El Teatro Fernán Gómez acoge una obra con fragmentos de Shakespeare sobre el martirio del gran pensador londinense
Al igual que pensaba Sócrates, para Tomás Moro la coherencia con sus propias ideas, se torna inapelable. Si espera la muerte por su defensa, que llegue. Y así comienza la obra teatral creada al alimón por Shakespeare y otros dramaturgos de la época. El pensador, recluido en prisión, rememora, con la ayuda de un historiador, el tipo de vida que le ha llevado hasta allí. Es precisamente la figura de ese historiador, la que desencaja los propios acontecimientos. Ángel Ruiz da forma, con su habitual gracia escénica, a una especie de narrador del presente (vestido de traje y corbata) que se inmiscuye, de vez en cuando, entre las escenas para ofrecernos explicaciones que no parecen del todo adecuadas, a no ser que se espere a un público juvenil, que precise esas puntualizaciones, e, incluso, bromas intemporales como una fotografía a modo de retrato familiar. Pues este afán didáctico lastra desde el principio un texto que ya es desigual, donde los fragmentos de esos supuestos autores se entreveran con cierta imperfección. Ignacio García May ha resuelto una adaptación que quizás necesitaría mayor duración con el fin de conseguir una tensión dramática que expusiera el verdadero desconcierto de una situación trágica. De esta manera, el contraste entre el sentido del humor de Moro, que no ceja en demostrar a cada paso con engaños, juegos y otras chanzas, y el conflicto moral que se le impone cuando debe negarse a aceptar los presupuestos de todo un Enrique VIII a punto de romper con Roma, no acaba de definirse ni de un lado ni de otro, aunque, en realidad, como todos sabemos, la muerte es lo que le espera. De Tomás Moro, una utopía, dirigida por Tamzin Townsend, destaca un escenario realmente simbólico: una especie de estrado circular al que se van subiendo los diferentes personajes, una pantalla rectangular donde se proyectan imágenes que se conjugan perfectamente con la acción —entre ellas, diversos cuadros de Hans Holbein, el Joven— y unas astas como picas mirando al cielo con varios travesaños donde se suben algunos protagonistas. Un planteamiento geométrico, racional como la utopía que proyectó Moro y que pudo compartir con Erasmo (otro personaje célebre dentro de la obra). También destaca, claro, José Luis Patiño interpretando al máximo protagonista que nos ofrece verdaderos momentos álgidos, como un discurso lleno de sabiduría que le espeta a unos rebeldes. El resto de actores tiene que luchar por sus cambios de papel y de vestuario, sin tiempo para sobresalir. Aún así, entre las dificultades de la adaptación (con recorte en el número de personajes incluida) y ese deje didactista, la obra nos concede el reflejo de uno de los mayores pensadores del siglo XVI.
Tomás Moro, una utopía
Autores: William Shakespeare y Anthony Munday, Herny Chettle, Thomas Dekker y Tomas Heywood.
Versión: Ignacio García May
Traducción: Aurora Rice y Enrique García-Máiquez
Dirección: Tamzin Townsend
Reparto: José Luis Patiño, Ángel Ruiz, Lola Velacoracho, Silvia de Pe, Sara Moraleda, Manu Hernández, César Sánchez, Daniel Ortiz, Chema Rodríguez-Calderón, Jordi Aguilar y Ricardo Cristóbal
Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda
Vestuario: Gabriela Salaverri
Iluminación: Felipe Ramos (A.A.I.)
Sonido: Sandra Vicente
Regiduría / caracterización: María J. Barta
Ayudante de dirección: Ricardo Cristóbal
Teatro Fernán Gómez (Madrid)
Hasta el 24 de noviembre de 2013
Calificación: ♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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