Sara García Pereda nos entrega una retahíla de cuentos moralizantes sobre agravios a las mujeres en nuestra sociedad actual
Foto de Bárbara Sánchez Palomero
La batalla cultural esta que tanto nos atenaza por doquier tiene un inesperado episodio en la escena madrileña. En mismas fechas, las dos contendientes (dos mujeres que se llevan veinte años, quizás ahí esté la clave de todo) se baten en duelo. Paradójicamente, así es eso de la polarización, apenas unos cuantos espectadores se harán cargo de esta lid. Ocupémonos aquí de GRRRL, visiten ustedes, si les pica la curiosidad, El favor. Sigue leyendo →
José Ramón Fernández ha hilado varias Leyendas de Bécquer para un espectáculo, en el Teatro Fernán Gómez, apenas terrorífico
Hoy, trasladar al teatro el misterio, el terror y esa atmósfera en la estela del romanticismo que pulsó Bécquer al recoger en sus Leyendas las tradiciones inveteradas de aquí de y allí, es harto complicado. Estos relatos proceden de toda una trayectoria oral, que fomentaba la imaginación y que conectaba con unas creencias. Nuestra mirada está «contaminada» por la velocidad de las imágenes y de los golpes de efecto que el cine ha explotado en demasía. Además de que Halloween ha aportado su propia perspectiva consumista y festiva con una ironía que desbarata cualquier espanto creíble. Sigue leyendo →
Rulo Pardo construye con su habitual humor sarcástico una obra desigual, con el cambio climático de fondo
Foto de Pablo Lorente
Todavía tengo que descubrir por qué se tilda esta obra de «comedia ecológica»; porque el ecologismo, como pensamiento político, no lo veo por ningún lado de un modo consistente más allá de la situación en la que nos encontramos. Desde luego, si Rulo Pardo se ha inspirado en acontecimientos climáticamente anómalos como la nevada Filomena, pues estupendo. Pero lo cierto es que aquí se nos plantean tres piezas muy distintas entre sí, que se pretenden hilar con una historia inasible que narra Aitana Sánchez-Gijón, mientras se nos entretiene en el proceso de cambio en el decorado. Aprovecho para comentar que Silvia de Marta se ha esmerado para darle realismo a un estiloso apartamento, a un bar de pueblo y al monte Caribú, allá en Canadá. El diseño escenográfico es de lo mejor de la propuesta, pues nos permite, no solo adentrarnos creíblemente en lo inverosímil, sino que favorece la sorpresa (véase la cristalera en el primer sketch). Sigue leyendo →
La adaptación de esta comedia de Calderón a cargo de Carolina África y con la dirección de Laila Ripoll resulta leve
Foto de David Ruiz
Previa a esta comedia, Calderón ya había demostrado su buen hacer con Casa con dos puertas mala es de guardar y con La dama duende, que son de 1629. Y esta que nos compete pudo haberse escrito en el 1632 o 1633. En cualquier caso, comparada con aquellas, esta es de una insignificancia apabullante; porque ningún personaje llega a comandar la acción como para que nos suponga un atractivo más complejo. Carolina África ya había acometido una modernización de similar calibre con la obra de Agustín Moreto El desdén con el desdén. En esta esta ocasión pienso que era más difícil salir triunfante, puesto que la disposición de nuestro dramaturgo áureo tampoco permite mucho recorrido como para que el asunto nos diga algo.
Al trasladar el tema y la estética a los años cincuenta del siglo XX se establece un equívoco conservadurismo a nuestros ojos. Lo que parece, por un lado, la expresión de lo que se empezó a llamar en el Barroco, «amor al uso», es decir, un devaneo, un flirteo, un hedonismo consistente en el juego de los amantes que pululan por aquí por allá, no deja de ser eso, algo muy lúdico, un simple agitamiento de los celos para que las relaciones recobren energía; termina por ser algo bastante convencional y nada transgresor. Es todo tan ligero y bobalicón que nada de lo ocurre implica el menor riesgo. Y ni quiera, como ocurre en la referida La dama duende, contamos con un criado que nos deleite con su peripecia bufa. Aquí Guillermo Calero que se encarga de Arceo, nos parece más un patán algo grosero, que intenta asimilarse a un galán más, cuando intenta conquistar a doña Lucía, interpretada por una Nieves Soria jovial y resolutiva. Luego, como vemos en el preámbulo, el don Pedro de Juan Carlos Pertusa, no sale bien parado, pues es un rol incongruente. Le falta consistencia y hasta hombría. Es el encargado de ocultar a su amigo don Juan, y de echarle una mano en su entuerto. Este lo hace con esa donosura que ha magnificado en otras ocasiones (tantos clásicos ya en su haber), Pablo Béjar. Un actor que le infunde chulería a su papel; no obstante, se ve perdido en sus celos; porque ha visto a su amada con otro hombre con quien no ha tenido más remedio que enfrentarse a muerte. De todo esto nos enteramos de oídas; puesto que aquí la tensión se reduce a lo mínimo.
