Rafael Álvarez «El Brujo» toma como excusa el tema del actor y su importancia en los Siglos de Oro para insistir en sus búsquedas existenciales

Apenas hace un año estrenaba el Brujo su espectáculo Los dioses y Dios. Ahora, por fin se sube a las tablas del Teatro de la Comedia para profundizar en la síntesis que a él realmente le fascina. Es decir, el misterio de la vida, esa verdad inasible que intenta hallar en los místicos de todo tiempo y lugar, y que, en realidad, va acotando en el arte, en la belleza, en la experiencia estética. Él mismo, como actor, como ese bululú que recorre los caminos de España —así nos ilustra luego con todas las clásicas agrupaciones actorales que detalla Agustín de Rojas en El viaje entretenido— sería un médium de esa verdad a la que somos destinados a través de su interpretación, de su palabra revelada, de la fascinación que encontramos en lo imaginario, la confluencia de los mundos posibles entreverados por lo verosímil. Sigue leyendo