Viaje hasta el límite

La obra teatral del novelista Luis Martín-Santos, influida por el realismo estadounidense, sube al escenario del Teatro Español

Foto de Javier Naval

Es habitual recalcar de las obras narrativas o dramáticas algo así como que «el menos es más». En cuántas podemos detectar que sobra aquí o allá a causa de las reticencias del autor a desprenderse de algo que le ha costado tanto escribir. Sin embargo, para el caso que nos compete, ocurre totalmente lo contrario. ¿Cuánto le faltaría a Viaje hasta el límite para que los cambios no fueran tan abruptos? Es difícil hacerse una idea, pero pongamos tres cuartos de hora para que las tretas y los tratos se maduren, y para que los amores intempestivos no parezcan éxtasis de adolescentes. Por esto, esencialmente, el texto teatral de Luis Martín-Santos no es buena, ya que, como veremos, los personajes no tienen ocasión de redondearse como se requeriría. Sigue leyendo

Historia de una escalera

Helena Pimenta devuelve este clásico de Buero Vallejo al Teatro Español en una propuesta de atmósfera genuina

Inmejorable. Precisa. Como debe ser. Helena Pimenta nos ha entregado una representación de Historia de una escalera, con la pátina lumínica y escenográfica que hoy se puede permitir el Teatro Español. Y no solo eso, la dirección de los actores resulta formidable. Modular los gritos, los movimientos para sean ajustados, y hasta lograr que la interpretación del niño sea profesional y sin complacencias (algo enormemente difícil). Es que no se puede poner ninguna penga a esta propuesta. Y eso que la versión de 2003 firmada por Pérez de la Fuente era ya toda una referencia. Volvemos, entonces, al Buero primerizo; aunque el autor ha tenido distintos reconocimientos en los últimos años con El sueño de la razón o El concierto de san Ovidio (si nos fijamos en los proyectos más completos). Sigue leyendo

La gaviota

Chela De Ferrari ha creado una versión impetuosa del clásico chejoviano con la participación de actores invidentes

La gaviota - Foto Bárbara Sánchez Palomero
Foto de Bárbara Sánchez Palomero

Junto con el Tío Vania, La gaviota se ha asentado como el clásico de la época contemporánea hiperexplotado en los últimos tiempos (y lo que queda de temporada). Eso sí, hemos asistidos a planteamientos verdaderamente peculiares. Simplemente recordemos tres: el de Oskaras Korsunovas, el de Rigola y el de Cyril Teste. Ahora, Chela De Ferrari propone un atrevido juego de espejos donde la invidencia y la visión se conjugan para destinarnos a un esfuerzo generoso de imaginación. Sigue leyendo

La francesa Laura

Marta Poveda se pone al frente de comedia palatina de Lope de Vega recientemente descubierta en la Biblioteca Nacional

La francesa Laura - Foto de Pablo Lorente
Foto de Pablo Lorente

Allá por 2015 presentó la Fundación Siglo de Oro la primera representación de Mujeres y criados, una obra de Lope que había sido hallada en la Biblioteca Nacional. Ahora hacen lo propio con La francesa Laura, producto de esas investigaciones que están desarrolladas con sistemas de inteligencia artificial y programas informáticos de alta precisión. Al frente de tal incursión han estado Álvaro Cuéllar y Germán Vega, quienes nos han dejado una excelente edición crítica de susodicho drama. Por lo visto, nos encontramos ante una comedia palatina seria perteneciente a los últimos años de trayectoria del dramaturgo madrileño.

