Luis Luque y Paco Bezerra nos desenmascaran en una obra sobre nuestra relación cotidiana con la comunidad china
Lo que se concentra en el edificio en el que se alojan las cuatro protagonistas de El señor Ye ama los dragones es la síntesis de dos mundos, de dos aparentes visiones de la vida y, en definitiva, dos formas de incomunicación o, más bien, de la recalcitrante idea acerca de que los otros son seres absolutamente ajenos a uno. Chinos en el planeta España residiendo en una atmósfera entre postapocalíptica hongkonesa y el averno madrileño con boina en días de máxima contaminación. Una Divina Comedia que marca la estructura de la función, con sus tres actos bien definidos y sus tres unidades sin quiebra: la de tiempo (todo ocurre en un día), la de espacio (el susodicho bloque) y la de acción, dominada por un único nudo que debiera estar más enrevesado. Desde luego es una pena que con tal despliegue de medios escenográficos la trama no ofrezca más recovecos y mayores desarrollos narrativos. Podríamos decir que faltan subtramas que evitaran a Xiaomei (la joven china protagonista) relatar gran parte de lo que ha acontecido en sus vidas durante el pasado y revelar un misterio que, además, hasta ese momento no era tal. La señora Magdalena, es una señora señora, que desciende hasta los sótanos de su feudo envestida con su halo de presidencia vecinal; Gloria Muñoz sabe gesticular y entonar con verdadera inquina hasta crear un personaje estomagante. Allí se encuentra con sus dos vecinas, unas auténticas desconocidas, una madre y una hija chinas que ofrecen al teatro toda una rareza y, por lo tanto, una anomalía en sí misma teniendo en cuenta que la comunidad china en nuestro país es abundantísima. La anciana es Chen Lu, únicamente habla en chino y lo que expresa desprende amabilidad y sensatez. La joven es todo un descubrimiento, Huichi Chiu se expresa en ambas lenguas, una más viperina que otra, desde luego, y se mueve con una agilidad maravillosa y, claro está, es la encargada de darnos la lección, la moraleja y de relatarnos el apólogo del Señor Ye, alguien que en realidad no amaba los dragones sino la idea que tenía sobre ellos. Al thriller se apunta Lola Casamayor, otra señora del género señora, vecinísima de chismorreo constante, con tendencia a la bebida y a enmascarar con sutil astucia sus dramas familiares provocando una de las escenas más irrisorias. Lo innegable es el envoltorio elaborado por Monica Boromello con su escenografía híbrida, con esas escaleras que parecen pedruscos flotando sobre algún abismo tibetano y unos rancios salones de estar. A ello se unen los vídeos de Álvaro Luna que sirven para introducirnos cinematográficamente en la obra, incluyendo uno en el interludio que más parece un collage repleto de mensajes subliminales, donde se fusionan imágenes de chinos y españoles que merecería visionar detenidamente. Además, la música de Luis Miguel Cobo aporta unas sensaciones de atmósfera épica que te empujan y te mantienen pendiente de una trama que finalmente se agarra a su linealidad.
Autor: Paco Bezerra
Dirección: Luis Luque
Reparto: Gloria Muñoz, Chen Lu, Huichi Chiu y Lola Casamayor
Voz en off: Mayte Pascual
Escenografía: Monica Boromello
Diseño de luces: Felipe Ramos
Diseño de vestuario: Elisa Sanz
Composición musical: Luis Miguel Cobo
Diseño de videoescena: Álvaro Luna
Naves del Español – Matadero (Sala Max Aub)
Hasta el 3 de mayo
Calificación: ♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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