Calixto Bieito desborda con excesos dramatúrgicos la tragedia de Shakespeare, para dejar que brille Joaquín Furriel en los Teatros del Canal

Pronto a nosotros también sufriremos una escoliosis, aunque sea por pura mímesis. La tragedia de William Shakespeare aspira al trono absoluto de obras hiperadaptadas en nuestra escena. Puedo hacer un somero repaso y fijarme en la versión de Miguel del Arco y Antonio Rojano o de Marco Paiva o de Yolanda Pallín o la particular performance de Sara Beer o la extraordinaria expresión de Joan Carreras en Historia de un jabalí o aquella Lady Anne del año pasado. Por no referirme a la antología trágica que dirigió el propio Calixto Bieito hará un par de temporadas (Erresuma / Kingdom / Reino). No quiero ir más lejos, ni más atrás.
Por si fuera poco, como sabemos, los huesos del interfecto fueron encontrados en los terrenos de un aparcamiento, bajo la letra R. Toda una peripecia forense que se reflejó en la película de Stephen Frears The Lost King (2022). Y de aquí partimos. Un marco en el que se envolverá el texto en sí y que no creo que aporte demasiado; porque no se lleva a propiciar un diálogo interno claro. Más bien embarulla la propuesta y nos plantifica una puerta metálica (algunos decimos la trapa) gigantesca en el centro del escenario para situarnos en ese parquin de Leicester tal y como nos lo comunica con un inglés bien paladeado Marcos Montes, preparado para ser Buckingham e ir aportando una seña de identidad humorística. La comicidad grotesca, tan habitual en el director, se repartirá a lo largo de la muestra. Excesiva, tal y como marca su estilo.
En cualquier caso, Barbora Horáková Joly, diseñadora de la escenografía, coloca ese armatoste enorme que, afortunadamente, desparecerá y para disponer unas mesas en las que se apoyarán los investigadores, historiadores y forenses para determinar si la osamenta hallada, con su curvatura vertebral, es del monarca. Por momentos, el espacio en la Sala Roja se hace inmenso. Y ni ese coche que desciende de los techos consigue una organicidad mayor (una boutade). Esto vale, por supuesto, para que el gran protagonista se gane el foco total. Un tipo ágil, muy alejado de la torpeza y la deformidad definida por el vate. Joaquín Furriel se acoge al esquema de chiflado, de joker, de villano de cómic ─ayudan los matasuegras─ que apenas deja margen para la sentenciosidad o para el decaimiento. Destila atractivo y descaro, soberbia y energía que descarga sobre el propio público al entablar diálogo con las primeras filas. Su interpretación va compactándose según avanza la función, mientras los cadáveres caen a su paso. Ante todo, logra una actuación formidable, que nos desborda en su vesania.
Por lo tanto, esa verosimilitud que ansían esos expertos queda trastabillada por la dramaturgia; puesto que no parece que este ser malvado se vea físicamente impedido. No se imbrica metateatralmente el presente con los científicos devanándose los sesos y esa «realidad» ficcional del drama. Así se aniquila el contraste. Hasta el punto de que otros personajes parecen embebecidos por la misma locura. No hay más que ver a Lady Ana, una María Figueras que responde con gran fuerza, aunque llevada en el desvarío. A partir de esas circunstancias nos enfrentamos a la retahíla consabida de asesinatos que, en cierta medida, llega a ser rocambolesca. Pero que, ante todo, quedan subsumidos en un amasijo. Es tal el protagonismo de Ricardo, quien nos «deleita» procazmente con ese jabalí que anida en su escudo y que aquí pierde su sentido metafórico, que los espectadores perderán cualquier hilo posible. El quien es quien se convierte en un juego dificultoso. Reconocemos inicialmente a Clarence, el hermano, que encarna Luciano Suardi con la temeridad de verse atacado por diferentes flancos. El contubernio para alcanzar el trono vertebra la tragedia y cualquier bloqueo se sortea con acciones expeditivas. También la reina Isabel ─Belén Blanco brilla en los primeros pasos en el ambiente de slapstick─, con su pujanza, atenta al peligro que se va a cernir sobre ella, pero luego se difumina.
Nos encontramos, por tanto, con un montaje que descabala las claves fundamentales que había utilizado Shakespeare. Debemos convenir que es Bieito, como máximo responsable, el que anhela una vez más llevárselo a su terreno: el exceso por el exceso. Gestos por doquier: vómitos, violaciones, sangre y tarta envenenada. Todo ello para que en una mirada psicoanalítica se mire a la infancia, a nuestro Ricardo añorando su caballito de madera en el carrusel, cuando, en realidad, está enfrascado en la batalla de Bosworth. Joaquín Furriel termina por ser quien nos seduce altamente; a pesar de que interprete a un tipo que no llegamos a identificar con el susodicho.
La verdadera historia de Ricardo III
Sobre la obra de William Shakespeare
Dramaturgia: Adrià Reixach
Dirección general: Calixto Bieito
Traducción: Lautaro Vilo
Elenco: Joaquín Furriel, Luis Ziembrowski, Ingrid Pelicori, Belén Blanco, María Figueras, Marcos Montes, Luciano Suardi, Ivan Moschner, Luis «Luisón» Herrera y Silvina Sabater
Diseño de escenografía: Barbora Horáková Joly
Diseño de vestuario: Paula Klein
Diseño de iluminación: Calixto Bieito y Omar San Cristóbal
Música original: Janiv Oron
Diseño de vídeo: Adrià Reixach
Puesta de sonido: Miguel Álvarez
Asistencia de vestuario: Camila Ferrin
Adaptación de escenografía: Vanesa Abramovich
Asistencia de escenografía: Catalina Quetto y Adrià Reixach
Coordinación de producción artística: Lourdes Maro, Gonzalo Bao
Coordinación de producción técnica: Magdalena Berreta Miguez, Pedro Colavino
Coordinación de escenarios: Ana Iglesias, Magui Garrido, Ana María Converti
Coordinación de talleres de escenografía: Muriel Giménez
Coordinación de talleres de vestuario: Sofia Davies, Camila Ferrin
Equipo audiovisual:
Niña: Francesca Turco
Niño: Jeremías Da Cruz
Realización: David Gregory y Lucía Ziri Húngaro
Producción ejecutiva: Martín Labarca
Dirección: Sebastián Schindel y Adrià Reixach
Una producción del Teatro San Martín-Complejo Teatral de Buenos Aires
Con la colaboración de Air Europa
Teatros del Canal (Madrid)
Hasta el 9 de octubre de 2025
Calificación: ♦♦
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Buenas noches:
Sr. Ángel Esteban Monje, lamento no haber visto sus comentarios, antes de acudir hoy 05/10 , a ver la susodicha obra.
Aunque algunos vocablos suyos en la reseña, transmiten una sensación nebulosa, sin suficiente fuerza asesina.
Creo entender que es difícil para un periodista decir abiertamente , la obra es mala.
Pero como soy un simple espectador ,pienso que puedo opinar.
Aparentemente la obra promete, un muy buen autor, los actores también adecuados
La fotos del primer actor, en la portada del programa, convence.
‘El tema es que no funciona, no transmite.»
Un exceso de ruido, volteretas, una aparente puesta en escena «rupturista», nada atractiva ni gratificante.
Y nadie se anima a decir » el emperador está desnudo».
Finalmente ,he captado el porque la obra es de dos horas, sin interrupción.
De haberla, muchos no volveríamos a entrar.
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Muchas gracias, por tu comentario.
Un saludo.
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