José Luis Alonso de Santos ofrece claridad y didactismo en esta versión de la tragedia cervantina en los Teatros del Canal

Un signo de los tiempos es la búsqueda de que todo producto cultural que aspira a concitar a un número amplio de espectadores no solo los busque de una edad, sino de varias. Para lograr esto se acometen diferentes procedimientos que favorecen la hibridez de lenguajes para que unos pillen algo y otros todo, aunque sea con cierta estupefacción. Sucede en el cine, en la televisión y en el teatro. Consiste esencialmente en suavizar argumentarios y en dar explicaciones. Y que la misma función valga para los bachilleres y para los adultos. Aquí José Luis Alonso de Santos busca la nitidez en el lenguaje para una obra compleja.
Creo que El cerco de Numancia es más eficiente en su literalidad textual que en sus posibilidades dramatúrgicas, sino se interviene con más ambición. Esa ambición la tuvo Pérez de la Fuente, cuando fue defenestrado del Español. Luego, Ana Zamora impuso su estética austera. Y esa es, insisto, la cuestión. Cervantes nos adelanta el teatro épico de Brecht y el distanciamiento que luego también aplicaría Buero Vallejo. Trabaja con elementos alegóricos que rompen la estructura lógica de la tragedia para someternos a la reflexión contemporánea ─tanto la suya en los finales del siglo XVI, como la nuestra, si no hemos acabar en un futuro como estos malhadados, cuando finalice este proceso de desintegración social en el que estamos inmersos─. Son aspectos que podemos admirar como individuos acostumbrados a la intertextualidad y a la performatividad en la escena actual; pero para ello se requiere otra visión.
El espacio diseñado por Ricardo Sánchez Cuerda prácticamente vacío, con una singular muralla al fondo, que tiene una movilidad vertical sugestiva, contribuye a la claridad de los discursos. La ausencia de música y el foco puesto en el silencio se aúnan con el mismo concepto durante algunas elocuciones. Y hasta la propia iluminación que, en muchos momentos, nos deja ver todo el escenario participa de lo mismo. Así, desde el inicio, Escipión impone su arenga delante de nosotros para detallarnos la situación en la que se encuentran. Javier Lara se expresa con fortaleza creciente y con mucha concisión, mientras escucha al resto de interlocutores romanos como Yugurta, que acoge David Soto Giganto en un tono menos rudo. Dieciséis años llevan frente a ese muro sin logran rematar su encomienda, entre otras cosas, porque los soldados se dedican a otros menesteres más divertidos (estamos en 133 a. C.). Ante tal circunstancia, el militar romano decide sitiar a la población. Un punto flaco de la obra cervantina es que el interés racionalista consistente en elaborar un pensamiento de fondo, como veremos a través de diversos símbolos, lo disuade en la elaboración de los personajes numantinos. Al contrario de lo que ocurre, por ejemplo, en la Fuenteovejuna de Lope, si es que debemos acudir a comparar pueblos. Esto lo observamos con los roles que interpretan, por ejemplo, Jimmy Castro con su Morandro y José Fernández con Leandro. Ofrecen algo de dinamismo a un planteamiento bastante estático. Todavía el primero en diálogo con su amante Lira ─Ania Hernández expone su compunción con intensidad─, se permite más versos. Ambos amigos han decidido realizar una arriesgadísima incursión al otro lado. Sí parece que Covino, encarnado por Sergio Otegui (sustituye en ocasiones a Jacobo Dicenta) brinda su liderazgo junto a Teógenes, que nos entrega a un Arturo Querejeta imponiendo la sentenciosidad de su experiencia. Las mujeres quedarán agrupadas con un grito unitario, con su dolor y con sus exigencias sin mayor desarrollo en sus caracteres.
