Tribus

La sordera y el lenguaje se convierten en protagonistas de esta obra de Nina Raine, dirigida por Julián Fuentes Reta

Tribus - Foto de marcosGpunto
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Creo que es una coincidencia que la obra de Nina Raine, Tribus, estrenada en 2010, lleve el tema de la sordera de una forma tan gustosamente conflictiva; y que una película titulada The Tribe (2014), del ucraniano Miroslav Slaboshpitsky, apueste por la radicalidad de plantarnos un film sin subtítulos donde sus protagonistas son sordos y se expresan en lengua de signos. Las tribus ofrecen un falso confort mediante un exigente pago de pleitesía. La libertad queda demediada y los límites aquilatan cada una de las acciones de sus integrantes. Viene esta obra a chocar con un contexto, el de nuestro presente, que ha dejado a todas esas personas con graves dificultades de audición, que aprovechaban la lectura de labios, en una situación penosa. Pienso, por ejemplo, en ese alumno con sordera acuciante que tiene a su profesor enmascarado en un instituto corriente (da la risa, cuando al Ministerio se le llena la boca al defender inclusión). Caso loable, y aparte, es el Ponce de León en Madrid, donde los oyentes y los sordos conviven en la configuración de la normalidad. Por otra parte, en los últimos tiempos no han faltado nuevos enfrentamientos teóricos desde la concepción del capacitismo o casos peculiares como el de aquellas lesbianas sordas que con premeditación buscaron descendencia también sorda. Por otro lado, en la disputa constante de las lenguas en España, parece que la de signos (con sus distintas variedades regionales) no cuenta; si bien, es cierto, que es empleada por esta comunidad en un porcentaje bajo. La mayoría usa la lengua oral. En nuestro país hay más de un millón de ciudadanos sordos (el setenta por ciento, mayores de 65 años). Sigue leyendo

Los días felices

Fernanda Orazi se pone en las manos de Pablo Messiez para darnos una clase de interpretación en esta adaptación del Beckett más simbólico

Foto de marcosGpunto

Los días felices de Samuel Beckett puede ser una obra de lo más sencilla; aunque si nos empeñamos en la sobreinterpretación puede resultar tan abstrusa como deseemos. Lo que sí parece evidente es que el texto sigue conteniendo un discurso potente y actual en grado sumo, de hecho, ahora mismo es casi clarividente. Eso sí, hemos de reconocer que su dramaturgo redujo al límite las posibilidades espectaculares y, esa circunstancia, es lógico, provoca que todos aquellos que desean poner sobre las tablas su propia adaptación lo tengan extremadamente difícil para llamar la atención a todos aquellos que conocen la obra. Aun así, Pablo Messiez ha conseguido ofrecernos un montaje preciso, donde todo el peso recae en una interpretación exquisita de Fernanda Orazi. Su Winnie está lanzada por una alocución remarcada en pausas sincopadas, en gestos del rostro medidos, en una expresividad de los brazos que muñequizan a la protagonista, y que se adentra en una logorrea abusada por la reiteración. En la adaptación del argentino Messiez le ha dejado a su actriz que mantenga su acento porteño y le ha concedido algunos dichos que, en cierta medida, a nuestros oídos, potencian irónicamente el estereotipo neurotizante y parlanchín que solemos atribuirles. En el primer acto, una insoportable rutina se desgrana con el hálito del entusiasmo. Inmovilizada de cintura para abajo, encastrada en un montículo de escombros y la sensación, como así será, de que todo puede ir a peor. La vida misma y la vejez consiguiente, la existencia misma y el sufrimiento. Sigue leyendo

Taxi Girl

María Velasco ha escrito un drama cargado de lujuria sobre el célebre trío entre Henry Miller, June Mansfield y Anaïs Nin

