Luis Sorolla y David Boceta envuelven a Calderón de la Barca en el contexto de la consabida imposición del relato con una tragedia poco representada
Apenas se ha representado esta tragedia histórica de Calderón de la Barca —una propuesta de la RESAD, donde participó David Boceta, y nada más que se sepa—, que la Compañía Nacional de Teatro Clásico, con esta hornada de jóvenes repescados de diferentes de distintas promociones —reconozcamos que la coyuntura hace de esta idea algo muy conveniente y con sentido—, pretende entroncar el tema romano que vertebra, de algún modo, la temporada (Antonio y Cleopatra, Numancia y Lo fingido verdadero). Sigue leyendo →
Una excelente escenografía levanta este espectáculo de producción hispanolusa algo deslucido interpretativamente
Foto de Sergio Parra
Lo cierto es que el nombre de Luis Vélez de Guevara siempre se asocia a su peculiar novelita El diablo cojuelo; aunque realmente fuera un dramaturgo de la estela de Lope de Vega. En Reinar después de morir se recurre nuevamente a la leyenda sobre doña Inés de Castro, la cual ya había propiciado diversas incursiones teatrales como las de Jerónimo Bermúdez. Conocemos la historia auténtica sobre el infortunio de la protagonista y no hubo una doña Blanca de Navarra que se metiera por el medio. Entre invenciones y verdades, lo cierto es que la tragedia posee claros tintes románticos adelantados a su época. Los versos suenan con la pasión del amor petrarquista y con la sencillez clasicista de Garcilaso o del propio Lope. Porque en esta obra destaca ese regodeo en las palabras que claman unos sentimientos exacerbados; ya que el argumento en sí es algo escaso. Observamos en escena a un David Boceta excesivamente desgañitado ya desde el inicio y con un tono tenso, al que parece faltarle matiz y ternura. Se introduce en la piel del príncipe don Pedro de Portugal (nos situamos en el siglo XIV), este ha mantenido una profunda relación de amor con Inés de Castro para después casarse con ella en secreto. Esta fue dama de compañía de doña Costanza (casada con el Príncipe), muerta tempranamente. Lara Grube acoge su papel con delicadeza y nos traslada oníricamente a su terrible desenlace. Sigue leyendo →
El Teatro de la Comedia acoge este enredo amoroso con una propuesta vivaz dirigida por Helena Pimenta
El último gran montaje que se recuerda por estos lares de La dama duende fue el que dirigió Miguel Narros y que se estrenó a los pocos días de su fallecimiento. Ahora es la Compañía Nacional de Teatro Clásico la que pone en marcha una versión a cargo de Álvaro Tato y bajo la dirección de Helena Pimenta que nos traslada no a ese 1629 en el que Calderón compuso esta comedia de capa y espada; sino al siglo XIX en pleno Madrid. El texto cumple con los paradigmas propios del enredo y con las prescripciones lopescas que tanto éxito habían traído a los corrales de comedias. La trama nos entrega a doña Ángela, una viuda burguesa, inteligente, juguetona y aburrida de esa existencia de luto permanente. Marta Poveda, tras su irónica condesa de Belflor en El perro del hortelano, adopta una pose ambigua en su rol de protagonista; por una parte parece que sencillamente quiere divertirse colándose en la habitación de un nuevo huésped y, por otro lado, da la impresión de que lo que verdaderamente desea es encontrar un amante que le permita escapar del amparo de sus hermanos y, también, dejar atrás los males de su viudez. Sigue leyendo →
Julián Fuentes Reta pone a funcionar el mecanismo brutal pergeñado por el sueco Lars Norén sobre las relaciones de pareja
Estamos bastante acostumbrados a las obras que reflejan el sempiterno tema del enfrentamiento de parejas y su acuciante prurito envidioso de lanzarse a la competición furibunda. Los ejemplos más cercanos en el tiempo pueden ser Los vecinos de arriba, de Cesc Gay y Un dios salvaje, de Yasmina Reza. Si a priori uno puede concebir que el esquema sobre el que se apoya Demonios es el prototípico; luego comprende que su deriva es de una radicalidad que aquí aplaudimos. El texto de Lars Norén es un desbarre de sinceridad que se agolpa en el multidiscurso simultáneo: la conciencia de cada personaje, los modos cívicos de comportamiento, los deseos imperiosos, las pulsiones ocultas y el juego de las apariencias tienen cabida en unos diálogos donde una sola frase puede comenzar por: «Sí, quiero whisky, gracias»; continuar con: «hace años que no vamos al cine»; y terminar con: «eres un hijo de puta». Sigue leyendo →
