Las criadas

Una asepsia sicótica sirve para envolver esta adaptación del ya clásico de Genet, con unas soberbias actuaciones de sus intérpretes

Las criadas - Foto de Jesús Ugalde
Foto de Jesús Ugalde

La obra de Jean Genet, no nos paremos a recordar su vida carcelaria, o la versión de Splendid´s que pudimos ver hace un lustro, continúa estremeciendo y debe ser un aldabonazo para aquellos abnegados que se arrodillan ante sus estupendos jefes. Paco Bezerra se ha inmiscuido en el texto del francés para lograr que la fuerza oratoria cobre nuevo vigor. A su vez, Luis Luque ha dirigido este montaje con sádica exquisitez en la gama de los contrastes. Ambos ya ocuparon esa sala del Matadero para descubrirnos El señor Ye ama los dragones. A priori, el argumento no entraña gran complejidad, dos criadas en un hogar burgués (imaginamos) juegan a envestirse de su señora, y a maltratarse igualmente. La dialéctica del amo y del esclavo hegeliana hace aparición; pues ellas se constituyen a través del deseo de su señora, es decir, esta requiere del deseo de sus siervas para determinarse como dueña; mientras que ellas, en inferioridad, necesitan sentir su utilidad. Está claro que esas dos criadas alcanzan la categoría de lo alegórico. En ellas no está su vida particular, sino su condición de siervas y proveedoras de un sistema, de una estructura desesperantemente sisífica. Solo a través del mal, de la rebelión, puede uno liberarse de esas cadenas tan opresoras. Será aceptable moralmente si el objetivo es la libertad, será deleznable; si la búsqueda es ocupar el puesto fustigador de los señores. Lo interesante es comprobar que no han sucumbido totalmente a la alienación; aunque, por ejemplo, Claire demuestre su acatamiento y su debilidad cuando está frente a la señora con la tisana deletérea. Sigue leyendo

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Fariña

Llega al Matadero la adaptación teatral del exitoso libro de Nacho Carretero como un engrudo bufonesco

Se ha repetido hasta la saciedad que con el libro de Nacho Carretero se produjo un extraordinario efecto Barbra Streisand; pues el secuestro de la edición por parte de una jueza, lo convirtió en toda una celebridad. De ahí a las copias clandestinas y, después, al best seller fue todo un continuo que fraguó en una serie televisiva de estimable factura y éxito. Ahora llega la versión teatral; pero el tono adoptado convierte un tema serio en un espectáculo chusco con poca profundidad. El deseo de multiplicar las escenas, reducidas, a veces, a guiños o chuflas (véase la aparición del Emérito o la chorradita de Falcon Crest) propende en esa idea televisiva de show a lo José Mota. El humor gallego ―si aceptamos los estereotipos― percute con más enjundia en la retranca y en la ironía; y se desbarata cuando se pone evidente y recarga el mensaje manifiesto (algo que ocurre demasiado en esta función). En este último sentido, el montaje se infantiliza y se pone populista en demasía para conquistar a un público que, a tenor de lo observado, llega motivado por la serie de televisión. Es un respetable que acepta el convite y jalea durante el espectáculo, y que aplaude generosamente al final. Cada uno de los actos, de los años, del tipo de droga, dan para una obra; juntarlo todo no consigue detallar las diferencias tan innegables para la sociedad gallega entre traficar con un producto o con otro. Sigue leyendo

Eroski Paraíso

El grupo gallego Chévere regresa con una entrañable propuesta acerca de la memoria y los orígenes

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Foto de Matteo Bertolino

Cuando ya pensábamos que el metateatro estaba finiquitado, aparecen estos de Chévere y nos lo combinan con el metacine. El resultado, como vamos a desgranar aquí, es magnífico. Ciertamente en pantalla ya hemos visto en alguna ocasión cintas que recrean la preparación de una obra de teatro, como en Vania en la calle 42 de Louis Malle o Looking for Richard de Al Pacino; pero a la contra es difícil encontrar ejemplos. Aquí se nos presenta, de un modo muy espontáneo, la disposición de una jornada de grabación de un documental realizado por Alejandra, una joven de veinticinco años que ha regresado a Muros (La Coruña). Allí, en una sala de fiestas llamada Paraíso, se conocieron sus padres y, también allí, en un bajo, se alojó la tienda de fotografía de su abuelo (donde han montado un decorado que imita al supermercado Eroski que ha sustituido a la discoteca). Precisamente, una foto de él (ahora una sombra vagante con Alzheimer) motivó la idea para grabar el film. Uno de los elementos fuertes de la dramaturgia de Xron es la coherencia temporal. Sigue leyendo

