Pilar G. Almansa dirige el conmovedor recuerdo de Manuel Díaz Barranco, interpretado por su propia nieta
A cuenta de la Historia como asignatura en los institutos, un profesor, hace unos días afirmaba que los alumnos saben mucho más del Holocausto nazi que de la Guerra Civil española o del franquismo. Hay temas que se han abandonado y otros que no tienen freno. Lo cierto es que, si nos sigue pareciendo interesante y persuasivo, bien podemos continuar escudriñando la Segunda Guerra Mundial; puede ser un gran antídoto contra los agoreros y los quejicas de nuestro tiempo. Hace poco hablaba por aquí de Mi niña, niña mía que aún se representa en el Teatro Español; y hace unos meses se proyectaba la película de Mar Targarona, El fótografo de Mauthausen, sobre la vida de Francisco Boix y sus peripecias heroicas para salvar los negativos que propiciarían algunas de imágenes más terroríficas del siglo XX. Al hilo de aquellos españoles que fueron «concentrados» en aquel campo austriaco, ya tuvimos en 2014 una obra teatral que remitía al asunto, El triángulo azul, de Laila Ripoll y Mariano Llorente. Ahora es Pilar G. Almansa quien ordena la historia de Manuel Díaz Barranco para propiciar este drama. Son unas grabaciones suyas en manos de su nieta Inma González, que es, exactamente, quien se encarga de interpretar a su abuelo en el deambular terrible desde su tierra natal a los quince años (La Línea de la Concepción, Cádiz) hasta caer en el campo de concentración que da título a esta función. Antes de ello se ha enrolado en el bando republicano durante la guerra y después ha tenido que huir a Francia para caer en Argelès-sur-Mer con otros muchos compañeros. Y más tarde a Gusen con todos aquellos «débiles» y «demediados». Apodado el Lenteja, parece que la guasa gaditana le permitió sortear la desesperanza o, al menos, eso nos intenta transmitir la actriz. Ciertamente, adopta un tono dicharachero, verosímil y algo tópico ―creo que inevitable― a nuestros oídos (lo andaluz en su esencia). Quizás en la caracterización se podría haber afinado un poco más; aunque poco importa que sea una chica la que interprete a un muchacho. Desde luego, no se puede afirmar que se entra en la comedia, aunque haya momentos y guiños humorísticos, hipérboles que destensan situaciones angustiosas y comparaciones que nos sujetan al suelo con algo de gracia. Despliega un discurso ágil, a veces irónico, que no se demora en la crueldad o en lo tenebroso; pero que no obvia la tortura, el horror y el miedo. Expele sinceridad a raudales y el público se confía a una historia que tenemos más o menos trazada en la cabeza y que nos sigue pareciendo increíble. En ocasiones, se echa en falta una mayor profundización en otros personajes; puesto que da la sensación de ser un relato algo distanciado, seguramente porque quiere abarcar un lapso bastante amplio. Por eso se resuelve, sin más, con algunas pinceladas descriptivas, el encuentro con otros reclusos. Además, las dos máximas responsables del montaje, han sabido crear un ambiente tan adecuado como sugerente. Los pares de zapatos huérfanos de pies son el símbolo, la huella del exterminio, la horma del pavor para terminar apilados como una montaña de amargura. O esa alambrada luminosa como si fuera una guirnalda de las verbenas. O la escalera que nos remite a esa cantera insufrible en la que murieron tantos hombres de cansancio, cuando subían y bajaban cargados con rocas pesadísimas. Todos esos individuos que procedían de tantos lugares: polacos, rusos, franceses… Los españoles, considerados apátridas por Franco, terminaron con «la S» en su triángulo azul, para convivir con los triángulos verdes, rosas, marrones, en esa variopinta hermandad de la supervivencia. Mauthausen. La voz de mi abuelo, es una obra repleta de sensibilidad y de cercanía con el espectador que pretende conectar desde la sencillez.
Mauthausen. La voz de mi abuelo
Dirección y dramaturgia: Pilar G. Almansa
Intérprete: Inma González
Espacio escénico: Pilar G. Almansa e Inma González
Espacio sonoro y música original: Luis Miguel Lucas
Ambientación de vestuario y zapatos: María Calderón
Ambientación de escenografía: Rubén Díaz de Greñu
Realización de escenografía: Agustín López e Inma González
Diseño de iluminación: Jesús Antón
Diseño gráfico: Mamen Fernández
Diseño y montaje tráiler: Sergio Milán
Producción: Trajín Teatro
Sala Nave 73 (Madrid)
Hasta el 27 de abril
Calificación: ♦♦♦
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