Lluís Homar ha dejado que su elenco de jóvenes, dentro de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, festejen a Lope. En su comedia se pone en tela de juicio el matrimonio entre ancianos y jóvenes
Ha encontrado Lluís Homar un equilibrio, diría que fetén, entre esos espectáculos que trabajan con jóvenes que se suelen escorar más hacia el gusto adolescente; y aquellos otros en los que encarnan a personajes demasiado maduros. Este tipo de propuestas revitaliza el desenfado que habíamos observado en convocatorias anteriores, como en La villana de Getafe, que dirigió Roberto Cerdá; o en La dama boba, que emprendió Sanzol. Ambas de Lope. Sigue leyendo
Afirmar que esta obra es un tríptico o que encierra tres piezas en una, puede ser una manera respetuosa de honrar a un gran autor; no obstante, también podríamos considerar que es un texto sin la debida cohesión y que es un pastiche incongruente. Ni drama histórico, ni de santos, ni comedia metateatral. De todo esto hay; aunque cada parte va por separado sin que se imbriquen como un conjunto orgánico. Si, además, lo que debiera ser verdaderamente humorístico, pegado a lo popular, queda un poco finolis; pues tendremos que fijarnos en otros elementos más destacables. No será tampoco la escenografía de Jose Novoa, fría como la propia dramaturgia y que, en su insignificancia, pues no quiere disuadirnos con objetos accesorios, termina por destinar a los personajes-espectadores a un lugar tan bajo como poco visible. 

