De Nao Albet y Marcel Borràs

Parodia autoficcional en el Matadero donde sus creadores especulan con su enemistad futura

Foto de Carlos Luque

Si esta obra sirviera para aniquilar la epidemia de autoficciones deberíamos considerarla altamente útil; aunque ya hemos comprobado que la pareja Delgado-Hierro y Chaves con Las apariciones se postulan como discípulos aventajados. En cierta medida, a pesar de la singularidad, no deja de ser esta propuesta otro episodio, menos magnánimo, de las parodias de género (mucho Tarantino) que ha acometido este dúo, como hemos observado en Mammon, Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach (ambas extraordinarias) o Falsestuff. La muerte de las musas. También han ofrecido algún ejercicio menos florido como Los esqueiters, y eso que únicamente me puedo referir a lo que ha visitado Madrid (sin señalar otros montajes donde han actuado por separado). Por eso, convengamos que estas funciones tienen mucho de consumo interno para teatreros jóvenes, gamberretes y precarios pequeñoburgueses; y, además, para la atmósfera urbana catalana, pues la novia de Marcel Borràs y madre de su hija, ambas representadas como personajes, tiene su propio predicamento allá, pues Aina Clotet se mueve con algunas producciones audiovisuales (como actriz, guionista, etcétera) que no saltan de su región a otros lares. Ambos han protagonizado, no hace demasiado, la serie Esto no es Suecia. Todo esto contribuye a la hiperrecursividad generacional donde el cameo y la remisión permanente generan un hábitat farandulero divertido, irónico y que no le importa a nadie más allá de los afectados por acción o por omisión. Son sus cositas metaficcionales, entre homenajes, mamoneos y simbiosis parasitarias.

Ahora, ¿se profundiza en sus intereses artísticos, en su filosofía? No, todo debe ser considerado como una parodia del arte contemporáneo y una autoparodia de sus propias flipadas. Por eso habrá que asumir la absoluta despolitización del asunto. Será tan ególatra, que no habrá concesión a la crítica del mundo que les rodea. Sin embargo, a la postre, qué nos importan todas las anécdotas que van narrándonos: cómo se conocieron, conflictos familiares,… ¿O resulta que, como son muy talentosos, hagan lo que hagan a sus fans les van a parecer fascinantes? Cuidado que en la esfera de la comedia más convencional y televisiva se da igualmente un gamberrismo que ya está más que asumido. Si quiera hubiera podido resultar más motivante desentrañar las cuitas de algunos de sus magnos espectáculos, esos que tantos premios les concedieron.

Afirmado esto, sus grandes virtudes de bufones posmodernos, capaces de buscar la originalidad, el guiño llamativo y la peripecia en cada escena hasta rizar el rizo siguen incólumes. Espontáneos, frescos, provocadores e insolentes. Tipos que se mueven dentro del civismo, sin recurrir al exabrupto que incomode al público en exceso. Más allá de que en una de las escenas se despeloten, mientras se adulan corporalmente hasta la admiración de su escroto. O que una «madre» salga a morrearse con su hijo, y un «padre» aparezca para abofetear a su vástago. Psicomagia jodorowskyana. Y así vamos, de sketch en sketch a la vez que imaginan un futuro que ya ha ido llegando, pues la ópera de la que hablan, Los Estunmen, su próximo encargo, ya tiene fecha en el 2026. Porque aquí de lo que tratamos es de cómo la enemistad que fomenta la hinchazón desmesurada de los egos los destina a la separación, a que nunca más vuelvan a trabajar juntos en ningún proyecto teatral. Pero que, oh, sorpresa, sí lo puedan hacer en otra clase de perfomances. Especularán con partir sus jornadas laborales en diurna y vespertina, donde cada uno, vayan donde vayan, sea Japón o Australia, ejecutará de manera autónoma sus pretensiones. Nao Albet hará de «Nao Albet» con su habitual seguridad, mostrando sus habilidades físicas y sus dominios musicales ─será él quien ponga la base al rap que nos esputan─. Su autocaricatura tiende a un desenfreno de carácter sexual, de tipo liberado, más disoluto y menos dispuesto a someterse a las normas. Borràs, por su parte, parece más anclado a toda una sucesión de disciplinas, de hombre que se entrega al trabajo y que se va alejando de su hija con el tiempo, de alguien que dirige sus espectáculos con una pistola en la mano. Ciertamente, no es que tengan que complementarse, es que logran que el liderazgo salte de uno a otro con gran fluidez. Ambos discurren en el enmascaramiento fulgurante de todos los papeles en los que se encarnan, sin forzar excesivamente las impostaciones de voz y recurriendo a un efectivo y escueto ademán.

Dentro de los recursos que emplean con tanta brillantez, le dan una vuelta de tuerca a la primigenia pantomima. Para ello transcurren irónicamente a través de figuras y contextos ─como un jacuzzi o un trono─ que configuran un grupo de «alumnos» que se convierten rápidamente en esclavos para que estos dos engreídos monarcas de la dramaturgia comiencen su combate. Puesto que de eso se trata, de una lucha, de una representación de las sempiternas querellas de los artistas que tanto se parecen en excelencia y en vicio, como bien reflejan en la pantalla central, véase Cervantes contra Lope o Verlaine contra Rimbaud, más otras invenciones. El tema estará en degradarse al máximo a través de ataques insuperable, de odios macerados que los condenarán durante años a una irrompible relación donde el otro será la necesaria gasolina de la inquina.

Finalmente, se nos empujará ─la complicidad del respetable en estas obras es obligatoria─ al escrutinio del vencedor; quién deberá morir primero en ese futuro de senectud. Será otro cuadro más de su artefacto lúdico. La diversión masculina, la necesidad imperiosa de mantener el juego infantil, adolescente, que consiste no tanto en romper los límites, si no en negarse a aceptar las reglas estrechas del mundo adulto con tanta apariencia vacua. Pero, claro, esto ya se hace mucho en las redes en esta sociedad que lleva décadas de acomodaticio entretenimiento travieso. Y sí, por supuesto, ellos son fantásticos, se manejan con ingenio y esta pieza, aunque no es la mejor —porque otras han sido magnas y desbordantes— sirve de transición, quizás, hacia otra fase de experimentación. O al menos eso es lo que algunos deseamos.

De Nao Albet y Marcel Borràs

Autoría: Nao Albet y Marcel Borràs

Dramaturgia y dirección: Nao Albet y Marcel Borràs

Reparto: Nao Albet y Marcel Borràs

Diseño de espacio escénico: Nao Albet y Marcel Borràs

Diseño de sonido: Nao Albet y Marcel Borràs

Diseño de iluminación: Nao Albet y Marcel Borràs

Diseño de vestuario: Nao Albet y Marcel Borràs

Asesoramiento de movimiento: Nao Albet y Marcel Borràs

Artes marciales: Nao Albet y Marcel Borràs

Documentación y vídeo: Nao Albet y Marcel Borràs

Voces en off: Nao Albet y Marcel Borràs

Producción regiduría y gestión: Anabel Labrador

Una producción de Teatre Nacional de Catalunya, Festival Temporada Alta y Uns que fan teatre

Nave 10 Matadero (Madrid)

Hasta el 6 de julio de 2025

Calificación: ♦♦♦

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2 comentarios en “De Nao Albet y Marcel Borràs

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