El minuto del payaso

Luis Bermejo en su, quizás, mejor actuación: un monólogo sobre las vivencias de un clown en horas bajas

el-minuto-del-payaso-18829La abundancia de monólogos en las salas de teatro, justificados más por cuestiones económicas que por razones artísticas, te lleva a un punto en el que inevitablemente comparas y te das cuenta de que la desembocadura es la parálisis. Los actores nos cuentan, más que representar, una historia, un relato, unas veces envueltos en una escenografía espectacular, otras, directamente abrigados con la intemperie. Pero desde el punto de vista de la creación dramática, la repetición de esquemas es una constante. Esto no quita para que se pueda disfrutar, para que uno pueda quedar cautivado por la historia que le cuentan, aunque del teatro uno espera mucho más, como arte que es. El minuto del payaso es comandado por un actor al que los directores tanto de cine como de teatro han encasillado en el personaje tristón, endeble y taciturno. La temporada anterior lo disfrutamos en Jugadores y nos inspiró su interpretación en Magical Girl. Pero en esta obra, al menos, enfundado con esa nariz roja y una peluca extravagante, se permite un destape que nos descubre otras facetas interpretativas de Bermejo. Se percibe todo un pulimiento de los detalles después de tantas funciones, una integración natural de los tics y gestos que ha construido para este papel que, sin duda, lo hace brillar. Un payaso maduro se adentra en un camerino a la espera de que llegue su turno. Mientras, de fondo, se escuchan las presentaciones en italiano de cada uno de los artistas del circo. Amaro Junior se va transformando en ese ser dispuesto a hacer sonreír hasta a los muertos. Su pasado no tarda en hacerse presente. El recuerdo de sus inicios, más interesado por los elefantes que por recibir tortazos. El resentimiento hacia su padre, un hombre que impuso el oficio familiar a su hijo, como no podía ser de otra manera. Estas anécdotas vitales nos arrastran de nuevo a ese tópico del payaso melancólico y solitario, aunque sin llegar, ni mucho menos, al de asesino en serie. Uno de los aspectos más interesantes del texto escrito por José Ramón Fernández es la embaucadora transición entre el relato en sí y el momento en el que definitivamente actúa para nosotros transformado ya en payaso y, además, cómo integra en su alocución las referencias que ha ido amasando a lo largo de los minutos; desde indirectas hechas al público, a la remisión a otros asistentes inventados, pasando por los constantes movimientos de calentamiento o gestos más propios de un chiflado. Luego está el asunto subjetivo acerca del humor, de si nos hace gracia, de si la risa es sincera. La mayoría de los payasos apela a lo primitivo, a la sorpresa que siente un bebé, un niño, a la risa más instantánea y paradójica proveniente de los golpes, de la escatología, del ridículo, de lo más simple y muchas veces absurdo. Es un humor que nos libera de ciertas ataduras y no exige la comprensión de un chiste muy sesudo o de una compleja red de implicaturas lingüísticas y semánticas. A mucha gente todo esto le hace disfrutar enormemente (entre los que me encuentro). Ver a un hombre repitiendo y repitiendo gags, palabras en diferentes tonos, gestos exagerados, en una especie de galopante animalización; como afirma en la propia obra, te puede salvar la vida. Lo profundo es reflexionar por qué nos vemos riendo de una caída como si fuéramos niños. Es una lástima que esta obra decaiga en el final a través de un desvelo. Teníamos a un personaje lo suficientemente atractivo y estrafalario como para lanzarlo hasta el final. Sin embargo, el dramaturgo opta por el discurso naif repleto de moralina con un Bermejo despojado de su papel. El público se carcajeó en varias ocasiones y aplaudió al protagonista con efusividad. El minuto del payaso ofrece las virtudes interpretativas de un actor sobresaliente en su, quizás, mejor actuación. Esto puede ser suficiente para que nos quedemos «pa-pa-panchos».

El minuto del payaso

Autor: José Ramón Fernández

Dirección: Fernando Soto

Reparto: Luis Bermejo

Vestuario y escenografía: Monica Boromello

Iluminación: Eduardo Vizuete

Selección musical: Fernando Soto

Producción: Teatro El Zurdo

Teatro Español – Sala Margarita Xirgu (Madrid)

Hasta el 11 de octubre

Calificación: ♦♦♦

Texto publicado originalmente en El Pulso.

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