El cartógrafo

Un cuento en Varsovia que revela las interacciones entre el pasado, el presente y el mapa que los reconstruye

Foto de Ceferino López
Foto de Ceferino López

Cuando uno se acerca al teatro de Juan Mayorga enseguida descubre, como afirma en esta misma obra que: «En el teatro todo responde a una pregunta que alguien se ha hecho». Las preguntas de este dramaturgo tienen que ver con un desvelamiento, con una indagación en el pasado y en una presumible relación con el presente; poseemos múltiples ejemplos, desde La tortuga de Darwin hasta El arte de la entrevista (en esta encontramos bastantes paralelismos acerca de la memoria). Lo interesante es el andamiaje filosófico que construye para montar una historia sobre una cartógrafa (¿por qué no se llama La cartógrafa?) polaca que vivió durante su niñez en el gueto de Varsovia. Para desentrañar, dentro de las posibles interpretaciones y echando mano de ciertos conceptos que cualquier espectador culto puede tener en la cabeza —de más está afirmar que el compromiso intelectual y estético del público con esta propuesta debe ser elevado— el misterio que aquella chiquilla podría esconder. Sigue leyendo

Todo el tiempo del mundo

Pablo Messiez nos propone una incursión desconcertante en la eterna reconstrucción de nuestros recuerdos

Foto de Vanesa Rabade
Foto de Vanesa Rabade

Durante toda la historia de la filosofía sus protagonistas se han preguntado insistentemente sobre la realidad, el tiempo y la memoria. Temas recurrentes a los que quisieron poner un fin conclusivo los físicos, aunque los artistas han sabido mantener el suspense sobre si el aquí y el ahora nos pertenecen a nosotros o si son producto de nuestra ensoñación. Pablo Messiez juega con estos elementos en un drama de inspiración autobiográfica en la que Flores, el dueño de una zapatería que lleva este sugerente apellido, va a reconfigurar su pasado o, quizás, su futuro, en una vuelta de tuerca a la relatividad einsteniana. Posee la obra del dramaturgo argentino un deje beatífico a lo Frank Capra. Si nos fijamos en Qué bello es vivir, podemos hacer un paralelo tanto estético como moral. Aquí, en Todo el tiempo del mundo, no tenemos un ángel, pero conocemos espectros, aparecidos, visitantes, remedos de recuerdos posibles que cumplen esa función tan necesaria de recuperar las esencias vitales. Sigue leyendo

Scratch

Viaje introspectivo en la cabeza de un joven dj torturado por el desconcierto vital

Scratch. GRUMELOT. 00Parece que el grito de malestar de la juventud desnortada y sin futuro ha penetrado en los oídos de los dramaturgos. En prácticamente un mes nos hemos encontrado con Yogur | Piano, Wasted y, ahora, con Scratch. Obras protagonizadas por veinteañeros largos que ya le han visto las orejas al lobo, que han percibido una angustia de origen ignoto que no les permite encajar cómodamente en el flujo espaciotemporal de su época. Nada nuevo en las últimas décadas, pero las crisis acentúan la tensión de los «marginados». En el texto de Javier Lara, nos topamos con Antonio Carlos desde, como dice el autor, un supuesto, una hipótesis verosímil, en el lugar donde la vida se desvanece, desde un hospital en el que asistimos imaginariamente a su final o no. Pura introspección, pura regresión hacia los trazos que han configurado su existencia hasta ese momento. A través de este preludio, quizás un tanto explícito, en el que se nos propone aceptar la inmersión, comprendemos que, a partir de ahí, lo que veamos será el producto del caótico devenir de los recuerdos imborrables. Si por algo la función nos atrae desde el comienzo es por el ritmo, por los lenguajes entreverados con los que se plasma una historia que, por otra parte, no es una biografía lo suficientemente interesante como para sustentar por sí misma una obra de teatro (se dejan de lado aspectos que podrían ser sugerentes, como el segundo después en el que alguien se queda absolutamente solo en una ciudad como Londres o cómo se viven los altercados de la calle siendo extranjero); aquí la forma cuenta, afortunadamente, mucho. Sigue leyendo

Apocalypse Uploaded

Un viaje transhumano hacia la vida que vendrá más allá de la destrucción final en La Tierra

