Una terapia integral

Cristina Clemente y Marc Angelet están logrando con sus comedias un análisis en absoluto naíf de nuestras más afamadas incongruencias. Una terapia integral sitúa al coach-panadero como nuevo sacerdote de almas descarriadas

Una terapia integral - Foto de David Ruano
Foto de David Ruano

Algo que me satisface mucho de las dos obras que he podido ver de Cristina Clemente y Marc Angelet es que son «productos» teatrales de gran valía dentro del circuito comercial, que compiten con mucha inteligencia con montajes de pretendida enjundia que brotan directamente bajo el aura culta de algunos teatros públicos.

Una terapia integral es menos descacharrante que Laponia, su anterior propuesta; pero, a cambio, es más estilosa —desde luego, toda la escenografía de José Novoa, con ese obrador tan detallado, ayuda a captar totalmente nuestra atención—. Es, también, más aviesa sicológicamente y más insidiosa con aquellas estupidizaciones con las que aquellos aspirantes a clase media burguesa han caído, a pesar de su supuesta cultura.

Claro que, tampoco nos pasemos; pues estamos dentro de la comedia moralmente aceptable. Crítica, pero respetuosa incluso con los panaderos, y no tanto con los gurúes modernos; aunque estos, que no van al teatro, porque están en el regodeo de la iluminación eterna, no pueden ofenderse ante nada. Es decir, se dan las exageraciones pertinentes y se fuerza, en ocasiones, una risa a través de un payasismo algo irritante.

Luego, estos dramaturgos demuestran cómo dominan su oficio a la hora de equilibrar las pulsiones de los tres «alumnos», para trazarnos un recorrido no carente de sobresaltos y de sorpresas. Así, el Bruno de César Camino, le permite al intérprete demostrar una vez más sus dotes cómicas. No obstante, su personaje es el que peor remonta desde una excentricidad tan acusada. Un tipo rico que necesita experiencias peculiares para desatascar una vida sin rumbo. Mucho más interesante es la Nieves de Esther Ortega, ya que es el primer límite a la soberbia del guía espiritual. Una cardióloga que anhela sortear sus debilidades a partir del dominio que parece tener frente a la masa. Después la veremos con gran credibilidad cayendo en las redes de la persuasión. Y, luego, Marta Poveda recrea un rol mucho más siniestro, complejo y oculto, que es el que realmente nos dará el contrapunto necesario. Mojigata y vergonzosa, nos confunde con indiscutible elocuencia. La confluencia de los tres está llevada con una sintonía actoral sobresaliente. Porque, ante todo, deben ofrecer alguna respuesta coherente a las exigencias grandilocuentes del coach, que son los grandes farsantes de nuestra época, gente que se alimenta de la miseria y de la fragilidad de aquellos desnortados en los avatares del ritmo urbano.

Antonio Molero deambula por su carácter con encanto y con esa sonrisa ladeada a lo Bruce Willis, que le lleva a una posición de endiosamiento maravillosa. Brillante. Un panadero psicomago dispuesto a mezclar en la coctelera, con su curso elitista, todas esas bagatelas simbólicas que tanto han exprimido las escuelas psicoanalíticas, y que están muy integradas en nuestra sociedad. Rituales purificadores en los que cae el personal, que no están destinados a una auténtica transcendencia vital. De esto tenemos mucho en este espectáculo, y más de uno se reconocerá en su estulticia. Y en ese reflejo nos podremos carcajear al máximo, pues no son unos analfabetos los que caen en un engaño que, paradójicamente puede proveerlos de algún beneficio. Pues, aunque sea para verse estafados, si, al menos se llega a ese punto, por muy doloroso que sea, se habrá emprendido el verdadero remedio, el del «conócete a ti mismo».

Si uno comprende que los recursos humorísticos algo forzados son casi ineludibles en estas obras que buscan llegar a un público amplio, e indaga detrás de esos mecanismos, encontrará una obra que saca a la luz cómo las técnicas del coaching, tan empleadas hoy en grandes empresas y otros espacios, se van colando en actividades tan corrientes como hacer pan.

Una terapia integral

Autoría: Cristina Clemente y Marc Angelet

Dirección: Marc Angelet y Cristina Clemente

Reparto: Antonio Molero, Marta Poveda, Esther Ortega y César Camino

Con la colaboración de Juli Fàbregas

Ayudante de dirección: Beatriz Bonet

Diseño escenografía y vestuario: Jose Novoa

Diseño iluminación: Sylvia Kuchinow

Diseño sonido: Ángel Puertas

Producción: Carlos Larrañaga

Ayudante de producción: Beatriz Díaz

Ayudante de producción: Sabela Alvarado

Ayudante de producción: Ángel Plana Larrañaga

Dirección técnica: David González

Construcción escenografía: Jorba-Miró

Prensa: Ángel Galán Comunicación

Diseño gráfico: Hawork Studio – Alberto Valle y Raquel Lobo

Fotografía: David Ruano

Fotografía de escena y vídeo: Nacho Peña

Gerencia y regiduría: Alfonso Montón

Teatro Fígaro (Madrid)

Hasta el 2 de abril de 2023

Calificación: ♦♦♦

Texto publicado originalmente en La Lectura de El Mundo.

5 comentarios en “Una terapia integral

  1. Pingback: Tantra – kritilo

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