Una terapia integral

Cristina Clemente y Marc Angelet están logrando con sus comedias un análisis en absoluto naíf de nuestras más afamadas incongruencias. Una terapia integral sitúa al coach-panadero como nuevo sacerdote de almas descarriadas

Una terapia integral - Foto de David Ruano
Foto de David Ruano

Algo que me satisface mucho de las dos obras que he podido ver de Cristina Clemente y Marc Angelet es que son «productos» teatrales de gran valía dentro del circuito comercial, que compiten con mucha inteligencia con montajes de pretendida enjundia que brotan directamente bajo el aura culta de algunos teatros públicos.

Una terapia integral es menos descacharrante que Laponia, su anterior propuesta; pero, a cambio, es más estilosa —desde luego, toda la escenografía de José Novoa, con ese obrador tan detallado, ayuda a captar totalmente nuestra atención—. Es, también, más aviesa sicológicamente y más insidiosa con aquellas estupidizaciones con las que aquellos aspirantes a clase media burguesa han caído, a pesar de su supuesta cultura.

Claro que, tampoco nos pasemos; pues estamos dentro de la comedia moralmente aceptable. Crítica, pero respetuosa incluso con los panaderos, y no tanto con los gurúes modernos; aunque estos, que no van al teatro, porque están en el regodeo de la iluminación eterna, no pueden ofenderse ante nada. Es decir, se dan las exageraciones pertinentes y se fuerza, en ocasiones, una risa a través de un payasismo algo irritante. Sigue leyendo

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La bella Dorotea

El Teatro Español recupera obra del dramaturgo madrileño Miguel Mihura. Una historia sencilla en la que prima el humor absurdo y la rebeldía de su heroína en el chismoso ambiente de un pueblo costero

La bella Dorotea - Foto de José Alberto Puertas
Foto de José Alberto Puertas

En primera instancia, no parece que «actualizar» La bella Dorotea, estrenada en 1963, situándola en los años setenta, sea suficiente como para que nos pueda decir algo que no resulte tan ingenuo como caduco. Y eso que el tema del chismorreo y el critiqueo generalizado se ha revitalizado en los últimos años debido al uso patológico de las redes sociales. Pero Amelia Ochandiano se ha quedado en una década que estéticamente se nos hace pop y nos colorea la ferroviaria costa cantábrica. Por lo tanto, el entretenimiento naíf se impone sobre un texto que ha envejecido mal. Esto ocurre, desde mi modesta opinión, porque lleva un ritmo interno muy desigual, y el humor que se destila requiere en nuestras acostumbradas percepciones audiovisuales una vivacidad insolente que en el Teatro Español decae en el suceder de las escenas.  Sigue leyendo

El vergonzoso en palacio

La comedia de Tirso de Molina que dirige Natalia Menéndez se envuelve en un espectáculo visualmente muy atractivo, aunque carente de ritmo

El vergonzoso en palacio escena - Foto de Sergio ParraUna de las comedias palatinas más famosas del dramaturgo madrileño es esta que se representa contra viento y marea en el Teatro de la Comedia. Asistimos a un montaje grandioso en medios; tan llamativo en su manifestación escenográfica, como renqueante en el ritmo que ha dispuesto Natalia Menéndez. Quizás el culpable de este freno sea el arbolazo que Alfonso Barajas ha plantado en el medio de las tablas, para ofrecer una ambientación selvática, y propiciar cada uno de los equívocos y escondrijos que se van a suceder. Ciertamente, la propuesta del escenógrafo sería fenomenal si nos quedáramos únicamente con nuestras sensaciones visuales; pues el susodicho árbol se abre pesadamente por la mitad y es desplazado hacia los laterales con cierta molestia. Ese trajín se ha querido edulcorar sacando al elenco vestido de cotorras argentinas a despistarnos con bailecitos; pero ni por esas. Eso sí, son de valorar las enormes puertas con espejo que estilizan muy bien el juego de apariciones y de apariencias. Sigue leyendo

Tres sombreros de copa

Natalia Menéndez dirige la famosa obra de Miguel Mihura con un montaje con una factura magnífica

Foto de marcosGpunto

Seguramente el mayor problema que tiene esta obra de Miguel Mihura sea la pérdida del contexto para exprimir con mayor tino su crítica y su sátira sutil a una época. Ya, claro, no nos puede decir tanto como antaño, porque, por un lado, el matrimonio ya no es lo que era y; por otra, los personajes carpetovetónicos ahora son más pop y hedonistas de lo que ellos quisieran. Lo que realmente mantiene vigencia es el humor, tan genuino y chocante que hoy tiene una reverberación sin igual en la figura del humorista Joaquín Reyes (y su troupe). Es un humor basado en el ingenio, en buscar el recoveco de la palabra para lograr el chiste inverosímil, que se apoya en lo absurdo tanto como en la sagacidad, en la búsqueda de discursos alternativos, a veces, más sensatos que los reales. Es un humor, además, que requiere un oído atento para desentrañar el hallazgo extraño que llega de improviso y sin que se nos deje recuperar el aliento. Escuchamos a Groucho Marx, a Jardiel Poncela, a Tip y Coll, a los Monty Python y a esa lista de mentes privilegiadas capaces de establecer una nueva lógica a nuestra manera de pensar. Con Tres sombreros de copa ―a diferencia de otras comedias suyas (véase Maribel y la extraña familia)―, el ritmo no decae y el arco dramático que se establece en el inicio culmina muy proporcionalmente al final. Sigue leyendo

Una vida americana

El viaje de una familia a Estados Unidos en busca de un padre ausente durante muchos años

Lucía Carballal es, por méritos propios, una dramaturga muy a tener en cuenta en el género de la dramedia. Precisamente, equilibrar con inteligencia las cuestiones existenciales que pueden derivar en angustia y en conflictos emocionales paralizantes, con unas dosis de humor sarcástico, es el gran dominio de la dramaturga. Pero añadiría una característica que me parece más señera y que ya señalé tras asistir a la función de Los temporales: la escritura de estos diálogos es propia de los mejores guionistas televisivos de los últimos años en España; son punzantes, originales, de gran amplitud irónica; a veces, brutales, entrometidos. El lenguaje lo podemos identificar con el empleado en una serie como Aída. Creo que es un referente ineludible en cuanto que abordaba temas duros como la droga, el presidio, la prostitución, la inmigración en los barrios de clase obrera o la homosexualidad, todo ello manifestado con cariño y vitriolo en una lucha sin cuartel. Sigue leyendo

Gross Indecency

Los famosos juicios a Oscar Wilde suben a escena con un espectáculo visualmente muy vigoroso

Posee Gabriel Olivares y su TeatroLab una veta verdaderamente interesante dentro del panorama escénico español, y que se fundamenta en la aplicación de técnicas como el método Suzuki. El director conoce los entresijos del teatro comercial; pero, como demuestra con obras como esta, también es capaz de indagar en creaciones que pretenden escapar de lo convencional. Ya nos llevamos una grata sorpresa con su montaje de Our Town, donde ya se introducía en estos procedimientos consistentes en el control del cuerpo, en el movimiento grupal, en un desarrollo coral del gesto, etc. Ahora, en la misma Sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez, se aventura con Gross Indecency, esa «grave indecencia» por la cual Oscar Wilde terminó en la cárcel, acusado de sodomía. La historia de los tres juicios a los que se vio expuesto —en el primero de ellos el denunciante fue él mismo— es bien conocida, gracias a diferentes publicaciones y a películas con cierto éxito como Wilde (1997), de Brian Gilbert. Sigue leyendo