Rif (de piojos y gas mostaza)

Laila Ripoll y Mariano Llorente nos trasladan al Desastre de Annual a través de un espectáculo de variedades como hilo conductor, que satiriza lo militar

Rif (de piojos y gas mostaza) - Foto de Luz SoriaEl Centro Dramático Nacional está dando buena cuenta de la conmemoración del Desastre de Annual (1921) a través de dos obras de carácter humorístico. Primero fue Alfonso el Africano, y ahora toca Rif (de piojos y gas mostaza).

Laila Ripoll y Mariano Llorente vuelven a recurrir al café-cantante —como, de alguna manera, hicieron en El triángulo azul—, para edulcorar las angustias de la guerra en África y, también, para emitir una crítica socarrona sobre los consabidos vicios españoles. Este procedimiento vodevilesco arrumba en exceso la recreación histórica, pues esta queda expuesta con una serie de películas a modo de noticiarios que, a su vez, son explicados reiterativamente por parte del elenco. Sigue leyendo

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Carsi

Eduardo Vasco dirige en el Teatro de La Abadía esta parodia que ha escrito sobre la vida precaria de los cómicos

Que una compañía como Noviembre Teatro, dedicada casi de pleno a la adaptación de clásicos, se embarque en una creación tan metateatral, no deja de ser un autohomenaje paródico, una especie de paréntesis reflexivo y, fundamentalmente, un divertimento desengrasante. Para realizar este artefacto, Eduardo Vasco ha recogido diversos elementos del propio mundo actoral, y así poder elaborar un pastiche. Y, como tal, pues uno termina por quedarse con la idea de conjunto; porque la disparidad de escenas y, principalmente, la dispersión espaciotemporal, terminan por centrifugar el argumento en un engrudo excesivamente caótico. Fijémonos cómo se demora el preámbulo sin que nos presenten al que debe ser el gran protagonista y que, luego, a la postre, tampoco se explote su personaje en exceso. El caso es que un grupo de intérpretes se plantan ante su público para expresar con orgullo dolido que ellos son «de los clásicos». Y a partir de ahí llegan las coplillas irónicas y se intercala el rock vociferante y, un vergonzante rap (o algo así) que Resines no hubiera superado. Transicionar estas piezas con escenas encajadas sin comedimiento, como la del casting dirigido por millennials entontecidos, lleva a configurar unas piruetas dramatúrgicas insostenibles. La comedia no se centra en su asunto básico y se va por las ramas sin medida hasta que tomamos cuenta de por dónde se nos quiere llevar. Afortunadamente, contamos con un elenco que, dados los mimbres del libreto, van a sacar oro; y eso que el ritmo que se imprime no es el adecuado como para concatenar las tímidas risas que van surgiendo entre las butacas. Sigue leyendo

Tres sombreros de copa

Natalia Menéndez dirige la famosa obra de Miguel Mihura con un montaje con una factura magnífica

Foto de marcosGpunto

Seguramente el mayor problema que tiene esta obra de Miguel Mihura sea la pérdida del contexto para exprimir con mayor tino su crítica y su sátira sutil a una época. Ya, claro, no nos puede decir tanto como antaño, porque, por un lado, el matrimonio ya no es lo que era y; por otra, los personajes carpetovetónicos ahora son más pop y hedonistas de lo que ellos quisieran. Lo que realmente mantiene vigencia es el humor, tan genuino y chocante que hoy tiene una reverberación sin igual en la figura del humorista Joaquín Reyes (y su troupe). Es un humor basado en el ingenio, en buscar el recoveco de la palabra para lograr el chiste inverosímil, que se apoya en lo absurdo tanto como en la sagacidad, en la búsqueda de discursos alternativos, a veces, más sensatos que los reales. Es un humor, además, que requiere un oído atento para desentrañar el hallazgo extraño que llega de improviso y sin que se nos deje recuperar el aliento. Escuchamos a Groucho Marx, a Jardiel Poncela, a Tip y Coll, a los Monty Python y a esa lista de mentes privilegiadas capaces de establecer una nueva lógica a nuestra manera de pensar. Con Tres sombreros de copa ―a diferencia de otras comedias suyas (véase Maribel y la extraña familia)―, el ritmo no decae y el arco dramático que se establece en el inicio culmina muy proporcionalmente al final. Sigue leyendo

