cenar pero el servicio de catering, en el último instante, comunica que no podrá realizar el encargo. Sin apenas comida, los invitados se ven envueltos en una situación inexplicable: no pueden salir de la estancia en la que se encuentran, aunque nada parece impedírselo.