La nueva incursión en la famosa pieza de Alfonso Sastre no consigue cautivar como antaño

Esta obra de Alfonso Sastre, estrenada en 1953 en este mismo Teatro María Guerrero, a pesar del éxito que ha ido cosechando históricamente, ha envejecido mal, puesto que requiere un contexto con el que dialogar que se ha perdido, aunque se mantengan ciertas pulsiones belicistas ahora reconfiguradas. La versión que presenta Paco Azorín sobre este grupo de jóvenes encerrados en un búnker (sustituye a la casa del guardabosques del original) a la espera de verse sacrificados en aras de una victoria durante la Tercera Guerra Mundial, aporta un cambio que podemos juzgar de trascendental para la interpretación del texto. Hablo del final ─no me queda más remedio que destriparlo─. Alfonso Sastre marcó que Pedro, mientras dice unas palabras, le ofrece su primer cigarrillo a Luis, el más joven e inocente de todos, y luego baja el telón. Sin embargo, Azorín ha optado por una resolución que puede tener múltiples lecturas. El caso es que nos topamos con este chaval, interpretado por Jan Cornet, con una fuerza expresiva que va de más a menos y que definitivamente remonta, se desnuda y sube esperanzado hacia las escaleras que llevan a la salida. Por un lado, podemos considerarlo como una forma de cumplir con las intenciones del dramaturgo cuando a los diez años del estreno señaló: «Y quizá la última escena, lúgubre y resignada en mi obra, tendría ─en una obra mía de hoy─ la forma de una cierta toma de conciencia; y Luis no sería, al final, solo un pobre muchacho que se dispone a vivir su vida como una condena sin sentido…». Por otra parte, lo visto posee casi tintes religiosos, el actor llega a parecer un serafín ascendiendo por la escalera de Jacob en busca del cielo, de la misericordia y hasta de la gracia. Y, si nos ponemos más retorcidos ─y ya que el simbolismo juega un papel tan primordial─, contemplar a Cornet, un tipo con ese aspecto, tan rubito y blanco, nos puede llevar a imaginar a un alemán gritando que sí, que sí, que en la Tercera va la vencida. Por lo demás, Escuadra hacia la muerte, una vez perdidas las circunstancias que lo sustenten, se amalgama en unos personajes que tienden a deslavazarse y a perder una identidad que dramáticamente no llegan a desarrollar. Contamos con cinco soldados y el cabo Goban, que se comporta dictatorialmente en pos de mantener una disciplina que intuimos endeble. Creo que es desacertada la elección de Julián Villagrán para representar este personaje; cuesta imaginárselo en esas acciones tan directivas con sus formas de expresión algo desgarbadas. Lo que sí me parece adecuado es el contraste que se establece entre los personajes que interpretan Iván Hermés, Agus Ruiz y Unax Ugalde, que ofrecen, inicialmente, su fortaleza física y mental, aunándose en una especie angustiosa resistencia, y Carlos Martos, un profesor de Metafísica que, lógicamente, vive atormentado por su cuestionamiento existencial. Sí que es justo reconocer que Paco Azorín se emplea a fondo en la escenografía, su especialidad, y que nos entrega toda una estructura en dos pisos, con varias trampillas, elementos traslúcidos y una estética futurista, aunque sea un futurismo sui géneris, puesto que tecnológicamente no parecen muy avanzados esos militares. Adereza la construcción con el destacable trabajo de iluminación de Pedro Yagüe, tanto en la creación de espacios como en la acentuación de emociones. Casi con seguridad, el director, consciente de que el texto propende hacia un ambiente áspero y lóbrego, ha elegido abrirnos una guía (cada uno de los cuadros se marcan como si fuera una cuenta atrás, atildados con frases a juego de Brecht con clara intención propedéutica) y por musicalizar la sequedad con la que se pasa de una escena a otra, con un guitarreo en la esquina que visualmente desentona y rompe con la cohesión del armatoste. En conclusión, lo que hubiera hecho falta, para que el espíritu antibelicista de esta pieza de Sastre pudiera dialogar con nuestro presente y con nosotros mismos, habría sido una versión libérrima que ahondara en los peligros del terror que nos circundan.
Autor: Alfonso Sastre
Versión y dirección: Paco Azorín
Reparto: Jan Cornet, Iván Hermes, Carlos Martos, Agus Ruiz, Unax Ugalde y Julián Villagrán
Escenografía: Paco Azorín
Iluminación: Pedro Yagüe
Vestuario: Juan Sebastián Domínguez
Espacio sonoro y vídeo: Pedro CHamizo
Movimiento: Carlos Martos
Asesor musical: Isaac M. Pulet
Ayudante de dirección: Álex Larumbe
Diseño de cartel: ByG/Isidro Ferrer
Fotos: Pedro CHamizo
Coproducción: Centro Dramático Nacional y Metaproducciones
Teatro María Guerrero (Madrid)
Hasta el 27 de noviembre de 2016
Calificación: ♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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