Una humilde propuesta

Mariano Llorente se encarna en un satírico promotor dispuesto a solucionar la pobreza de nuestro país

Foto de David Ruiz

Viene muy a cuento lo que se critica en esta obra satírica de Jonathan Swift. Apenas un panfleto de unas cuantas páginas donde vuelve a desbordar los planos de la crítica con esa inteligencia tan soberana. Desde luego, no es en su forma la misma ironía con la que procedía Sócrates para obtener la sabiduría; pero este recurso retórico conserva ese efecto revelador que produce tanta estupefacción. Proceder así en esta proclama, proponiendo técnicamente, con toda clase de detalles matemáticos y estadísticos, sobre un proyecto serio para «zamparse» a los hijos de los pobres cuando cumplan un año y alcancen un estimable peso (entre diez y doce kilos), es una provocación que no dejará a nadie indiferente. El truco discursivo es idóneo para exigir, precisamente, todo lo contrario; a saber, una responsabilidad política y social sobre esa parte depauperada de la sociedad. Y si señalo que el contenido del texto es muy pertinente para la observancia de nuestra querida España, es porque la pobreza infantil anquilosada ofrece datos tan descomunales como desalentadores ―aunque se encubran en nuestro mundo estetizado de virtualidades virtuosas. Según el INE, la pobreza infantil afecta a uno de cada tres niños. Estamos en 2019 y parece que eso no es una urgencia. En las democracias liberales, la capacidad de los pobres (por sus circunstancias no solo socioeconómicas, sino socioeducativas) para protestar, para manifestarse y para presionar políticamente, son muy bajas (evidentemente no se pueden poner en huelga, por ejemplo). Sigue leyendo

La judía de Toledo

Laila Ripoll versiona con insuficiente ambición esta desconocida obra de Lope de Vega

El acontecimiento teatral del siglo XVIII fue La Raquel de Vicente García de la Huerta, una tragedia basada en una leyenda castellana sobre la judía amante de Alfonso VIII. Sobre el mismo tema ya había escrito el mismísimo Lope de Vega con el título de Las paces de los Reyes y judía de Toledo, publicada en 1617. Desde luego, ya podemos afirmar que no es el mejor texto del Fénix, principalmente por las incoherencias estructurales entre el primer acto y los otros dos. De hecho, el planteamiento es resuelto por la versión de Laila Ripoll con una extensa contextualización en vídeo, donde comprendemos que nos hemos de trasladar a los años 60. Se establece un «juego» con imágenes del NO-DO en las que aparece Franco, por supuesto; pero también Fabiola y Balduino, que se utilizan para narrar el enlace entre Alfonso VIII (1155-1214) y Leonor de Plantagenet, hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania. Pero el meollo del asunto radica en el súbito enamoramiento del rey de una judía llamada Raquel que encuentra un día en la orilla del río y con la que se recluirá siete años en un castillo hasta que todo se finiquite por las bravas. A mitad de camino entre la historia de amor fronterizo y el thriller político, en un pim pam pum (fuego) se deshace el nudo. Sigue leyendo

El triángulo azul

El triángulo azul se debate entre la carnavalada y el horror en un campo de concentración nazi

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¿Por qué un pueblo como el alemán, con sus hitos filosóficos, sus músicos, sus escritores puede llevar a producir tal monstruosidad? Se lo pregunta Paul Ricken, encargado de fotografiar cada una de las atrocidades que ocurran en Mauthausen, mientras nos conduce durante toda la historia de los españoles llegados allí para luchar por la supervivencia. Este fotógrafo es interpretado por Paco Obregón con una tristeza que va in crescendo hasta configurar un personaje-huella de aquel infierno. Sigue leyendo