Una crónica sobre los atentados en París contra la revista satírica Charlie Hebdo
La obra que han estrenado los hermanos Bazo en la sala principal del Matadero es una representación de un simulacro. Nuestro mundo, ya lo señaló hace décadas Baudrillard, es un simulacro de la realidad, lo que no le quita verdad. A lo que Guy Debord añade en su libro La sociedad del espectáculo: «El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes». Vivimos en tal grado de confusión conceptual que, cuando los dibujantes de la revista satírica Charlie Hebdo sufrieron el ataque terrorista, la sociedad europea manifestó su incongruencia lanzando a internet todas las dudas posibles: «¿de parte de quién debo estar?», «¿quién es el culpable?», «¿qué es satírica?», «¿es la libertad de expresión sagrada?», «¿qué es la libertad de expresión?», «¿puedo hacer chistes sobre los dioses?», «¿todo es respetable?», «¿estamos en guerra?»…
Ante la insoportable sensación de la duda, qué mejor que un concepto vacío, un hashtag, un símbolo que represente todo y nada simultáneamente para apaciguar los ánimos y dejar de reflexionar: #JesuisCharlie. Charlie = *. Musulmán, policía, judío, etcétera. Con las mismas #jenesuispascharlie. Mañana será otro día. Y vaya que si lo fue (aunque esto excede los límites de la obra, pero conviene recordarlo). La revista vendió siete millones de ejemplares de su nuevo número. Hala, al cajón de los fetiches. Y recordar a los líderes mundiales paseando solitariamente formando una cadeneta en defensa de la libertad de expresión, eso, amigos, eso no tiene precio. Quique y Yeray Bazo han escrito un texto que reduce al mínimo el grado de demagogia inherente al caso, y esto hay que celebrarlo; pero han caído en el enredo periodístico y parece que se han olvidado de que pretendían hacer teatro. Demasiado relato en tercera persona como si se estuviera leyendo una crónica en un diario (con un exceso de nombres, lugares y acontecimientos que se imbrican). Falta representación de aquello que se relata y me ha llamado la atención que, contando con una enorme pantalla donde se proyectan, principalmente, cronómetros, no se haya aprovechado para ilustrar parte de lo manifestado. Por no decir que, supongo que ha sido una decisión consciente, no aparece ni una sola viñeta de la susodicha publicación, que, al fin y al cabo, son las detonantes de la ira de los ya de por sí iracundos terroristas. Funcionan, claro que sí, todas las expresiones en estilo directo e indirecto extraídas de las redes sociales, como un coro de voces que generan el ruido propicio en que nos vemos envueltos y donde se amasa la imposibilidad de un pensamiento razonado. Aunque me sobra el uso de la palabra «hiperenlace» que tanto se repite, precisamente por lo que comentaba antes, es algo que debería representarse, ya sea gestualmente, con un sonido, con una imagen, etc. Otra de las virtudes de la función es el humor. Aparte de lo cómico que resulta el intercambio de tuits, del todo hilarantes por su desmesura, la aparición de Michel Houellebecq, que por aquellas presentaba su novela Sumisión, aporta esa vuelta de tuerca sobre la hipocresía de la hipocresía, porque ni su sinceridad en ese contexto se puede tomar seriamente, mucho menos si irrumpe el mismísimo Fernando Arrabal (en su propia sala) como abogado defensor. Caricaturas y esperpento. Y es que todo este amasijo posmoderno inevitablemente nos retrotrae al DioS K que Antonio Rojano llevó hace unos meses en la Cineteca. Somos carne de mass media. Entre la multitud de personajes, evidentemente, tenemos a los terroristas, a los internautas, a los literatos, a los policías, a los dibujantes, e, incluso, a Charlie encarnado. Y para traérnoslos, contamos con cinco actores que se deben metamorfosear todo lo que pueden. De todos ellos, Eva Redondo me ha parecido que es la que ofrece mayor soltura, disfrutando en escena, cambiando de la proclama política furibunda a la irrisoria imitación del dramaturgo pánico. Somaya Taoufiki es capaz de lograr gran intensidad en varias de sus intervenciones, aunque en algunas fases adolezca cierto nerviosismo. Algo parecido podemos afirmar de Sofian Elbenaissati. Un hecho que con algo de rodaje se solventará, estoy seguro. Muy versátil se muestra Pedro Ángel Roca y su Houellebecq da juego. Finalmente, Carmen Soler le imprime mucha fuerza y agilidad. La mano en la dirección de Juanma Romero ha estado hábil para coordinar tal cantidad de fases, voces y modulaciones. Pero, insisto, el público, en general, puede perderse con un caso que ha sido aplastado por otros sucesos y del que se aportan un número de datos excesivo que, leídos en un periódico, son comprensibles, escuchados en una obra de teatro de hora y media, no. No tenemos respuesta. Lo único que podemos constatar es que falta serenidad y que el humor seguirá valiendo en la intimidad, pero que en tiempos globales el auditorio es demasiado inmenso como para que todos los chistes hagan gracia. No lo conseguimos ni sacando a pasear a Voltaire y su Tratado sobre la tolerancia (tan buscado y comprado en aquellos tres días de enero de 2015), y recordarnos aquello de… compórtate con los demás como quieras que los demás se comporten contigo. Fórmula que se ha demostrado ineficaz; y el ejemplo lo tenemos con los cómicos y los supuestos límites infranqueables. A mí, por ejemplo, me pareció un chiste muy gracioso que nos regalaran un lapicero (rojo, por supuesto) para que expusiéramos nuestra opinión sobre un mural blanco a la salida de la función (yo creo que la función, en realidad, terminaba ahí), a otros les pudo parecer irrespetuoso o, incluso, interesante para sacarse luego un selfie. Tres días sin Charlie es uno de esos artefactos propios de nuestra modernidad, que aprovecha el lenguaje fático de nuestras redes y nuestras ganas por opinar sobre cualquier cosa y postularnos sin la más mínima reflexión, que entresaca las dicotomías irresolubles con las que día a día debemos lidiar. Dicotomías de tal calibre que quizás deberían partir del principio: Je suis cynique.
Dramaturgia: QY Bazo
Dirección: Juanma Romero
Reparto: Sofian Elbenaissati, Eva Redondo, Pedro Ángel Roca, Carmen Soler y Somaya Taoufiki
Ayudante de dirección: Nacho Antelo
Espacio audiovisual y sonoro: Daniel Ramírez
Dirección técnica e iluminación: Diego Palacio
Producción ejecutiva: Carlota Guivernau
Producción: Nuevenovenos
Naves del Español – Matadero (Madrid)
Hasta el 7 de julio de 2016
Calificación: ♦♦♦♦
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Un comentario en “Tres días sin Charlie”