Las piezas breves de Sanchis Sinisterra enhebradas en un espectáculo de tintes vanguardistas en el Teatro Fernán Gómez
En el Teatro menor, de José Sanchis Sinisterra se reúnen cincuenta piezas breves que son un puro juego, un divertimento, una indagación ontológica sobre la propia acción dramatúrgica; pero también, todo hay que reconocerlo, una impotencia a la hora de trasladar a escena unas pretensiones que «expulsan» al espectador de la experiencia estética, incluso al más consciente de los territorios que se sondean. Porque bien, como prólogo que es esa tesela llamada «Ahí está», donde una especie de exploradores en la total oscuridad descubren la luz, nos puede servir para dar comienzo; no obstante, ¿vale como obra autónoma? Ciertamente cuesta pensarlo. Otro asunto muy distinto es cómo se han enhebrado en esta propuesta con diferentes compases y con una proximidad muy elocuente.
Ya digo que el montaje, en general, es muy válido puesto que palpa límites como ya hicieron en su momento las vanguardias y, después, como bien se exprime aquí, el teatro del absurdo y el pánico, y toda esa amalgama de visiones paradójicas que someten la realidad, nos importan ya que nos hacen descubrir, quizás, lo evidente: por ahí no se puede ir más allá. O, por qué no, parecía que no se podía; pero no lo habíamos intentado suficientemente.
Luego, con el «Vacío», José Luis Patiño nos intenta cautivar con una lógica aplastante en ese proceso casi genesiaco del que ha partido el espectáculo. Ocupar la sala sin nada. Tan sencillo como invitar al público al ingenuo acto de mirar, de oír. Una captación inquietante y que el actor lleva con bonhomía, mientras va salpimentando su alocución de ese humor irracional al que se nos destina para más adelante con frases como: «Solo por citar a Demóstenes, ya parece que esto no está tan vacío…».
Tras «Cerrar los ojos», que es un minimísimo ejercicio de preparación del respetable para la sorpresa que viene a continuación, la caída del telón, y el descubrimiento del grupo de música que configuran los cuatro componentes del elenco. Idea excelente, que permite vivificar con más ritmo y disfrute lo que podría llegar a ser un engrudo metafísico si se continuaba por ese camino. Porque es el instante en el que llega la pieza más decacharrante, donde David Lorente —quien también desempeña labores de dirección— demuestra ser un cómico absolutamente entregado a la causa (recordemos su histrionismo en Festen). En «Instrucciones» hace de director teatral enloquecido por sus ínfulas emotivistas. Llevar el personaje tan hasta dentro, que sus deseos expresados a dos actores acerca de cómo configurar su papel se llevan hasta el más puro esperpento. Muy gracioso y con un aire de improvisación genuino. No hay más que ver la cara de estupefacción a Clara Sanchis, quien luego, al piano, le infunde color a toda la obra.
Después la función baja un poco en intensidad y regresa a los juegos más teoricistas. Así transitamos por un tiempo descabalado en «Discronía», mientras que en «Presencia» es otra de esas motas, muy escueta, cargada de misterio en relación al espacio. Aunque más misteriosa es «Carta», donde quien escribe nos parece que ha perdido el juicio mientras discurre en sus pensamientos. Por su parte, con «De tigres» asistimos a uno de esos diálogos que hubieran firmado Tip y Coll, pues uno se pierde por los vericuetos ilógicos de la conversación.
En la penúltima estación, con «Espejismos», se continúa por esa senda; pero se nos va preparando para un desenlace que justifique el título del montaje y que, circularmente, no devuelva al principio. Pues con «Abandonos» vamos cayendo en el olvido de las palabras, una escena de metalenguaje hasta que llega el silencio.
Los desiertos crecen de noche genera atracción; no obstante, también una sensación de nihilismo imperante, de deshumanización —como describió Ortega y Gasset en su célebre ensayo—. Quizás Concha Delgado no tenga la oportunidad de llevarse a su terreno alguna de las piezas más enjundiosas y sobresalga menos. Desde luego, el aporte musical, con esos tonos de jazz, crea una atmósfera de extravagancia dadaísta, que bien merecería recogerse en un café de principios del siglo pasado.
Autor: José Sanchis Sinisterra
Dirección: Clara Sanchis y David Lorente
Intérpretes: David Lorente, Clara Sanchis, Concha Delgado y José Luis Patiño
Música original: Los Pájaros
Fotografía: Isabel de Ocampo
Espacio escénico y vestuario: Los Pájaros
Una producción de Producciones Artísticas Triana SL. y Los Pájaros en colaboración con el Ayuntamiento de Torrelodones
Teatro Fernán Gómez (Madrid)
Hasta el 5 de marzo de 2023
Calificación: ♦♦♦
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