Cine teatralizado sobre el Filoctetes de Sófocles en un intento fallido de aproximación en los márgenes de la metaficción

Wajdi Mouawad, en su pretensión por llevar a escena la siete únicas tragedias que conservamos de Sófocles, llega a la estación final, a los moribundos Filoctetes y a Edipo (en Colono); él, también, moribundo y errabundo en un proceso creativo atascado en el impás, resuelve salirse de sí, merodear alrededor del texto, aproximarse a la metafísica de la puesta en escena y, finalmente, acometer la purificación; es decir, la catarsis de su ser en una incursión alegórico-dantesca que le permita descubrir de nuevo la claridad. Para ello acude al lenguaje cinematográfico y nos plantifica en el centro del escenario una gran pantalla de la que el propio actor podrá salir y entrar, en ese juego metaficcional que hemos visto en otras ocasiones en el propio cine (como La rosa púrpura de El Cairo, inspirada a su vez en otras de Buster Keaton o Harold Lloyd) o, en el teatro, precisamente en este mismo escenario del Valle-Inclán y en el mismo ciclo de «Una mirada al mundo» con la Julia de Christiane Jatahy (en esta función lo fílmico y lo metateatral jugaron absolutamente a favor). Por otra parte, encontré que el subterfugio se aproximaba mucho al Tristam Shandy que Michael Winterbottom presentó en el 2006. La cuestión, en cuanto al montaje de este Filoctetes, radica en plantear si asistimos a una película con elementos teatrales o a una función dramática con apoyo fílmico. Lo deseable hubiera sido lo segundo, pero la verdad es que termina por ser lo primero. La película devora a Mouawad y nos usurpa, por lo tanto, esa purificación al que todo actor se somete cuando interpreta cada noche su papel, y más en una tragedia griega, y mucho más si nos intenta exponer una crisis existencial. Pero lo trágico viene pregrabado y el dramaturgo-intérprete se queda como prologuista y como alguien que aporta pinceladas del todo insuficientes para las dos horas y veinte minutos que dura el espectáculo. Ni que decir tiene que el efecto «mágico» entre realidad y ficción, en el adentramiento del protagonista y en su propia creación cinematográfica, se va diluyendo. Aunque muchos espectadores pueden aceptar que esto es lo propio del arte posmoderno (ya se sabe, cuando las formas propias de un arte se tornan inanes o el artista no encuentra cauces de expresión adecuadas y coherentes, se hibrida con otras manifestaciones artísticas para salir del paso, aunque de alguna manera se apoye en un fracaso. Ya ocurrió durante las Vanguardias) y que, incluso así, puede relatarnos hechos verdaderamente emocionantes. Y de esa manera ocurre en algunas fases. Muchos símbolos relacionados con la crisis actual de Grecia o la búsqueda del traductor, recientemente fallecido, que se recluye con otros poetas en una especie de Parnaso residencial. De igual manera, la presencia de la basura expulsada «realmente» hacia el escenario nos permiten volver materialmente a la relación actor-espectador, a pesar de la intermitencia. A la contra, se puede argumentar que debemos soportar demasiadas explicaciones en las escenas iniciales de la obra para conseguir que nos situemos y, luego, no sé hasta qué punto nos permite adentrarnos en sus bloqueos, en el suicidio ritual y en su marcha por los círculos de su particular Divina Comedia. Creo que se nos muestra una etapa de la vida en un estado terminal, pero se percibe nebuloso su profundo sufrimiento (aquí, lo cinematográfico vuelve a ser un handicap). También en la tragedia de Sófocles, el mismo Filoctetes, todo un héroe, un solitario Robinson, nos puede parecer patético con su herida hedionda manejado por la retórica engañosa de Neoptólemo; como aquí si el protagonista no nos destina hacia la trascendencia de su angustia, cuando en la isla de Lemnos se ve superado frente a su equipo, para seguir con el proyecto tal y como está planeado. Si con Seuls podemos afirmar que Wajdi Mouawad se apropió de diferentes lenguajes visuales y plásticos, como el vídeo y la pintura, para sintetizarlos como manifestación propiamente dramatúrgica, aquí no ocurre igual. Quizás el mayor acierto esté en asumir que con Filoctetes se puede hacer muy poco, y que cuando un creador entra en crisis debe repoetizar sus metáforas, aquellas que conectan íntimamente con los arcanos y que te permiten hacer tierra.
(basada en Filoctetes de Sófocles)
Texto y dirección: Wajdi Mouawad
Reparto: Dimitris Kranias y Wajdi Mouawad
Imagen, sonido y vídeo: Wajdi Mouawad
Mezcla: Adéa Guillot e Ilia Papaspyrou
Traducción: François Arvanitis y Basile Doganis
Dramaturgia: Charlotte Farcet
Escenografía: Emmanuel Clolus
Música original: Michael Jon Fink
Espacio sonoro: Michel Maurer
Iluminación: Sébastien Pirmet
Vestuario: Emmanuelle Thomas
Sonido: Jérémie Morizeau
Plató: Marion Denier y Magid El Hassoun
Producción: La Colline – théâtre national
Ciclo «Una mirada al mundo»
Teatro Valle-Inclán (Madrid)
Hasta el 30 de octubre de 2016
Calificación: ♦♦♦
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5 comentarios en “Inflammation du verbe vivre”