La otra bestia

La actriz y dramaturga Ana Rujas nos entrega los vericuetos de su intimidad en una propuesta que se combina con la filmación

La otra bestia - Foto de Jesús Ugalde
Foto de Jesús Ugalde

Ana Rujas anhela insertar en la dramaturgia española contemporánea, tras La mujer más fea del mundo, otro episodio más de sus confesiones desgarradas. Trasforma teatralmente su obra homónima, publicada hace un año, construida a retazos, entre versos y versículos, donde desgrana sensaciones agraces y vivencias consternadoras. Un texto poético que bebe de la influencia confesa de malditos como Angélica Liddell (fundamentalmente) y de otros como Houellbecq o los Panero. En escena, ese espíritu de perversión íntima se suaviza mucho con la inclusión de personajes y diálogos. Y ella, que impone su energía actoral con elegancia, quizás abusa ─suele hacerlo─ de su rictus de imperiosa seriedad (súmenle su peculiar voz grave). El contraste dulcificado sin cinismo sería pertinente.

Su trasunto, Sara, se ve impelida por la furia bestial de Salomé. Ansía cortarle la cabeza a su marido y a su amante para besarlos y dominarlos cuando le plazca. Digamos que no se alcanza la pulsión performativa destructora y provocativa de su maestra. De hecho, cuesta tomarse al personaje «Ana Rujas», embebido de glamour y su estar «en-la-moda» como una performer, una autoficcionadora más, que resulte suficientemente provocadora en este ámbito de gusto institucional. Aquí nos hallamos más en la concomitancia con Bergman o con Cassavetes. De hecho, José Martret (dirige junto a Pedro Ayose), quien ya había introducido en La infamia una cámara que iba filmando en directo lo acontecido para que pudiéramos visionar diferentes planos sobre una pantalla, parece influido (valga la redundancia) por aquella extraordinaria Under the influence, que presentó hará más de cinco años Maja Kleczewska. En fondo y forma se percibe un paralelo. En cualquier caso, la pericia y el cuidado son máximos.

Cuando me refería al autor sueco (la propia Liddell lo ha visitado en su última función en DÄMON. El funeral de Bergman) es porque descubrimos dos vetas que se aúnan. Por un lado, la cuestión religiosa, pues la protagonista, creyente, arrastra culpas, que brotan como brotes de vesania, que la llevan no solo a la compulsión, sino al desvarío. Todo ello parece que procede de su indeleble pertenencia de clase, bastante más baja que la de su marido, que es arquitecto (como su padre) y que se mueve en un ambiente «intelectual». Ella ─ya sabemos el argumento─ no se «ha realizado» vitalmente. Apenas le ha dado para moldear una pequeña escultura. ¿De qué le vale vivir en ese estiloso apartamento, si su esposo está en Japón acometiendo sus proyectos? Por otra parte, está la consabida crisis matrimonial tan explotada en cualquier ente artístico. Ella, sulfurada, acaba de superar la treintena y se ha buscado a un jovencito. Este se llama Joel y calza unos veinte. Resulta, desde luego, interesante su aire rebelde, superficial, conmovido por la belleza y liberado de toda atadura que no provenga del amor. Teo Planell adopta una pose chulesca muy verosímil e intrigante, como si fuera un tipo malicioso que busca el juego permanentemente.

En definitiva, nos encontramos con una conjugación equilibrada de estas dos derivas. Por momentos, caemos en el absurdo y, por instantes, en la discusión insolente de una época inconcreta. La ausencia de móviles propicia una extrañeza, sobre todo si se sustituye por un teléfono corriente de cable. Podríamos situarlos en los setenta perfectamente, aunque la música de Ale Acosta posea la dominante contemporaneidad de la electrónica. Además, Marc, acogido por Joan Solé con gustoso sufrimiento y desesperación, nos remite al arquitecto japonés Toyo Ito, quien ha dejado su impronta en varios edificios en España y un proyecto incluso ─el Parque de la Relajación, en Torrevieja─ que se traslada aquí como un detalle metafórico. Él debe ser coherente con ese piso que Alessio Meloni ha diseñado (un poco escueto) para que pulule la cámara de Alicia Aguirre (realiza un trabajo espléndido, que se contempla esencialmente en los primeros planos. Todo en blanco y negro). Sí resultan muy pertinentes y hasta simbólicos los dos muretes que surgen para acotar la habitación donde se hospeda el muchacho.

Uno tiende a recordar, en esa atmósfera de cierto pijerío, la Traición, de Harold Pinter, cuando no en Secretos de un matrimonio, del susodicho, o en Historia de un matrimonio, de Noah Baumbach. Lo curioso es que dialogue con lo ocurrido en la otrora sala prima (Margarita Xirgu) del Teatro Español, con Viento fuerte, de Fosse, donde un trío también se debate entre el paso del tiempo, el existencialismo, Dios y el ser que ya no es. La estela del tedium vitae de las burguesas es alargada: Ana Karenina, Emma Bovary y nuestra Regenta, con aborto de por medio, aunque pueda ser sicológico. En este sentido sí que sigue uno de esos esquemas patriarcales que, igual que configuran una vida cómoda y determinada en Madrid, pueden desembocar en el vacío de una existencia sin destino, sin interés. Salir de esa horma, pergeñada primero por una familia y, después, por un esposo, es, si no imposible, harto difícil.

Este montaje posee evidentemente puntos de atracción; a pesar de que redunde en algunos lugares comunes. Las ínfulas de Ana Rujas son bienvenidas; no obstante, hubiera sido deseable que la «bestialidad» de su libro se hubiese expuesto con más valentía, con más carnalidad.

La otra bestia

Texto: Ana Rujas

Dramaturga y dirección: José Martret y Pedro Ayose

Reparto: Ana Rujas, Joan Solé y Teo Planell / Itzan Escamilla

Diseño de espacio escénico: Alessio Meloni

Cámara en directo: Alicia Aguirre

Ayudante de espacio escénico: Juanjo González

Diseño de iluminación: David Picazo

Realización cabeza: Oxum FX

Diseño de sonido: Sandra Vicente

Composición música original: Ale Acosta

Diseño de videoescena: Emilio Valenzuela

Asistente artístico: Kike Gómez

Movimiento escénico: Amaya Galeote

Diseño de vestuario: Ana López Cobos y Sara Sánchez de la Morena

Confección Ana Rujas: Natalia Rodríguez

Dirección de producción: Eva Paniagua

Jefe de producción (come y calla): Juanfran García

Ayudante de dirección: Laura Garmo

Prácticas producción Nave 10 Matadero: Rebeca Mollà

Una producción de Nave 10 Matadero y Producciones Come y calla

Nave 10 Matadero (Madrid)

Hasta el 2 de febrero de 2025

Calificación: ♦♦♦

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