El dramaturgo Íñigo Guardamino, un veterano del circuito off, plantea en el Teatro Quique San Francisco una sátira acerca del engranaje malicioso en el que se ven envueltos los mensajeros de paquetería que recorren nuestras ciudades

Resulta conveniente observar el circuito off, donde, a veces, aparecen obras que merecen sobrevivir, entre tanta abundancia de intentonas primerizas o de asuntos manidos. Íñigo Guardamino siempre se ha mantenido en cierta marginalidad dentro de esa esfera escénica española y ha saltado poco a los teatros institucionales. Quizás, esto le ha permitido sostener su irreverencia; puesto que lo suyo es la sátira vitriólica, capaz de señalar los destrozos de nuestra vida contemporánea. Con humor negro y golpes de efecto que nos pueden dejar estupefactos, el dramaturgo ha ido aquilatando su estilo dentro del teatro social más inteligente (véase Monta al toro blanco).
Sí es cierto que este último montaje ha rebajado algo esa chocarrería tan rompedora; aunque el pulso es pertinaz. Esta vez la emprende contra las empresas de envío, esas que tienen a un montón de repartidores en bicicleta dejándose los glúteos y el aliento por aguantar a flote. Nuestro antihéroe es un Álex Villazán que vuelve a demostrar su energía y una habilidad enorme para hablar rápido, algo que viene estupendamente en esta función. Un joven graduado en Derecho que comprueba que su currículum apenas le deja oportunidades, si no trae aparejada una experiencia. Que decida aceptar la oferta de empleo de Hermess, le permitirá conocer un mundo de angustia infinita; pero que, paradójicamente, lo enganchará no como si fuera un rider, sino un gamer, un ludópata de su propia supervivencia dopaminada.
El protagonista pierde su capacidad de enjuiciamiento, está desfondado políticamente, no concibe ni la rebelión ni la protesta, ni tampoco el recurso al sindicato. Está dentro del engranaje y no asume su papel de esclavo. En su sobreestímulo constante el reto se pone como algo factible, sin darse cuenta de que el ritmo es inhumano.
El texto brilla con las frases de «galletita de la suerte» que esputa la sibilina chatbot que dirige la app de envíos. Esos ánimos «trascendentales», esa «psicología positiva», digna de nuestro coach predilecto, no tienen precio, son un latigazo fenomenal a nuestra estupidez. Uno, escuchándola, parecería inmerso en algún capítulo de Black Mirror, si no fuera porque ahora mismo nuestro querido ChatGPT ya se nos ha ido de las manos. En cualquier caso, el contexto se regodea en todas esas concepciones que arrastramos en la última década con el «capitalismo de la vigilancia», de Shoshana Zuboff, o esas síntesis tan útiles de Byung-Chul Han con su «sociedad del cansancio o del rendimiento».
Por si fuera poco, la novia le «impone» el poliamor y unos turnos de visita amatoria —hay que ser moderno; aunque estrese—. Katia Borlado ofrece su frescura frente al portátil y demuestra ser otro ejemplo más de chica inmersa en ese flujo de hiperactividad insolvente con su empleo de community manager. En estas, parece que nuestro corredor requiere algo más convencional, como últimamente se opina al hilo de ese vídeo de los Pantomima Full titulado «Conformista».
Luego, los otros dos principales personajes poseen un corte más clásico. Como el Samu que hace con cinismo afinado José Emilio Vera, otro ciclista, un venezolano evangélico que le «presta» su perfil a nuestro protagonista para que avance más rápido en la clasificación, y pueda ganar más pasta (aunque luego le tenga que entregar el 70 %). Mientras que la madre, una Belén Ponce de León que vuelve a imprimir esa soltura y ese gracejo natural, no acaba de entender por qué su hijo no acepta el trabajo en la papelería de su tío.
Guardamino sondea con sagacidad el panorama laboral de aquellos que, por diversas circunstancias, se ven abocados a una precariedad insultante. La comicidad no es tan desbordante como en otras ocasiones, no obstante, merece la pena «indigestarse» con su propuesta.
Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo)
Dramaturgia y dirección: Iñigo Guardamino
Reparto: Álex Villazán, Belén Ponce de León, Jose Emilio Vera y Katia Borlado
Escenografía y vestuario: Paola de Diego
Iluminación y movimiento corporal: Bea Francos
Ayudante de dirección y coreografía: Pablo Martínez Bravo
Ayudante de escenografía y vestuario: Guillermo Felipe Señaris
Espacio sonoro: David Ordinas
Fotografía: Carmen Prieto Remón
Diseño cartel: Andrés Sansierra
Producción ejecutiva: Isabel Castaño
Una producción de La Caja Negra Teatro
Teatro Quique San Francisco (Madrid)
Hasta el 23 de abril de 2023
Calificación: ♦♦♦
Texto publicado originalmente en La Lectura de El Mundo.
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