Carmen, nada de nadie

La musa de la Transición salta a las tablas del Teatro Español para desarrollar su biografía en unos momentos cumbre de nuestro país

Carmen, nada de nadie - Vanessa Rabade
Foto de Vanessa Rabade

Con frecuencia, en el panorama teatral contemporáneo, nos topamos con un exceso de costumbrismo desabrido que tampoco nos provoca demasiado. En esta ocasión, hallamos una semblanza extraordinaria, digna de ser contada y de apreciarse en su justa medida. Sorprende que no se haya explotado más la biografía de Carmen Díez de Rivera, la musa de la Transición, como se la conoció. Sigue leyendo

El sueño de la razón

José Carlos Plaza realiza una puesta en escena visualmente atractiva del drama histórico de Buero Vallejo

El sueno de la razón - Foto de marcosGpunto
Foto de marcosGpunto

Que José Carlos Plaza pase de sus Divinas palabras en 2019 a El sueño de la razón (¡Ay, Carmela! entre medias) tiene toda su lógica. La línea Goya y sus Pinturas negras con el esperpento de Valle-Inclán es una concepción que arrastramos en nuestro inveterado tenebrismo. España vive con la permanente sensación de la autodestrucción. Al parecer, en el presente, somos uno de los países más polarizados del mundo (ya se anuncia un documental sobre la cuestión). El intento elitista de Ortega se tornó baldío, la defensa y concreción de una intelectualidad respetada por el resto de grupos sociales resulta una entelequia. Sigue leyendo

La casa de Bernarda Alba

José Carlos Plaza regresa al clásico lorquiano para mostrar una propuesta un tanto convencional en el Teatro Español

La casa de Bernarda Alba - Foto de marcosGpunto
Foto de marcosGpunto

Ya es imposible decir nada significativo sobre una propuesta de aspiración canónica como la que vuelve a mostrar José Carlos Plaza en el Teatro Español, después de que ya presentara su visión del clásico en este mismo espacio en 1984. En aquella ocasión, la oscuridad era preponderante en una casa ideada por Andrea D´Odorico, que daba cuenta del estatus elevado —dentro de ese ambiente rural— de la familia. Para el momento que nos incumbe, la escenografía y la iluminación resultan muy determinantes de las sensaciones que nos provocan. Paco Leal se apoya en un apunte del propio Lorca para lanzarse con esas ninfas desdibujadas que danzan al fondo sobre la pared. Sigue leyendo

El grito

El sufrimiento de una mujer debido a la negligencia de una clínica de fertilidad sube a escena en un montaje altamente maniqueo

Cuando uno quiere defender una idea o una injusticia y se olvida de que existe no solo un lenguaje artístico, dramatúrgico, sino también un espectador adulto y capaz de atar cabos con inteligencia y madurez; entonces se escribe un texto maniqueo e inconsecuente con las loables luchas politicomorales. La obra de Itziar Pascual y Amaranta Osorio, quienes habían demostrado su buen hacer con Mi niña, niña mía, está repleta de hipérboles, omisiones inverosímiles y explicaciones innecesarias. Y si no fuera porque la productora Pilar de Yzaguirre ha configurado un equipo de profesionales de alto nivel, creo que El grito se hubiera quedado en espectáculo fallido. Vaya por delante que esta historia se basa en un hecho real; pero que eso no es razón suficiente como para exigir ni fidelidades ni verosimilitudes forzadas. El caso es que nuestra protagonista, llamada Aina Lóguez Amat, que es interpretada con viveza y muy buena disposición y credibilidad a lo largo de toda la función —su interpretación es la que mejor sostiene toda la trama— por Nuria García, se ha enamorado de su jefe (y viceversa). Trabajan ambos en una tienda de colchones, a ella la han convertido en empleada con contrato fijo y está enormemente ilusionada. El primer disloque brumoso lo hallamos en el personaje de él, llamado Rubén Torres, y en la caracterización que realiza Óscar Codesido, quien no encuentra una posible naturalidad, pues se ve algo constreñido en un papel que no sabemos cómo tomarlo. Sigue leyendo

La culpa

El último texto del norteamericano David Mamet es un breve ejercicio dramático con tintes religiosos y poco fuste