El sentido propagandístico del dramaturgo no solo se ve expresado en la disposición de ese pueblo asumiendo su autosacrificio, emblema de la unión, del reparto de la penuria y de la pulsión de libertad. Podríamos extraer fácilmente lecciones políticas de nuestro presente ante tantos opresores que circundan por el mundo. Los papeles alegóricos proponen un contexto de inequívoca intencionalidad. Vienen a sustituir a los dioses a los que se entregaban en las tragedias griegas. España y Duero sitúan a nuestra patria en su destino heroico, como también lo hace Guerra con los propios derrotados, pues su Fama (hacia el final) perdurará así lo pronuncia con furia Pepa Pedroche en los últimos instantes: «el valor de Numancia, único, solo…». De cómo se introducen en feístas torretas los distintos actores es otro asunto; pues no acontece con fluidez. Tampoco las declamaciones, tan encorsetadas y microfonadas, suenan emotivas. Además de que los trajes chaqueta que portan les dan un aire anacrónico que no viene al caso. Sin embargo, Elda Noriega acierta en las telas con las que viste a los numantinos.
El gran escritor, como sabemos, introdujo sus propias licencias poéticas y no cumplió con el traslado de los hechos documentados. Por eso, nuestro director en aras de su propósito docente, ha introducido una voz en off para terminar de aclarar aquello que se escapa a lo fidedigno. Esta forma de llevarnos al desenlace me parece una desconsideración al respetable.
Al menos, quedémonos con esas configuraciones pictóricas, tan orgullosas, de ese elenco tan numeroso que Juan Gómez-Cornejo matiza con los claroscuros. Mientras resuena la fúlgida expresión de Esther del Cura haciendo de Virino poco antes de desaparecer para no convertirse en el rehén propicio que paseen por Roma.
Autor: Miguel de Cervantes
Dirección y versión: José Luis Alonso de Santos
Reparto: Arturo Querejeta, Javier Lara, Jacobo Dicenta (Sergio Otegui), Pepa Pedroche, Karmele Aranburu, Manuel Navarro, Carlos Lorenzo, Jesús Calvo, David Soto Giganto, Ania Hernández (Sara Mata), Jimmy Castro, José Fernández, Carmen del Valle, Esther del Cura, Carlos Manrique, Pepe Sevilla, Alberto Conde, Guillermo Calero y Esther Berzal
Salmodia cantada por Karmele Aranburu, Carmen del Valle, Ania Hernández, Esther del Cura y Esther Berzal
Dirección adjunta: Pepa Pedroche
Diseño de escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda
Diseño de iluminación: Juan Gómez- Cornejo (AAI) y Ion Aníbal (AAI)
Diseño vestuario: Elda Noriega (AAPEE)
Música original: José R. Jiménez
Ayudante de dirección: Lucía Bravo
Auxiliar de dirección: Esther Berzal
Ayudante de vestuario: Paula Fecker
Espacio sonoro e ingeniero de sonido: Carlo González
Realización de escenografía: Mambo decorados, Sfumato
Vestuario: Peris Costumes
Fotografías: MarcosGpunto
Diseño gráfico: Eva Ramón
Vídeo y teaser: Chicken Assemble Producciones
Regidor: Marco Hernández/ Pablo Garrido
Técnicos de iluminación: Carlos Barahona y Tomás Ezquerra
Maquinista: Daniel Higuera
Sastra: Isabel Turga/ Marta Teresa Turga
Prensa y comunicación: María Díaz
Prácticas producción: Irai Bosque, Alba Contreras y Lucía Tragacete
Jefa de producción: Tanya Riesgo
Dirección de producción: Carmen García y Graciela Huesca
Producción ejecutiva y distribución: GG Producción Escénica
Con el apoyo del Festival Hispanoamericano del Siglo de Oro- Clásicos en Alcalá
Con la colaboración del Ayuntamiento de Madrid- Centro Cultural Eduardo Úrculo
Una producción de la Comunidad de Madrid para Teatros del Canal
Teatros del Canal (Madrid)
Hasta el 1 de febrero de 2026
Calificación: ⭐⭐
Puedes apoyar el proyecto de Kritilo.com en:
Deja un comentario