Original es el contexto que nos descubrimos, pues se nos traslada al final de la Guerra de los Cien Años, a Francia. El mismo rey da comienzo al acto con un parlamento en el que propone el casamiento del Delfín con la hermana del monarca inglés. Ese es el marco de referencia; pero, en realidad, la trama principal nos entrega otra pareja, muy apasionada y feliz. El conde Arnaldo, a quien da vida Agus Ruiz, con su potencia y pujanza habitual, va a ser derruido por sus paranoicos celos. El tema del honor brota con enorme fuerza según se suceden los cuadros. Pues resulta que le han encomendado la misión de acudir al país insular para concretar las nupcias que terminen de amistar a los dos reinos. Su viaje servirá para que el príncipe entre en acción y corteje a Laura, la esposa del conde. Ángel Ramón Jiménez se queda con un papel falto de virilidad, un poco tontorrón, que el actor acoge con aire cómico. No parece un rival solvente, desde luego. Por su parte, la protagonista (comparta importancia con su esposo) es interpretada por Sheila Niño, con un tono bien perfilado, poderoso y de un erotismo que no decae. Afortunadamente, no se avanza como víctima, sino que juega su rol con donosura, agudeza y saber estar. Por ello es un personaje más creíble que su compañero. Ella se sostiene lo que puede, él se descompone por unas dudas enfermizas hasta el súmmum, como podrá comprobar el espectador en la conclusión de este drama que, ciertamente, como afirma la directora, Marta Poveda, quien ha dirigido con suficiente solvencia la pieza, debe considerarse tragedia. Yo también lo considero así. No es necesario alcanzar la muerte para que consideremos que el desenlace es trágico.

Quizás el mayor problema que tiene esta obra de Lope esté en la endeblez de las subtramas. Sí que podemos hallar buenas frases en Roberto, un sirviente, al que José Juan Sevilla da ironía y buen manejo; pero no se alcanza con él el típico humorismo de los criados. La pizca de humor sí la hallamos en la visita clandestina del Delfín a casa de Laura en su cuidadosa huida. Poco más. Celia, la criada de nuestra dama, es una encantadora Macarena Molina. Mientras que la Flordelís de Manuela Morales, infunde elegancia.

Por otra parte, encuentro cierto deslucimiento en la escena del baile y debería ser un momento de mayor profundidad erótica con el juego de máscaras allá en Inglaterra, cuando se encuentran los dos enamorados. Creo que no se llena el espacio con la grandiosidad esperada de una corte. Y después, el instante más angustioso, el envenenamiento, y el epílogo se engranan de una manera demasiado abrupta y contradictoria. Tan rápida que apenas la pobre Laura puede asumir su propia estupefacción.

Tampoco en la escenografía apreciamos nada reseñable, pues se ha optado por introducir en los Teatros del Canal un «recorte» de un corral de comedias, como si fuera Almagro. Más parece un decorado de circunstancias que luego encaje en el propio Corral Cervantes, en el barrio de Arganzuela, que es donde suelen hospedarse las propuestas de la nombrada Fundación estos años. En cualquier caso, sus dos pisos y las puertas dan funcionalidad. Igual que el vestuario, tan neutro en su blancura; aunque tenga unos detalles un tanto bobalicones como las tobilleras con brilli brilli.

Quizás el detalle coreográfico del preludio y algún gesto del mismo cariz posterior avanzan unas posibilidades expresivas que no permean la función y esto produce una discontinuidad, una carencia en el ritmo. Así que, entre pros y contras, podemos remarcar esa resolución tan acibarada con sus dosis de ambigüedad.

La francesa Laura

Autor: Lope de Vega

Dirección: Marta Poveda

Reparto: Macarena Molina, Martín Puñal, Manuela Morales, José Juan Sevilla, Sheyla Niño, Ángel Ramón Jiménez y Agus Ruiz

Ayudante de dirección: Samu Arribas

Coordinación artística: Julio Hidalgo

Diseño de iluminación: Rodrigo Arribas

Dirección técnica: Diego Baselga

Diseño de vestuario: Gloria Caballero

Coordinación musical: Manuela Morales

Dirección de producción: Axel Jesús Bajana

Prensa y medios: Silvia Espallargas

Diseño gráfico: Daniel Jaén

Distribución: PTC

Guía didáctica: Simon Breden

Fundación Siglo de Oro

Teatros del Canal (Madrid)

Hasta el 17 de diciembre de 2023

Calificación: ♦♦

Puedes apoyar el proyecto de Kritilo.com en:

donar-con-paypal
Patreon - Logo

Macbeth

Gerardo Vera nos deja una mirada aciaga y oscura de esta tragedia shakesperiana en un espectáculo apabullante

