La casa de Bernarda Alba

Aires juveniles para esta versión dirigida por Alfredo Sanzol en el Centro Dramático Nacional

La casa de Bernarda Alba - Foto de Bárbara Sánchez Palomero
Foto de Bárbara Sánchez Palomero

Cuanto más se aproximan estéticamente las puestas en escena de La casa de Bernarda Alba más elocuencia pierden, más se quiebra su verosimilitud, más se deshilachan los símbolos. Ahora, si lo que se pretende una y otra vez, de manera torticera e inconsistente antropológicamente es insistir en que el patriarcado continúa entre nosotros, en España; entonces, cualquier erre que erre servirá para que todos aquellos que necesitan alimentar su sesgo de confirmación se queden a gusto. Recordemos que patriarcado no es sinónimo de machismo; sino, precisamente, lo que ocurre dentro de ese hogar comandado por una dictadora. Y no es que Sanzol haya hecho una versión moderna como sí realizó Carlota Ferrer con aquello de Esto no es La casa de Bernarda Alba; pero sí ha introducido elementos que favorecen la comprensión del asunto por parte de los más jóvenes (un saludo a todos esos bachilleres que han acudido al María Guerrero animados por sus profesores).

Por lo tanto, el punto radica en que Adela se impone por fuerza y por empuje a la gran protagonista. Claudia Galán, quien ya demostró agilidad expresiva en Equus, logra aquí una actuación primorosa, una mezcla de libido vibrátil y desvergonzonería, una millennial respondona. A mí me ha encantado; aunque, claro, es tal el ímpetu y la soberbia que muestra desde el inicio ─mostrándonos su vestido verde─ hasta esa desenvoltura en la cena de la noche final, que su suicidio ─escondido entre las bambalinas─ me resulta mucho menos convincente y, por lo tanto, desencajado de la atmósfera poética lorquiana. Y es que le llega a perder el respeto a su madre. Y si ya no le tiene miedo, es que se ha rebelado, y la esperanza reclamada ha brotado en su conciencia. Ahí, nuestro director ha habilitado otra deriva que no llega a ocurrir. Ahí se habilita el portazo y el montarse en el caballo de Pepe el Romano. Para otra ocasión.

No obstante, vayamos más allá todavía con toda la caracterización; porque el vestuario Vanessa Actif no debe pasarnos desapercibido. No solo usa el negro, sino también el blanco en un pijama mínimo que porta Adela. Ante todo, si nos fijamos en las características, son vestidos a la moda actual, con toda la resignificación gótica, pasada por el neopunk y hasta el hipsterismo de aspecto amish. Encontramos mangas con tul y piernas al aire. Hallamos en la matriarca, además, una elegancia que demuestra su categoría económica; pero que profundiza en el acercamiento al mundo eclesiástico. Que porte una especie de capelina abrochada con cremallera es muy significativo.

Blanca Añón ha montado una iglesia contemporánea, un convento nórdico, que sirve como celda y morada. Las campanas que resuenan en la calle antes de entrar nos preparan para observar esa construcción de otra forma. Enorme y blanquísimo armazón iluminado con gran potencia por Pedro Yagüe para que las protagonistas queden a la intemperie, para que nada se oculte en las sombras o en los recovecos inexistentes. El telón como una gran mantilla resulta impresionante y apabulla, signo español de luto y recogimiento religioso. Lástima que los fundidos después de cada acto se alarguen más de la cuenta por puras necesidades técnicas.

Si a ello añadimos la música de Fernando Velázquez ya tenemos la configuración completa; este imprime toda su electrónica house desde el primer instante y «somete» a la paranoia a cada una de las componentes, en una ristra de shocks que metaforizan la ansiedad y el horror a verse enclaustradas. Detalle extravagante que no tiene la suficiente continuidad estética como para resultar coherente.

Con toda esta ambientación, la Bernarda de Ana Wagener queda minusvalorada. Es dura, desde luego, y la actriz muestra una adustez formidable; sin embargo, no sentimos que sea capaz de llevar a cabo esa crueldad que esputa. Se la observa más señora, más, diríamos, «urbana». Se sostiene de otro modo la Poncia de Ane Gabarain, quien ajusta con excelencia una espontaneidad amigable. Destaca por ese manejo que tiene del gesto con su sonrisa astuta. Por otra parte, no tenemos más que tomarnos con buen humor el despelote de Ester Bellver en su encarnación de la abuela, nada que la actriz no realice con su soltura habitual (recuérdese su ProtAgonizo) y esa entrega tan plena. En relación a las hermanas prima la elegancia melancólica de Patricia López Arnaiz, quien resalta, paradójicamente, por no dar el tipo de mujer echada a perder, cuando toma el carácter de Angustias. Luego, el resto se acomoda con buen hacer y, sobre todo, con vivacidad y cierto cariz de suficiencia que se aúna con la tónica general.

Me remito a la idea que he expresado antes. Cuanto más se moderniza, menos persuasivos nos parecen los símbolos, menos se remite a la realidad que se ha ido asentando en nuestro país (si no atendemos a ciertas etnias y algunas imposiciones religiosas). Esta dramaturgia reclamaba una intervención más directa sobre el texto de Lorca.

La casa de Bernarda Alba

Texto: Federico García Lorca

Dirección: Alfredo Sanzol

Reparto: Ester Bellver, Eva Carrera, Ana Cerdeiriña, Ane Gabarain, Claudia Galán, Belén Landaluce, Patricia López Arnaiz, Chupi Llorente, Lola Manzano, Inma Nieto, Celia Parrilla, Sara Robisco, Isabel Rodes, Ana Wagener y Paula Womez

Voces actores: Elías González, Javier Lago, Jaime López, Daniel Llull, Carlos Serrano y Jaime Soler

Escenografía: Blanca Añón

Iluminación: Pedro Yagüe

Vestuario: Vanessa Actif

Música: Fernando Velázquez

Sonido: Sandra Vicente y Pilar Calvo

Movimiento: Amaya Galeote

Caracterización: Chema Noci

Ayudante de dirección: Beatriz Jaén

Ayudante de escenografía: Cristina Hermida

Ayudante de iluminación: Eduardo Berja

Ayudante de vestuario: Sandra Espinosa

Ayudante de movimiento: José Luis Sendarrubias

Realización de escenografía: Espacio Odeón, Gerriets, VNG led y Moquetas Roldán. Telón de encaje: Sfumato

Fotografía y tráiler: Bárbara Sánchez Palomero

Diseño de cartel: Equipo SOPA

Producción: Centro Dramático Nacional

Teatro María Guerrero (Madrid)

Hasta el 31 de marzo de 2024

Calificación: ♦♦♦

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Un comentario en “La casa de Bernarda Alba

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