Taxi Girl - Foto de marcosGpunto
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En primera instancia debemos afirmar que esta obra no parece escrita por María Velasco (hace poco hablaba por aquí de su adaptación de La espuma de los días), pues, aunque esta tiende a cierto lirismo erótico y sentencioso, existencialista y decadente, no posee todas esas señas de identidad tan propias del postdrama que suelen remarcar el teatro de la autora burgalesa. Taxi Girl ―ganadora del Premio Max Aub en 2017― tiende hacia la convención realista y se agota en unos personajes que ni en el papel ni, después, en la dirección, se consiguen redondear hasta lograr una suficiente verosimilitud y un atractivo estético. Y yo creo, definitivamente, que la gran falla de este montaje tiene que ver con unos individuos que cuesta mucho creérselos. Si leemos con atención la entrevista que le hicieron a propósito de este estreno a Javier Giner, quizás entendamos por qué se ha adoptado cierto enfoque de pesos y contrapesos. Sus respuestas no tienen desperdicio y no podemos imaginarnos que a alguien que piensa así no le hay repugnado acercarse a un trío donde la sordidez es patente: «La gran, gran, gran historia de amor es entre Nin y Mansfield, sin embargo, en una sociedad patriarcal donde las mujeres están silenciadas, lo que ha pasado al imaginario colectivo, social y cultural es que era «el triángulo amoroso de Henry Miller»». Sigue leyendo

Copenhague

El dilema sobre los avances de la física nuclear recreado en el encuentro entre Bohr y Heissenberg de 1941 en la capital danesa

Copenhague - FotoPosiblemente a Michael Frayn le interesó enfocar el dilema ético sobre los avances científicos a través de Heissenberg y su Teoría de la incertidumbre; porque esta le venía excelentemente como metáfora para encarar un asunto que hoy posee gigantescas reverberaciones; tantas, que algunos transhumanistas ya le ponen fecha de extinción a nuestra especie para alumbrar la siguiente. Ahí es nada. Lo cierto es que Hiroshima y Nagasaki fueron «fechorías» pergeñadas por los estadounidenses y que las investigaciones de Oppenheimer y el proyecto Manhattan resultaron expeditivas. Pero, Copenhague, estrenada en 1998 ―también contamos con una versión cinematográfica realizada para la televisión en 2002― pretende habilitar un discurso filosófico sobre las decisiones trascendentales del científico que, como humano, discurre más allá del laboratorio y que es consciente de que el paradigma puede cambiar radicalmente. Seguramente si es conveniente volver a esta obra es porque es necesario recordar que en la próxima ocasión el daño será realmente irreversible. Es más, podemos llegar a pensar que aquel fatídico final de la Segunda Guerra Mundial fue el ejemplo que la humanidad requería contemplar para cuidarse de la hecatombe que nos autodestruya definitivamente. El caso es que Claudio Tolcachir ha recogido el testigo, y sin realizar una apuesta arriesgada ―desde luego, todo es muy comedido―, ha fraguado un montaje que técnicamente no tiene tacha, que resulta satisfactorio, adecuado y tan conciso como le permite el texto. Sigue leyendo

Mi niña, niña mía

Natalia Menéndez dirige esta obra sobre las vidas de dos mujeres destinadas a encontrarse tras el horror del Holocausto

Foto de Sergio Parra

No son pocos los textos españoles que se ocupan de algún aspecto relacionado con el Holocausto nazi y es fácil relacionar esta obra que nos compete con Himmelweg de Juan Mayorga, al menos en una serie de cuestiones. En ambas ―aunque con personajes antagónicos―, el teatro sirve como forma de «salvación», ya sea para sobrevivir ante el horror de la muerte a tu alrededor o, como en aquella, para evadirte de tu propia responsabilidad sangrienta. Además, de ello, se repite el consabido engaño y simulación ―tantas veces repetido en tantos lugares― frente a la comprobación de la Cruz Roja de que aquel campo de concentración de Terezin era un campo de trabajo, y que en él se cumplían con los derechos humanos. Una farsa sin parangón. Goizalde Núñez se mete en la piel de una joven judía (luego llegará a ser actriz) que observa cómo de un día para otro ella y muchos más son introducidos a lo bruto en trenes atestados de inocentes. Se establece en el montaje un inicio elocuente, espectacular y hasta misterioso (la noche se envuelve en un manto y el sonido crea la atmósfera de temor). A través del monólogo, confundido con el pensamiento, se nos van relatando cada una de sus penosas situaciones. Todas esas rutinas, especiales para las mujeres (véase, por ejemplo, la película de Gillo Pontecorvo, Kapo), para después verse en el peligro constante del abuso sexual. Sigue leyendo

Bodas de sangre

Pablo Messiez acerca este clásico al presente para ofrecer una perspectiva más sensual y luminosa