El equilibrio que se da entre las féminas y los caballeros da para que ninguno se sobreponga en el conjunto de la pieza; aunque, por momentos, Alba Recondo se lleve el protagonismo con la exageración de sus mohínes, tan bien acompasados por esta actriz tan espléndida y que me parece que siempre está muy atinada con su soltura escénica. Su doña Ana también juega a eso del jugueteo celoso y está graciosa; pero más porque se ha visto envuelta en un enredo que ni le iba ni le venía, pues ha sido confundida por otra. El que se equivoca, con gusto, es don Hipólito, un José Ramón Iglesias bastante ganso, chistoso y desenfadado, que se maneja estupendamente en estas lides —recuérdenlo en Entre bobos anda el juego—. Un cortesano que necesita divertirse conquistando a las damas, mientras la legítima lo va trampeando. Y es que ese es uno de los cometidos de doña Clara, quien se denomina «vengadora de las mujeres». Ana Varela, que es una de las intérpretes que se desenvuelve mejor cantando, posee uno de los personajes más equilibrados y serios. En claro contraste con su sirvienta Inés, que nos deja a una Sandra Landín histriónica, que sabe dotar de agilidad y, sobre todo, de bastante liberalidad a su personaje.
Ciertamente, no hay nada más; aunque sí hay algo menos, y son los bailecitos. Esto no es La La Land y el elenco —no sé quién ha pergeñado la coreografía— pues no sale muy airoso. Claro que algunos tienen más ritmo; pero a otros (me ahorro los hombres, quiero decir, los nombres) directamente carecen de dotes. Que sea una comedia desenfadada no quita para que, si no se puede acometer cierto número musical, pues no se acometa. Luego, está la escenografía que, para representarnos el abril y el mayo, y los paseos por el parque, pues resulta que Arturo Martín Burgos ha decidido que todo el colorido que suponemos que brota en esa pantalla del fondo, este velado durante toda la función y lo que percibamos sea un blanco ceniza. El colorido —absolutamente necesario— sí que sobresale en el vestuario idóneo y muy cuidado de Almudena Rodríguez Huertas. Principalmente, resultan muy vistosos los modelos que luce Ana Varela, con una sobrefalda florida que combina con elegancia con el sombrero que le sirve para ir de «tapada» en sus coqueteos.
Laila Ripoll debía estar segura de que buscaba el divertimento para ir encauzando el final de temporada; pero este montaje da muy poco de sí. Poca enjundia, mucha levedad en los entuertos y apenas hondas preocupaciones que resolver de un caso de enredos que termina de esas formas tan absurdas de tantas comedias áureas. Si se traía a la contemporaneidad, bien hubiera estado algo más lógico entre tanto emparejamiento impetuoso.
Reparto: Pablo Béjar, Guillermo Calero, José Ramón Iglesias, Sandra Landín, Juan Carlos Pertusa, Alba Recondo, Nieves Soria y Ana Varela
Ayudante de dirección: Héctor del Saz
Diseño de escenografía: Arturo Martín Burgos
Ayudante de escenografía: Paula Castellano
Diseño de vestuario: Almudena Rodríguez Huertas
Ayudante de vestuario: Pablo Porcel
Maquillaje y peluquería: Paula Vegas
Diseño de iluminación: Luis Perdiguero
Ayudantes de iluminación: Lidia Hermar y Juanjo H. Trigueros
Videoescena: Emilio Valenzuela
Música y espacio sonoro: Mariano Marín
Músicos: Saxos y trombón: Luis Mari Moreno ‘Pirata’. Batería y percusiones: Steve Jordan
Gerencia: Yolanda Mayo
Producción y equipo técnico: Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa
Productor ejecutivo: Joseba García
Ayudante de producción: Isabel Romero de León
Una producción del Teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa en colaboración con Teatro de Malta y el festival de Teatro Clásico Castillo de Peñíscola
El Teatro de la Comedia da cabida a un montaje ambicioso con las piezas de Joaquina Vera, Víctor Català y Emilia Pardo Bazán
Verdaderamente la Compañía Nacional de Teatro Clásico debe contribuir a esto. Por un lado, a exprimir el talento actoral que ella misma ha propiciado y que debería, según mi opinión, permanecer en una especie de Compañía bis (revolutions) que fuese de gira por las Españas y allende los mares, que es lo que hace falta. Por otra parte, incursionar en la historiografía teatral española, a través de tres piezas que, si bien no son una genialidad, nos descubren unas maneras, unas aproximaciones a la realidad (la del XIX), con mirada femenina y con preferencia a las clases bajas, que merece observarse para poner en cuestión o en relación a todas esas otras obras —esas sí, geniales— que se repiten hasta la saciedad. Sigue leyendo →
La nueva adaptación de esta curiosa comedia de Shakespeare entretiene mucho con su aire juvenil
Foto de Sergio Parra
