Pablo Remón se acoge al costumbrismo posmoderno para discurrir sobre la crisis de los urbanitas cuarentañeros en el Teatro María Guerrero

En su anterior proyecto, Vania x Vania, Pablo Remón dispuso una dramaturgia sobre el clásico de Chéjov realmente especular, que le permitió trabajar sobre cuestiones existenciales del presente. Ahora regresa a una línea de trabajo que nos conecta casi con sus comienzos como dramaturgo en 40 años de paz. O sea, exprimir la narración frente a un micrófono en la casi soledad. Ahí el autor luce su pujanza y, sobre todo, esa ironía recursiva que tan bien maneja y que tanto atrae al público coetáneo matritense. No obstante, para presentarse en todo un Teatro María Guerrero ha sido bastante conservador en su argumento. Sigue leyendo


Había logrado la temporada anterior Josep Maria Miró una sustancia narratúrgica de gran potencia con
Si usted no es cortaziano de pro, de esos que se han hecho varios cursitos de escritura creativa sobre relato hispanoamericano, quizás este espectáculo le parezca inasible, bobalicón y tremendamente aburrido. No pocas veces se ha considerado a Julio Cortázar un inspirador del Oulipo, aquel grupo vanguardista que jugueteaba con los límites lingüísticos y literarios. Traigo esto a colación, porque merece la pena comparar este proyecto con aquel montaje de Jesús Cracio en el Matadero titulado
No hará más de unos meses, Lola Blasco, con
La visión humorística de Juan Cavestany me parece fascinante, maravillosa, todo un dechado de ingenio y de inteligencia, que recoge la tradición hispana en su veta absurdista para destinarnos a la estupefacción kafkiana. Dicho esto, creo que sus creaciones cómicas más logradas son Gente en sitios (una rareza cinematográfica imperdible) y Vota Juan, serie en la que aplica el estilete en el mundo político de manera berlanguiana. Luego, en Vergüenza, su serie más extrema, nos destina a una suerte de sufrimiento delicioso. Precisamente en esta aparecen Javier Gutiérrez y Malena Alterio. 