Foto de marcosGpunto

Si las tragedias de Lorca tuvieron en su momento validez literaria y contemporánea, fue porque el poeta granadino supo traer a sus textos historias auténticas —como habían hecho Lope o Calderón—, que recordaban aquellas pulsiones de los hombres que aún conciben la justicia y el honor como valores que deben obtenerse en la lucha inmediata, salvaje, sin la mediación de estructuras políticas propias de la civilización. Acercar Bodas de sangre al presente posee unas complejidades conceptuales enormes. ¿Quién se mata hoy a navajazos porque te roban la novia en el altar? Desde luego, no los personajes que nos encontramos en escena, que ya no pueden ser individuos que viven en cuevas, que pertenecen a la España profunda, a la Andalucía anclada en un pasado tan remoto como primitivo. Hacer que en la actualidad esos tipos puedan llegar a tal determinación, implica llevarlos a un punto de excepcionalidad que sí que contiene este drama, y que sí que resulta aceptable a nuestros ojos. Es decir, la inquina familiar, el odio macerado durante los años y la excusa perfecta para que la rabia se libere sin remisión El teatro lírico de nuestro malogrado dramaturgo eleva a sus personajes a la categoría de arquetipos. Sigue leyendo

Los universos paralelos

Drama sobre la muerte de un niño pequeño, tamizado por un tono que roza la comedia de situación

Foto de Javier Naval

Dani ha muerto atropellado por un coche cuando perseguía a su perro. Han pasado ya ocho meses y la muerte de ese hijo flota y se sumerge en la casa donde viven sus padres; aún jóvenes y con mucha vida por delante para desplazar su dolor a diferentes partes del cuerpo hasta que se acomode como un recuerdo que determine sus existencias. En definitiva, Los universos paralelos va de vivir tras un acontecimiento luctuoso. ¿Cómo se lo toman las familias que han sufrido una catástrofe de este calibre? Es la vida de esas familias que a diario vemos llorar en las noticias: un accidente, un suicidio, una enfermedad implacable, un ahogamiento… Tan pequeño y muere. Es terrible, desde luego; pero con esto hay que construir una obra de teatro que nos evite, ante todo, pensar en un sábado por la tarde viendo Antena 3 (no es el caso). El tono de este melodrama contiene suficientes dosis de humor familiar y espontáneo como para no hundirnos en el fango lacrimógeno. Y quizás ahí radique uno de los grandes problemas del montaje. Sigue leyendo

Hablando (último aliento)

Irma Correa ha escrito un texto sobre la desesperación de una mujer que busca razones para seguir viviendo

Foto de marcosGpunto

Nuestra conciencia, como un enemigo interno, una termita que nos va royendo lentamente a través de la angustia, es, definitivamente, nuestro peor rival. La soledad comienza a ser un tema frecuente de nuestra época, una situación para la que paradójicamente no encontramos asidero, cuando vivimos en sociedades densas que nos ofrecen todo tipo de posibilidades de acción y de ocio. En ocasiones ese aislamiento se alcanza tras la continua violencia en el hogar. Parece que nadie puede ayudar a esa mujer atemorizada, que nadie la comprende, que ningún familiar o amigo se preocupa lo necesario por ella. Es ahí cuando el pensamiento se desboca y la depresión resuelve que no hay más camino que el fin definitivo. Hablando (último aliento) se aleja de la crónica típica y realista acerca del maltrato machista. Sigue leyendo

He nacido para verte sonreír

Pablo Messiez sube a escena una dolorosa despedida maternofilial escrita por Santiago Loza

Foto de Sergio Parra

¿Qué le ocurre a ese muchacho de mirada perdida que parece disfrutar del bolero que suena en la radio? No sabemos dónde está su pensamiento, pero desde luego no convive con su cuerpo, algo espástico, dubitativo, lento y antojadizo. Nacho Sánchez se recuesta en un mutismo expresivo que marca distancia. El actor, después de su memorable interpretación en La piedra oscura, se cuela en este personaje para otorgarle una gestualidad compasiva a través de un rostro casi congelado en un mundo lejano. Nos seduce desde el principio y nos conmueve hasta el final. Desconocemos qué pudo ocurrirle durante su adolescencia para que ahora un trastorno mental lo incapacite para la comunicación normal. Se deja caer que era capaz de sumirse horas y más horas en lecturas interminables de libros voluminosos y profundos («Eran libros ásperos. Aburridos. No sé cómo llegaste a leer ese tipo de cosas. No toda lectura es saludable. Yo tendría que haberte quitado los libros a tiempo. Sigue leyendo