El cómico redunda en su visión de la vida a través del análisis del Anfitrión de Plauto y su relación con los dioses. Y, también, su propio camino espiritual hacia la contemplación «de la luz interior»
La recursividad se impone en la sucesión de sus últimos trabajos y unos se imbrican en otros. Hasta tal punto ocurre así, que sus admiradores se regocijan con la serie de chistes y de anécdotas que nunca faltan. Esto puede provocar cierta pesadez, cuando uno ya atesora una buena colección de obras como espectador y siente que el efecto sorpresa se diluye. Pero su oficio va de eso. Justamente, en Los dioses y Dios el argumento se torna más elusivo que nunca; pues, en realidad, nos quiere descubrir las técnicas interpretativas de la tradición a la que él se adscribe. Ya sabíamos de su fervor por Darío Fo; aunque ahora nos desgrana, a través de Plauto, cómo ciertos gestos, ciertas bromas y burlas fueron recogidas de individuos peculiares, callejeros y rufianescos, para introducirlos en las atelanas (pequeñas farsas del siglo II a. C.). Eran los lazzi que luego en la commedia de’ll arte sirvieron de base para la improvisación, y que trufaban los canovaccios, aquellos guiones que se utilizan como sustento de la aparente espontaneidad. Y de esto se trata con El Brujo, un tipo que constantemente juega con nosotros y los supuestos olvidos en los que cae. Y no es que tenga trazado al milímetro su pieza, es que domina como nadie la pulsión escénica con las artes propias del bufón que se sitúa más allá del bien y del mal. Reconoceremos que este montaje es más divertido que su anterior propuesta El alma de Valle-Inclán; a costa, eso sí, de resumir la comedia plautina al máximo.
En su habitual y extensísimo preámbulo, una vez nos inicia en la imperiosa necesidad de recurrir a los mitos en su sentido más primigenio, el actor se adentra por vericuetos realmente populistas al repartir estopa a la clase política. Lo hace de manera torticeramente desigual, echando mano de la preterición. Pero todo está amasado con tal pericia, que es capaz de entrar y salir del fango de la cotidianidad para criticar las inconveniencias del presente, como si fuera un sabio redivivo. La solemnidad se aplaca con la sátira; y la pátina erudita (véase su referencia sobre Esperando a Godot) se allana con bailoteos de clown ante las notas ad hoc de su fiel hombre orquesta Javier Alejano.
Anfitrión es la excusa para incidir en sus preocupaciones. Esta obra ya la interpretó el propio Brujo en Mérida allá por 1996. Y a él le sirve para insistir en su concepción del paganismo, de cómo ha tomado desde hace tiempo «lo religioso», su relación con los dioses, su camino espiritual —no falta su anécdota consabida sobre su estancia en Santo Domingo de Silos para encontrarse— hacia la contemplación de la «luz interior».
Es una cuestión que ya ha trabajado con autores cristianos como santa Teresa de Jesús o san Juan de la Cruz; pero que también lo ha llevado, así nos lo recuerda aquí, a ciertos gurús como Paramahansa Yogananda. A él, precisamente le dedicó el espectáculo Autobiografía de un yogui, y sobre este extrae aquello de que «todos somos dioses». Creo que, en este sentido, al final destila cierto tufillo de autoayuda muy propio del new age. Porque si bien le vale para disertar sobre la racionalidad y la emancipación individual sobre los imperativos del consumo y lo material, también parece que sus fórmulas son tan sensatas como ingenuas.
Podemos argüir que El Brujo se repite, que tiene su repertorio de gags muy explotado; no obstante, su agilidad mental es incuestionable y su capacidad para arrastrar a su terreno a públicos con gustos diversos parece propia de un embaucador fascinante.
Versión y dirección: Rafael Álvarez
Reparto: Rafael Álvarez, El Brujo
Música en directo: Javier Alejano
Diseño de escenografía: Equipo Escenográfico PEB
Diseño de iluminación: Miguel Ángel Camacho
Director musical: Javier Alejano
Diseño de vestuario: Gergonia E. Moustellier
Fotografía: Fernando Marcos
Diseño gráfico: H&R
Regidor: Juan Bastida
Realización de vestuario: Talleres Moustellier
Realización de escenografía: Tossal Producciones
Directora de producción: Herminia Pascual
Ayudante de producción: Ana Gardeta
Jefe técnico: Óscar Adiego
Distribución: Gestión y Producción Bakty, S.L.
Coordinador de redes sociales: Óscar Larriba Sala
Una producción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y la Compañía de Rafael Álvarez, El Brujo, con la colaboración de la Junta de Andalucía
Teatro Bellas Artes (Madrid)
Hasta el 26 de marzo de 2022
Calificación: ♦♦♦
Texto publicado originalmente en La Lectura de El Mundo
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