Los aficionados al teatro pueden recordar las últimas adaptaciones que se han podido ver por estos lares: aquella coreana de corte animista y la que dirigió Darío Facal en el Matadero. Quien le mete ahora mano, y mucha, es Carolina África; y hemos de reconocer que ha logrado dejarla no solo en lo esencial, sino con una frescura en el lenguaje que, si bien la aproxima al entorno juvenil; también propicia el dinamismo. Está, además, trufada de ironías, de guiños al presente y al respetable. Resulta bastante desenfadada, incluso entrañablemente dickensiana (sobre todo, al principio, con la entonación del «All I Have to Do is Dream», de The Everly Brothers). A todo ello le pone un ritmo idóneo y atractivo la dirección de Bárbara Lluch. Así que, desde el inicio, nos adentramos en la ensoñación, sabiendo que esta obra de Shakespeare es, como poco, sui géneris. Es más, ¿es una pieza unitaria o es un entreverado de cuentos sin un desarrollo enteramente consistente? Porque ninguna de las tramas profundiza en demasía, y valen más como ejemplos del amor que se imbuye de la magia y de sus contradicciones. Por eso identificamos las influencias de la materia de Bretaña o de Apuleyo o de Ovidio o de la mitología celta. Y si queremos quedarnos con alguna pareja de enamorados, ¿con cuál nos quedamos? Pues con ninguna, porque los dos personajes más atractivos son Puck y Bottom. Ellos son los que mueven el cotarro, los que divierten con sus travesuras o con sus ingenuidades. Y el contraste entre ellos es excepcional. Sigue leyendo →
Un repaso por lo más meritorio y sobresaliente de este reducido periodo teatral que nos ha tocado vivir
Foto de Vanessa Rabade
La temporada ha quedado demediada. Esto ya no tiene remedio. Días aciagos para el teatro que dejan su futuro en suspenso. Los sucedáneos virtuales demuestran que la anosmia no es solo un síntoma clarificador de esta pandemia que nos acogota; sino la evidencia de que el drama requiere de olores, de sudores, de tensiones carnales y, fundamentalmente, de ese compromiso indeleble entre los intérpretes y un público que se entrega al pacto mefistofélico. Por lo tanto, solo queda hacer ya el habitual repaso a lo más destacable de la escena teatral madrileña (española por extensión y por recepción. Internacional, a la postre). Sigue leyendo →
Un Calderón apenas conocido en una propuesta escénica de aire italiano que Miguel del Arco promueve con gran desenfado y dinamismo
Foto de Sergio Parra
Llevar una comedia palatina, ingeniosa y tópica a partes iguales, intrascendente en cuanto que todo propende al tradicional desenlace feliz; pero, a la vez, evidenciadora de luchas políticas y amorosas bien sustanciales; de esta forma tan vivaz, demuestra un enorme mérito por parte de todo el grupo y, principalmente, de Miguel del Arco. El director ha demostrado con creces su capacidad para aunar espectacularmente elementos diversos de la cultura y de la dramaturgia para sintetizarlos en montajes llamativos. La versión de Julio Escalada respeta mucho el lenguaje calderoniano (con dobles sentidos altamente jocosos) e interviene el texto reelaborando mínimamente algunas caracterizaciones que, después, Del Arco remata con una acentuación de los gestos, de las carnalidades y de las exageradas intemperancias de varios personajes. Ahora, lo que auténticamente nos entretiene y nos produce atracción es exactamente la criada, Gileta. Sigue leyendo →
Los jóvenes de la Compañía Nacional de Teatro Clásico despliegan su buen hacer con la tragedia de Calderón en la despedida de Helena Pimenta como directora
Foto de Sergio Parra
Cada una de las incursiones en la obra magna de nuestra literatura es un recuerdo de su consistencia estructural, de su poética barroca y de esa profusión filosófica sobre las cuitas de la Edad Moderna; desde la duda cartesiana hasta el cuestionamiento del dios todopoderoso (podemos recordar la fantástica propuesta de Carles Alfaro hace un par de temporadas). Vuelve Helena Pimenta con la obra que tanto éxito le dio cuando puso a Segismundo en la piel de Blanca Portillo. Ahora se despide de la Compañía Nacional de Teatro Clásico ―con honores―. Que retome la versión de Juan Mayorga (muy ajustada en los tiempos para lograr un brío enérgico y satisfactorio) con los jóvenes de la Compañía, es una apuesta firme por adentrarse en vericuetos complejos. La función, desde luego, es muy atractiva visualmente, y es debido al espacio escénico que Mónica Teijeiro ha imaginado. Porque la sala Tirso de Molina, en la quinta planta del Teatro de la Comedia, está resultando en estos pocos años que lleva activa como un lugar bien versátil; y así se da muestra de ello en este montaje. Se aprovechan al máximo las alturas: Rosaura corretea en su huida por las pasarelas que permiten colocar los focos a los técnicos, Segismundo aparecerá por un recoveco central y el elenco al completo se adentrará por cualquier esquina sobredimensionando las perspectivas. El conjunto es sencillo, pues los elementos con los que se juega son mínimos: apenas un piano y una cortina de láminas traslúcidas en el fondo. Sigue leyendo →