Macbeth - Foto de Luz Soria
Foto de Luz Soria

Llevar a escena una de las tragedias más completas y célebres de Shakespeare es repetirse ineludiblemente. ¿Cómo traerla a nuestros días sin que se acartone con los remedos del pasado? Pues abordándola con una proyección estética que nos sugiera todo ese abordaje de pasiones que enfrentan la codicia y el tormento moral. Antes de morir en septiembre, Gerardo Vera dejó todas sus ideas en marcha y, a la postre, ha consguido abandonarnos por la puerta grande. Su Macbeth, al igual que muchos de sus proyectos, quedarán en nuestro recuerdo; sus enseñanzas forman parte del acervo personal de aquellos que ahora toman su relevo. Estoy seguro de que Alfredo Sanzol ha hecho un grandísimo trabajo y que José Luis Collado, quien ha perfilado una versión tan medida en el tiempo, como clara en la palabra (los versos fluyen sin angosturas arcaizantes); pero pensemos que el espíritu de Vera y sus intenciones son las que han fraguado en el escenario. Y en este montaje, destaca con una potencia sin paragón la escenografía apabullante de Alejandro Andújar, unas colecciones de lamas gigantes, como si nos situáramos a la sombra de un bajel que sube y baja avanzando hacia la platea. Esta estructura magna y sanguinolenta delimita un espacio sorpresivo y límpido; mientras las videoescenas de Álvaro Luna ralentizan las heridas y el dolor de los grandes protagonistas. La impresión que nos crean es auténticamente aterradora. Y a todo ello contribuye una de las mejores bandas sonoras que se han podido escuchar en los últimos tiempos en el teatro. Alberto Granados Reguilón ha compuesto una música que magnifica la épica y que, a la vez, nos lanza a un mundo posapocalíptico repleto de bases electrónicas que incitan a la batalla. Sigue leyendo

El concierto de san Ovidio

Mario Gas dirige esta fábula dieciochesca de Buero Vallejo sobre el maltrato insolente a un grupo de ciegos

Foto de marcosGpunto

De vez en cuando es conveniente desempolvar a nuestros clásicos contemporáneos para descubrir si el tiempo los acartona o si permanecen fértiles para aleccionarnos sobre los vicios universales. Si Buero Vallejo quiso zarandear (desde su «posibilismo») al pueblo español en 1962 tomando la prudente distancia de quien nos remite a un acontecimiento ocurrido en París durante 1771; de qué forma debemos observar esta fábula para que nos competa de una manera similar. En este sentido, nuestro mundo actual ha cambiado tanto desde aquellas, que las mofas pueden ser tan brutales como desproporcionadas sus reprimendas. En el presente los extremos se tocan y por ello es necesario superar el plano simbólico de esta función para encontrar asideros fundamentales sobre la bondad, la solidaridad y la búsqueda del conocimiento como camino a la libertad, es decir, la ilustración. Sigue leyendo

Escuadra hacia la muerte

La nueva incursión en la famosa pieza de Alfonso Sastre no consigue cautivar como antaño

Foto de Pedro CHamizo
Foto de Pedro CHamizo

Esta obra de Alfonso Sastre, estrenada en 1953 en este mismo Teatro María Guerrero, a pesar del éxito que ha ido cosechando históricamente, ha envejecido mal, puesto que requiere un contexto con el que dialogar que se ha perdido, aunque se mantengan ciertas pulsiones belicistas ahora reconfiguradas. La versión que presenta Paco Azorín sobre este grupo de jóvenes encerrados en un búnker (sustituye a la casa del guardabosques del original) a la espera de verse sacrificados en aras de una victoria durante la Tercera Guerra Mundial, aporta un cambio que podemos juzgar de trascendental para la interpretación del texto. Hablo del final ─no me queda más remedio que destriparlo─. Alfonso Sastre marcó que Pedro, mientras dice unas palabras, le ofrece su primer cigarrillo a Luis, el más joven e inocente de todos, y luego baja el telón. Sin embargo, Azorín ha optado por una resolución que puede tener múltiples lecturas. El caso es que nos topamos con este chaval, interpretado por Jan Cornet, con una fuerza expresiva que va de más a menos y que definitivamente remonta, se desnuda y sube esperanzado hacia las escaleras que llevan a la salida. Sigue leyendo