Un coach visita a los empleados de una ETT para una sesión que desencadena todo tipo de conflictos internos
Foto de marcosGpunto
Ya sabemos que lo último de lo último es que seas feliz en el trabajo. El nuevo mantra ha sustituido aquel otro de que el trabajo dignifica al ser humano (y el stajanovismo fortalece a la patria). Alienaciones. El mundo laboral se ha desencorsetado estéticamente para que te sientas como en casa. Se han tirado las paredes, han llegado los colorines, la música relajante (o acelerante, dado el caso), las ludotecas para mayores con piscinas de bolas, dianas con dardos, mesas de ping pong y de billar, gimnasio. La confraternización profunda con todos tus compañeros como si fuera una secta con propósitos trascendentales. Viste como quieras, todos somos hipsters. Tu jefe es tu colega. Siéntete como en casa. Quédate 14 horas seguidas, somos un equipo (somos tu familia). Cuando el estrés crece en tu interior hasta que te ves sentado frente a un siquiatra recetándote unos ansiolíticos, entonces puede que ya no haya marcha atrás, has quedado atrapado por un modo de vida similar al engranaje de una gran maquinaria. En una muestra de lo que podría ser este ambiente, nos encontramos en una empresa de trabajo temporal. Cuatro empleados reciben la visita de un joven coach, alguien avalado por las ventas de su libro-milagro, de su método de transposición de personalidades, un psicodrama en el que se intercambian los papeles y cada uno debe hacer de su compañero; un sistema, al fin y al cabo, para insuflarles altas dosis de absurda positividad, que es lo que hacen estos mercachifles que se nos cuelan por todos los lados. La cuestión es superar las crisis, fundamentalmente la de Olivia, una mujer desquiciada que ha sufrido un desvanecimiento y que parece dispuesta a tirar la toalla. Sigue leyendo →
Àlex Rigola lleva a Lorca hacia la esencia de su intimidad en una propuesta sublime, con exquisito cuidado y detalle
Adentrarse en una obra como El público y en un autor como Lorca, en esa etapa que inició allá por 1929 hacia el surrealismo, implica una ensoñadora aventura que busca la intimidad de alguien en constante huida. No debemos hablar, en concreto, de lo que cuenta el texto, sino más bien de lo que quiere expresar. El público posee tantos estilos como capas se imbrican en la escena; desde su lenguaje conceptista, barroco, de evocaciones oníricas, que configura el mimbre del resto de niveles, hasta el metateatro, no solo porque se representa otra obra, Romeo y Julieta, sino porque se habla del hecho teatral, como si los personajes fueran críticos de su propio oficio, pasando por saltos en el tiempo y el espacio repletos de un sensualismo que hiere entre la manifestación sincera, la evidencia del amor en los hombres y la defensa de las pulsiones. Es, en definitiva, un cuadro cubista, una deconstrucción del mundo lorquiano y, en manos de Àlex Rigola, una experiencia estética montada con exquisito cuidado y detalle. Sigue leyendo →
El reciente Premio Nacional de Teatro, sostiene y vertebra la representación de las Comedias bárbaras de Valle-Inclán
La propuesta de Ernesto Caballero es solvente y se recrea más en los detalles que en la búsqueda de la espectacularidad. La trilogía comienza por la última parte (Romance de Lobos), aunque se queda en suspenso mientras se intercalan las otras dos. Enseguida destaca positivamente el uso de los propios actores a la hora de representar animales (caballos, perros) o, incluso, un barco generando un simbólico juego de formas. No hay que olvidar que Valle-Inclán es deudor del simbolismo y en este ciclo se manifiesta, sobre todo, en el espacio mítico y en la representación de las fuerzas maléficas que se insertan en aquella tierra galaica como preludio al esperpento. Con Cara de Plata asistimos a uno de los primeros grandes argumentos de la pieza: la prohibición de paso por las tierras de Lantañón. El señor, don Juan Manuel Montenegro, se niega a que unos feriantes atraviesen por sus propiedades. Se hace valer de la ayuda de su hijo Carita de Plata, un muchacho insolente que toma vida con David Boceta, al que le faltaría todavía más chulería y desparpajo. Sigue leyendo →