Cortázar en juego

José Sanchis Sinisterra y Clara Sanchis acogen el mundo lúdico del escritor argentino en un espectáculo inasible

Cortázar en juego - FotoSi usted no es cortaziano de pro, de esos que se han hecho varios cursitos de escritura creativa sobre relato hispanoamericano, quizás este espectáculo le parezca inasible, bobalicón y tremendamente aburrido. No pocas veces se ha considerado a Julio Cortázar un inspirador del Oulipo, aquel grupo vanguardista que jugueteaba con los límites lingüísticos y literarios. Traigo esto a colación, porque merece la pena comparar este proyecto con aquel montaje de Jesús Cracio en el Matadero titulado ¿Que no…?, sobre los Ejercicios de estilo, de Raymond Queneau. Estéticas muy distintas, desde luego, pero con una ambientación lúdica muy similar. Por otra parte, el Teatro menor (reflejado en Los desiertos crecen de noche), de José Sanchis Sinisterra sondea ese territorio del absurdo, del requiebro humorista que bebe de dadá, y nos trasladaría directamente a lo que observamos en La Abadía. Lo que ocurre es que, desde mi punto de vista, los relatos de Cortázar pueden funcionar en la lectura, en la pausa y en la digestión de esas dislocaciones borgianas; aunque en escena se hacen insignificantes y, todavía más, difíciles de cohesionar. Puedo completar con alguna propuesta más que pueda servir de modelo. Recuerdo que hace ya bastantes años, Peris-Mencheta, también en el Matadero, dirigió una comedia que hacía referencia al cuento más breve de nuestro novelista argentino, Continuidad de los parques. No era una adaptación, sino un texto original de Jaime Pujol; pero que estaba repleta de personajes paradójicos y hasta desvariados que producían bastante risa.

La lástima es que estas referencias de buena factura son más un ejemplo de cómo podría haber resultado el mejunje al que asistimos. La falta de hilo conductor aniquila una posible trama. Y el aspecto naíf de la narración que más enmarca y se repite en el espectáculo, tampoco ayuda para que uno se sienta congraciado. El autor había traducido Robinson Crusoe y él mismo había escrito Adiós, Robinson, una pequeña obra de radioteatro. Casi parece una aventura de Tintín con ese humor tan blanco. Tanto Pablo Rivero como Clara Sanchis se compenetran con interpretaciones muy dispares. Si él pone ingenuidad y sorpresa; ella se acomoda con displicencia a su papel de Viernes. Ambos, en cualquier caso, sujetan la función con su saber estar; no obstante, apenas son capaces de esbozar esa cantidad de caracteres que deben encarnar. El vestuario de Paula Ferrón incide en esa infantilización, pues el disfraz y el colorido de sus prendas así nos lo indican.

Al menos Natalia Menéndez le ha dotado al asunto de agilidad, y de improviso se encajan cronopios con un buen aprovechamiento de la escenografía que ha ideado Monica Boromello. El empleo de cartón corrugado es muy coherente para estas ideas que se despliegan. Materiales sencillos con los que unos muchachos en sus casas podrían imaginar mundos insólitos con los que divertirse. Como un avión con el que volar hacia el archipiélago de Juan Fernández para que el célebre náufrago pueda rememorar su hazaña.

Otra de las piezas teatrales que se insertan es Nada a Pehuajó; pero, evidentemente, la atmósfera que debería implicar la abundancia personajes resulta imposible. Es más una alusión escueta a una obra que se puede etiquetar dentro del absurdo. Y con las mismas quedamos sin margen para la comprensión cuando nos enfrentamos a Grafitti. El trasfondo político se difumina por la pulsión lúdica que se intenta sostener en la performance. Hay muchas más teselas, tan mínimas y descontextualizadas que su humor queda soterrado. Cuando queremos hacernos cargo, ya estamos en otro tema totalmente distinto y, entonces, el mecanismo comienza desgraciadamente a producir tedio. Luego, cuando se disponen a recrear uno de los más célebres relatos, Casa tomada, parece que todavía atisbamos un potencial desarrollo; sin embargo, el sketch termina demasiado pronto. Cada uno podrá añadir, si quisiera, otra interpretación más que sume a todas las existentes. Esas exégesis son, en sí mismas, un acontecimiento cortaziano. Pero todo ello tiene que ver con una literatura que exige pensamiento, sosiego y conexión memorística y cultural. Insisto, finalmente, la dramaticidad se muestra endeble frente a nuestros ojos. Puede ser una cuestión de gusto o de distancia enorme sobre lo pretendido por sus creadores. Quizás haya que asistir con los deberes muy hechos, si uno ansía estar «en juego».

Cortázar en juego

Texto original: Julio Cortázar

Dramaturgia: José Sanchis Sinisterra y Clara Sanchis

Dirección: Natalia Menéndez

Reparto: Pablo Rivero y Clara Sanchis

Ayudante de dirección: Valle del Saz

Escenografía: Mónica Boromello

Música y espacio sonoro: Mariano Marín

Iluminación: Pilar Valdelvira

Vestuario: Laura Ferrón

Jefe de prensa: Nico García

Producción ejecutiva: Chusa Martín

Producción: Entrecajas Producciones Teatrales

Teatro de La Abadía (Madrid)

Hasta el 7 de noviembre de 2024

Calificación:

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