Foto de Sergio Parra

Debemos recordarnos permanentemente que el autor firmante de esta obra es el mismo que, entre las más recientes en nuestra escena, ha escrito Oleanna o Muñeca de porcelana. ¿Cómo es posible que un experto en trabar conflictos morales a través de diálogos absolutamente medidos en forma, fondo y ritmo haya cometido este desatino? La culpa, en inglés The Penitent (si se hubiera traducido literalmente, probablemente se hubiera afinado más con la intención; pero hubiera perdido gancho comercial. Acierto de Bernabé Rico. Buena versión, en general), apenas se resuelve en una hora y cinco minutos; un visto y no visto. Y precisamente, su brevedad es un lastre; porque las elipsis son excesivas y luego no queda más remedio que explicar lo que debería resultar patente en un desarrollo teatral lógico, donde se muestre la vivencia de esos personajes. David Mamet pretende unir, por un lado, el drama psicológico con el atisbo del thriller; y, por otra parte, interrelacionarlo con cuitas religiosas que se esbozan tan tímidamente, que no es posible considerarlo como un verdadero leitmotiv de la trama. Además, de ello, se intenta aderezar con ínfulas de proceso kafkiano y con acusaciones de homofobia. Entonces, con estos ingredientes, ¿qué falla? Insisto, falla el oxígeno, el vuelo del argumento y ese punto de desvelamiento casi palmario que nos evite la explicación de lo casi evidente. Sigue leyendo

El lunar de Lady Chatterley

Roberto Santiago recupera a la famosa protagonista para someterla a un juicio repleto de sarcasmo

La heroína creada por D. H. Lawrence ha dado —desde que fue escrita— para todo tipo de interpretaciones y mitificaciones, hasta situarla como un epítome de la liberación femenina. Basta leer la novela en la actualidad para comprender que muchas veces se olvida el contexto en el que se recrea la historia. Lo comentábamos hace poco con los juicios a Oscar Wilde en Gross Indecency: es la escapatoria al puritanismo victoriano. En este caso, nos situamos a principios de los años treinta del siglo pasado, en un ambiente burgués donde la alargada sombra de ese periodo basado en un conservadurismo insensato, aún perdura. Lo que se nos presenta delante debemos aceptarlo (o no) como una impostura; pues resulta más creíble como invención casi genuina que como desarrollo de un personaje ya existente de la literatura. Cualquiera que haya leído la novela —casi es imprescindible si se pretende profundizar y entender lo que vemos— comprueba que sí que es verdad que Connie y su hermana han tenido una educación más liberal, si se quiere. Rodeadas de libros. Hasta el punto de que nuestra protagonista hace sus pinitos como escritora junto a su marido, Clifford, un militar que ha vuelto de la guerra con paraplejia y con la inevitable postración en una silla de ruedas (con motor). Sigue leyendo

Arte Nuevo (un homenaje)

José Luis Garci se estrena como director teatral mostrando una pieza de Alfonso Sastre y otra de Medardo Fraile

Foto de Sergio Parra
Foto de Sergio Parra

Continuando con la honrosa labor de recuperación de autores y obras un tanto olvidados que viene realizando el Teatro Español en esta última etapa (esperemos que así continúe pase lo que pase en el futuro), José Luis Garci se presenta como director dramático con dos textos breves de dos autores que formaron parte de aquel grupo creado en 1945 llamado Arte Nuevo. En aquellos cuarenta de posguerra, el único autor de calidad y que, además, era capaz de concitar al público mayoritario era Jardiel Poncela. Ante situación tan precaria se reúnen, con ánimo renovador, varios dramaturgos: Alfonso Paso, José María de Quinto, Enrique Cerro, Alfonso Sastre y Medardo Fraile, entre otros. De estos dos últimos, podemos admirar Cargamento de sueños y El hermano, respectivamente. Son las dos piezas que más éxito y repercusión han tenido de todas las que escribieron los integrantes del grupo. Cierto es que el contexto ha cambiado y mucho, al menos en cuanto a la estética; y lo que hace setenta años podía parecer rupturista hoy ha perdido esa energía; lo que no quita para que siga manteniendo un interés tanto artístico como histórico y documental del teatro que se hizo en un momento tan difícil. También es cierto que el director nos lo muestra con ese envoltorio tan nostálgico de un mundo que ya no es y que le pega en demasía. Desde luego no existe intención modernizadora. Sigue leyendo