Casa

Lucía Miranda continúa su experimentación con el teatro documental verbatim para abordar caleidoscópicamente nuestra relación actual con el acceso a la vivienda

Casa - Foto de Javi Burgos
Foto de Javi Burgos

Ya que en los últimos años hemos asistido a varios proyectos basados en el teatro documental verbatim, podríamos distinguir un procedimiento más estricto y otro más entreverado por la dramaturgia. Al primero correspondería Port Arthur, obra que recrea milimétricamente el interrogatorio de un asesino; mientras que al segundo se ajustaría Lucía Miranda con Fiesta, fiesta, fiesta, donde trataba los conflictos de la chavalería en los institutos, y la propuesta que ahora nos compete. La dramaturga se impone toda la parafernalia investigadora, muy propia del periodismo, para recabar testimonios que trasladará tal cual a la escena. Esto es un truco, evidentemente, como bien sabe cualquier periodista, publicista o marrullero profesional. Sigue leyendo

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Cluster

La Sala Exlímite se convierte en un acogedor bar, donde discurren las biografías autoficcionadas de ocho magníficos intérpretes

Foto de Luz Soria

Creo que llegados a este momento es necesario hacer una salvedad, pues la autoficción aparece abusivamente en los escenarios de nuestro país en los últimos tiempos. Y es un estilo que se aprovecha, en ocasiones, para el egocentrismo (véase El bramido de Düsseldorf, de Sergio Blanco), para acotar el teatro documento (véase Curva España, de los Chévere), para tratar la muerte (véase Un país sin descubrir de cuyos confines no regresa ningún viajero, de Rigola). Pero si nos aproximamos más a la cuestión generacional que nos compete, entonces encontramos referencias inequívocas como Catástrofe, de Antonio Rojano, Hoy puede ser mi gran noche, de Teatro en Vilo o Hacer el amor, donde aparece la propia Ángela Boix. O, todavía más, la que debemos tener como gran modelo: Los Remedios, que es producción de la Compañía Exlímite y que se podrá ver (deben verla) el próximo mes de marzo en el Teatro María Guerrero. Es significativo de esta obra, que posea un contexto tan claro, el barrio; pero también una época, una ciudad, un país, unas clases sociales. Todas estas cuestiones resultan esenciales para desarrollar un proyecto crítico y limitante, un enjuiciamiento de culpas y de responsabilidades, un acto de ironía e, incluso, sátira de un tiempo sobrevenido para una juventud que debe zafarse de toda una serie de atribuciones y de exigencias. Bien, pues todo esto es lo que falta —y se echa de menos—, en Cluster. Recordemos que la autoficción juega de manera extrema al hiperrealismo, a cierto objetivismo inequívoco, a documentar con insistencia aspectos vitales genuinos, verdaderos, personales, etcétera. Sigue leyendo

Fiesta, fiesta, fiesta

Lucía Miranda nos sumerge en esta recreación fiel sobre la convivencia de un grupo de chavales desfavorecidos en un instituto público

¿A quién va dedicado este espectáculo? Pues a todo el mundo; pero menos a esos adolescentes de los institutos públicos que ciertamente sí se sentirán reflejados y sí comprenderán lo que se cuenta; aunque no les sorprenderá demasiado. Muy distinta será la experiencia de todos aquellos adultos que no estén al tanto de cómo andan las aulas de nuestra España en los últimos años. Las familias de aquellos infantes que acuden a los colegios concertados (los otros públicos, pero un poquitín menos accesibles para todo quisque) y a los privados, descubrirán que aquellos muchachos de colores que a veces se cruzan por la calle también están escolarizados. Aunque es algo bien sabido para cualquiera que acepte informarse; el montaje, que se basa en un caso real y, a la vez, paradigmático, demuestra cómo se segrega en la educación española, cómo se concentra al alumno inmigrante y al desfavorecido socioeconómicamente en los mismos centros (véase el siguiente artículo). Sigue leyendo

Our town

Llega el clásico de Thornton Wilder interpretado coralmente con los mínimos elementos

Our town - FotoEl texto con el que ganó el Pulitzer en 1939 Thornton Wilder huele a la inocencia ingenua; es una especie de reclamo pre-contemporáneo repleto de bucolismo, antes de que tuviéramos que convivir con máquinas inteligentes y con los mecanismos de la mercadotecnia dispuestos a vender hasta nuestras mismas emociones. En la órbita de Frank Capra, en el despojo esencial de los vicios y de las virtudes, asistimos a la vida cotidiana de Grover´s Corner, un pequeño pueblo del este de los Estados Unidos, a principios del siglo XX. Gente normal y corriente materializando un tiempo que se escapa —mucho más lentamente que ahora— en la inconsciencia de la mortalidad. Una historia básica del ser humano, concreta y general, puntual y anodina, pero cargada de los resortes que se disparan cuando ya todo es demasiado tarde. Sigue leyendo