Sueño de una noche de verano

Darío Facal presenta esta famosa comedia de Shakespeare con una renovada apuesta por la parodia

Foto de Elisa Abión
Foto de Elisa Abión

Durante esta temporada ya hemos tenido oportunidad de asistir a una versión de Sueño de una noche de verano. Los coreanos, dirigidos por Jung-Ung Yang, se inclinaron por una mezcolanza animista más propia de un divertimento callejero que de una aproximación trascendente de la comedia shakesperiana. Darío Facal, afortunadamente, ha vuelto a renovar con su mirada de farsa (conecta muy bien estéticamente con el montaje de Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín que nos regaló hace poco unos meses) las historias de amor, naturaleza y metateatro que bordó el bardo con gran genio. Pero… ¿quién es, en verdad, el protagonista? Muchos y ninguno. Hasta tres hilos argumentales se ponen en funcionamiento, muy bien recortados para que la fluidez sea máxima durante la hora y media larga que dura el montaje. Por un lado, contamos, en Atenas, con la presencia de Hipólita (llevada por Carmen Conesa con serenidad; luego, como Titania, aportará un toque erótico a través de su vestimenta) y Teseo (Alejandro Sigüenza sigue a su compañera con la altivez bondadosa propia de su personaje y, después, bien malicioso en el papel de Oberón), el duque y la reina de las amazonas están a punto de casarse, pero antes de que se celebren los fastos, deben mediar en un conflicto de compromisos maritales fallidos. Egeo, un caballero, no puede aceptar que su hija, Hermia, desee a Lisandro en menoscabo de Demetrio, de quien está enamorada Helena. Dos parejas destinadas al equívoco dentro del bosque en el que las hadas y los duendes hacen de las suyas, mientras Cupido cumple con su labor. En otro plano participan, como ya se ha comentado, en el interior de la frondosidad, los reyes Titania y Oberón en disputa. Sigue leyendo

Hard Candy

Una obra que muestra cómo las redes sociales son fuente de abuso, pero también de venganza

Foto de Pedro Gato
Foto de Pedro Gato

El ahora en nuestra relación con la tecnología se esfuma en cuanto aparece un nuevo modo de comunicación, una nueva red social, un nuevo filtro o, sobre todo, un nuevo estilo de relacionarse. Chatean, únicamente a través de texto, una adolescente de 14 años con un fotógrafo de 32. El flirteo avanza con las consabidas insinuaciones hasta que la pregunta definitiva sobre la cita real se lanza. Una vez que se encuentran en el piso de él, Jeff, la historia se va transformando en una meticulosa venganza, digna de película coreana. El papel que debe interpretar Olivia Delcán (perfectamente puede pasar por una chavalita, aunque supere la veintena) es de una complejidad extraordinaria. Primero, porque debe exponerse dramáticamente como protagonista, en muchos momentos, en soledad. Segundo, porque la situación que vive implica circunstancias un tanto «delicadas» —atar a un hombre desnudo sobre una mesa conlleva cierta pericia—. Pero, sobre todo, su actuación es pura metamorfosis y eso requiere un manejo de los matices que le permita engañar tanto a su depredador como a los espectadores y, en este aspecto, luce más cuando se muestra vengadora y, fundamentalmente, en el movimiento escénico cuando baila, cuando amordaza, cuando manipula las cuerdas. Su compañero, Agus Ruiz, impone su carácter en el principio, su aparente poderío, su madurez interpretativa da gran soporte a su compañera, aunque él se vea ciertamente «imposibilitado». Desde luego, la tarea en la que se han metido este par de actores es tremenda. Sigue leyendo