Dominic Dromgoole adapta y dirige la célebre obra de Lope de Vega en los Teatros del Canal
El último gran montaje sobre esta comedia palatina que Lope debió componer en 1613, fue la que dirigió Helena Pimenta para Compañía Nacional de Teatro Clásico; ahora, la Fundación Siglo de Oro vuelve sobre la afamada obra, como ya hizo en 2007 bajo la batuta de Laurence Boswell, con el genio de Dominic Dromgoole, quien estuvo diez años al frente del Globe Theatre de Londres. El perro del hortelano es una obra que, si se le da un buen ritmo y se modulan los embates amorosos con suficiente pericia, es difícil que no guste. Que los actores, y principalmente las que harán de criadas, salten a ese a propiciar una captatio benevolentia muy desenfadada, con guiños cachondos al público y volviéndose unas payasas muy cachondas, es una forma estupenda de comenzar. Mar Calvo, que luego hará de Dorotea, como sirvienta de cámara, demuestra poseer una vis cómica maravillosa para ponernos a tono, tal y como se hacía por el Siglo de Oro. También la molesta luz de sala que se sostiene durante la representación sirve como remedo de aquella época. Porque digamos que las gracias del asunto, se van produciendo trastabilladas según se va engendrando ese muelle de atasques y desatasques, de quiero y no puedo, de, al fin y al cabo, comer y no dejar comer. Quizás, pronto se detecta en María Pastor, una condesa de Belflor de rictus un tanto maléfico, de carácter brusco, que mantiene enérgicamente sin atravesar otras modulaciones intermedias que nos hagan creer algo más su paso a la ternura de la enamorada penitente. La actriz posee unas virtudes interpretativas fuera de toda duda, como son su manera de declamar el verso, con soltura y seguridad, además de sus aptitudes como cantante y aparte de su movimiento soberano por el escenario. Se observa a una perfeccionista, en este caso, con exceso de perfección. También es cierto que su pareja no se lo pone fácil; porque Nicolás Illoro, que nos ofrece un secretario muy fresco y ágil, me parece más que joven, juvenil en sus gestos. Cuesta ver ahí a un futuro matrimonio muerto de amor, si nos ceñidos a parámetros más clásicos, que son a los que aquí se exploran. Es decir, los momentos de armonía son tan leves, que la desarmonía entre los dos, no nos deja espacio para crear un imaginario protorromántico en nuestras cabezas. Dromgoole se ha pasado de la raya a la hora de marcar la tensión. Por otra parte, creo que la figura que más sobresale de todas es la de Tristán, el lacayo del Teodoro. Julio Hidalgo realiza una actuación excepcional y ofrece una gama de movimientos, guiños y acentuaciones que lo convierten en un tipo singularísimo. Su ironía es de una inteligencia sutil y su manejo de las circunstancias, en perfecto equilibrio con su sensatez, es muy cínica (de Diógenes, por supuesto). Zurcidor de entuertos, bondadoso trampero e ingenioso deus ex machina. Pues, en este último sentido, se saca de la manga un relato bizantino con anagnórisis incluida, para dotar a su señor de prosapia sobrevenida. De esta forma, el conde Ludovico, un Luis Hostalot (en sustitución de Mario Vedoya) fulgurante y huidizo, se convence de que Teodoro es su hijo perdido. Es una escena que se impone como un exabrupto y que no termina de engarzar con verosimilitud con la trama. Es un subterfugio fundamental, que se resuelve en un pispás. Máxime, si tenemos en cuenta que la función supera las dos horas y que, pasada la mitad, la reiteración del vaivén se desgasta en esa locura inmoral y descuidada. Puesto que el secretario pasa de flirtear con la señora a entregarse por entero a Marcela, una de las damas de compañía. Elisabet Altube (en sustitución de Raquel Nogueira) la perfila inicialmente como a una muchacha algo tontorrona, ahíta de hormonas, y poco convincente. Después, parece que un golpe de madurez, la convierte en una mujer más estratégica y, sobre todo, pragmática. Y es que Lope de Vega planea toda una concepción sobre el ascenso social, pero también sobre las conveniencias de unos y otros, para aceptar que ciertos trucos, ciertas mentiras —en absoluto inocentes—, bien valen para desencorsetar unas costumbres que no se ajustan adecuadamente a la pasión. Por otro lado, gran parte de la comicidad viene de los estrafalarios y animalizados pretendientes. Jesús Teyssiere encarna al marqués Ricardo en el paroxismo dancístico para un cortejo, parodiando alguna tribu africana o polinesia. El actor está fenomenal y explota la idea con desparpajo. Igualmente, Daniel Llull, como un auténtico pavo real, adopta posturas inverosímiles para lucir plumaje ante la hierática dama. Ambos juegan ese papel necesario para el deshielo que se exige desde el palacio. Además, aportan lo suyo con gran disposición y buen hacer, tanto Manuela Morales, en sus pequeños y múltiples papeles; como Raquel Varela, en el papel de Fabio, el gentilhombre de la condesa. Poco se puede afirmar de la escenografía, puesto que se ha querido dejar un espacio bastante diáfano para que el ritmo fluya. Tres marcos reparten las entradas y las salidas. Sí que infunden alegría e, incluso, jolgorio algunas de las interpretaciones musicales, donde encontramos muy distintas capacidades vocales. Quedémonos con la zarabanda, construida con versos áureos y plasmada con buen gusto. Con todo esto, podemos seguir planteándonos qué nos transmite esta comedia y si la continuamos observando como una transgresión dentro de un mundo de valores cristianos —la de aquel siglo XVII en decadencia—; frente al nuestro, tan secularizado, que también posee sus esquemas clasistas, que se imponen de formas muy sofisticadas, en ocasiones. Así que perfectamente podríamos trasladar los pruritos expuestos a nuestro sistema actual de envidias, imposturas, narcisismos y vanidades varias de la feria digital. En términos generales, creo que Dominic Dromgoole ha realizado un buen trabajo y ha logrado sacar partido a una de las obras más populares de nuestro Fénix.
Autor: Lope de Vega
Dirección: Dominic Dromgoole
Adaptación: Dominic Dromgoole / Fundación Siglo de Oro
Intérpretes: María Pastor, Nicolás Illoro, Elisabet Altube (Raquel Nogueira), Jesús Teyssiere, Raquel Varela, Daniel Llull, Manuela Morales, Julio Hidalgo, Mar Calvo y Luis Hostalot (Mario Vedoya)
Música: Xavier Díaz Latorre
Diseño de vestuario y caracterización: Jonathan Fensom
Diseño de iluminación: Fernando Martínez
Diseño de escenografía: Fundación Siglo de Oro
Coreografía: Patricia Ruz
Dirección musical: Luis Miguel Baladrón
Dirección técnica: Aitana Herraiz
Coordinación de producción: Ana Ramos
Diseñadora de vestuario asociada: Carolina Arce
Prensa: Agua de Lurdes
Diseño gráfico: Laura Racero
Componente pedagógico: Francesca Suppa
Distribución: Elena Martínez / Fundación Siglo de Oro
Vídeos e imagen promocional: Jesús Teyssiere
Asistente de dirección: Carmen Salmerón
Auxiliar de producción: Pablo Villa Sánchez
Un proyecto de: fundacionsiglodeoro.org
Coproducción: beon y Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid
Colaborador: bekultura
Teatros del Canal (Madrid)
Hasta el 30 de abril de 2021
Calificación: ♦♦♦
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