Apocalypse Uploaded_ LAminimAL06Uno de los mayores problemas que ha tenido siempre la literatura y el cine futurista o de ciencia-ficción es que parece que no han podido evitar explicarnos desde el principio hasta el final lo que ha ocurrido para llegar a esa situación tan ajena a nuestra realidad; es como si no se pudieran deshacer del punto originario de lo humano, de nuestro presente o de nuestras coordenadas de representación. En excepciones como Stalker o Solaris, el misterio nos invita a quedarnos en la historia, más allá del costumbrismo con nuevo decorado de esos productos de supuesta innovación tecnológica. Con Apocalypse Uploaded pasa tres cuartos de lo mismo, y es una lástima, porque el tema acaba de llegar a las redes del teatro y será interesante comprobar cómo lo desarrollan los dramaturgos. Al adentrarnos en la Sala Fernando Arrabal del Matadero, todos juntitos, nos encontramos a los actores atrapados en pequeñas celdas de alambre. Nos revelan su biografía según nos acercamos a ellos, como si fueran esos hologramas que nos reclaman atención en algunos museos de ciencia. Ciertamente, el planteamiento promete; consiguen que nos sintamos envueltos en un espacio a lo Mad Max, postapocalíptico, y que deseemos saber qué les ha sobrevenido. Pero pronto nuestras esperanzas se desvanecen. A modo de discurso tipo Los juegos del hambre o Divergente somos ilustrados sobre las circunstancias que concurren: el transhumanismo. Sigue leyendo

Wasted

Una obra generacional sobre el desencanto de unos jóvenes en el aniversario de su amigo fallecido

Foto de Carlos Rodríguez
Foto de Carlos Rodríguez

En la dialéctica del capitalismo tardío hace ya tiempo que se observan esos arrastres que provocan las crisis en las que una generación es golpeada con mayor virulencia que otras; lo hemos visto en movimientos culturales y políticos desde los años sesenta para acá. París, Londres, Berlín, luego Madrid y, ahora, volvemos con esos gritos de angustia, de indignación y desidia provenientes de veinteañeros (los treintañeros se miran los pies con resignación) que ven truncados sus sueños. Se venden deseos, se incita a la gente a desear a lo grande y parece que cualquiera, más allá de las condiciones materiales con las que cuente o de sus propias aptitudes, debe atreverse a materializar sus sueños, por muy peregrinos que resulten. Aquí, por ejemplo, tenemos a un tío que dice que quiere ser músico, que le mola la música, pero que, evidentemente, no es una pasión desbordante que lo ponga en marcha contra cualquier impedimento; es alguien de esos a los que una idea le ha entrado o le han entrado en la cabeza sin saber muy bien cómo. Oriol Esquerda encarna el papel con un aura de desencanto, de perniciosa apatía que le lleva a perder oportunidades (enamorado de Carlota) y que lo bloquea en el mismo banco de siempre fumando porros, como en un círculo vicioso donde sus fantasías no se transforman en voluntad. Sigue leyendo

Tres días sin Charlie

Una crónica sobre los atentados en París contra la revista satírica Charlie Hebdo

Tres días sin Charlie - FotoLa obra que han estrenado los hermanos Bazo en la sala principal del Matadero es una representación de un simulacro. Nuestro mundo, ya lo señaló hace décadas Baudrillard, es un simulacro de la realidad, lo que no le quita verdad. A lo que Guy Debord añade en su libro La sociedad del espectáculo: «El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes». Vivimos en tal grado de confusión conceptual que, cuando los dibujantes de la revista satírica Charlie Hebdo sufrieron el ataque terrorista, la sociedad europea manifestó su incongruencia lanzando a internet todas las dudas posibles: «¿de parte de quién debo estar?», «¿quién es el culpable?», «¿qué es satírica?», «¿es la libertad de expresión sagrada?», «¿qué es la libertad de expresión?», «¿puedo hacer chistes sobre los dioses?», «¿todo es respetable?», «¿estamos en guerra?»…

Ante la insoportable sensación de la duda, qué mejor que un concepto vacío, un hashtag, un símbolo que represente todo y nada simultáneamente para apaciguar los ánimos y dejar de reflexionar: #JesuisCharlie. Charlie = *. Musulmán, policía, judío, etcétera. Con las mismas #jenesuispascharlie. Mañana será otro día. Y vaya que si lo fue (aunque esto excede los límites de la obra, pero conviene recordarlo). Sigue leyendo