Silvia Zarco recoge toda una serie de tragedias clásicas para hablar de violencia contra las mujeres

Si hace unos pocos años Silvia Zarco nos entregaba su particular visión Las suplicantes, de manera similar, con rasgos morales de la contemporaneidad, ofrece esta Ifigenia, que es más un recorrido sobre diferentes feminicidios dentro del ciclo de la Orestiada (esta temporada hemos podido verla adaptada), que una obra original centrada en exclusiva en este personaje. Pues este es algo secundario y anecdótico en la tradición. Nada que ver con aquel éxito de Iphigenia en Vallecas. Muy diverso es el enfoque que se pretende dotar esta versión, pues la dramaturga establece unas posturas maniqueas sobre el trato terrible que se les da a una serie de jóvenes mujeres. Postura a la que estamos acostumbrados. Ocurrió igualmente con aquellas Troyanas, dirigidas por Ángeles González-Sinde (mejores que las de Conejero), que remitían a las tragedias de Séneca y Eurípides, respectivamente.
En cualquier caso, aquí estamos situados ante un montaje que vibra en distintos momentos, donde se concentra la dialéctica más vivaz y desesperada. Sin embargo, encontramos disonancias e incoherencias tanto en el texto como en la dirección. Debemos aceptar, de todas formas, que este es un espectáculo que debe adaptarse a un espacio mucho más reducido que el Teatro romano de Mérida. Quizás la mayor rémora en la obra de Zarco sea la sobredimensión. Ha querido abarcar tanto que, en ocasiones, algunos episodios esenciales apenas quedan perfilados. Ya sea el fallecimiento de Aquiles o el asesinato de Clitemnestra por parte de su hijo Orestes. Puede que el espectador pierda el hilo entre tanto acontecimiento sobrevenido en un lapso de más de diez años. Por otra parte, sí que poseen mucha consistencia ciertos parlamentos. Por un lado, los de Agamenón, que es interpretado con hondura por Juanjo Artero, el más sólido de todos, quien manifiesta emociones contrapuestas que lo humanizan más. Él debe acatar el mandato de la diosa Artemisa. Si quieren que vuelva a soplar el viento para que empuje aquellas naves que ansían zarpar hacia Troya para iniciar la célebre conflagración, entonces deberán admitir el sacrificio de Ifigenia, quien nos deja a una Laura Moreira, que debe configurar a una doncella adolescente que resulta muy poco convincente desde las primeras líneas («¿Una carta?… ¿Casarme?»). El padre, todo un guerrero, es un líder que mostrará su crueldad; pero también su compunción y la manera de solventar esa maldición. Que haya usado al de los pies ligeros para engañar a su hija con un enlace convenido enfurecerá al héroe. Néstor Rubio tiene presencia e imprime energía a sus palabras y decidirá defender a Clitemnestra ante tal atropello. Frente a él se situará Ulises. Aquí el otro gran héroe resulta bastante descompuesto, le falta empaque y a Alberto Barahona no le beneficia su tono dubitativo, ni la estilización tanto de su caracterización (demasiado repeinado y afeitado), ni su vestuario. Creo que Elisa Sanz e Igone Teso han fallado con los ropajes masculinos. Parecen hiperbóreos en lugar de griegos. No obstante, las féminas transmiten una elegancia superior, como ocurre con María Garralón, con su «peplo» negro hasta los pies. La lástima, pienso, es que no tengamos una mayor ficción, una creación dramática inédita para extender y complejizar este asunto, y que la protagonista muera tan pronto, por cierto, con un redoble de batería que le da un aire rockero que desentona y que le quita grandiosidad. La inmolación llega tras una lucha de espadas entre Odiseo y Aquiles que podría tener más vistosidad. Realmente, las grandes rocas que ha situado sobre el escenario la propia Sanz, restan espacio, y esto se nota en la dirección de Eva Romero, cuando debe resolver las entradas y las salidas de los personajes.
Hay muchas obras en esta propuesta. Aquí no está incluida únicamente la Ifigenia en Áulide, de Eurípides. Esto continúa, pues en el acto II, saltamos al final de la guerra. Es el instante de Hécuba, la reina derrotada, que hace poco recordaba El Brujo al referirse a Concha Velasco en su interpretación. Aquí contamos con María Garralón, quien encaja perfectamente en este desdichado papel. Le otorga gran coraje, cuando debe vengar la muerte ─otra ofrenda salvaje─ de su hija Políxena, una aguerrida Nuria Cuadrado. Ella hará sucumbir a Poliméstor (Rubén Lanchazo lo colorea con cariz de desfachatez verosímil), aquel rey que mantenía a resguardo a Polidoro, el niño a quien ha matado. Por si esto fuera poco, aún queda que Agamenón regrese a Micenas y que su esposa (podemos recordar aquella obrilla de José María del Castillo representada en este mismo teatro), que es encarnada por Beli Ciemfuegos, quien mejora su ánimo respecto del preámbulo, lo asesine. Cuando su hijo Orestes la degüella se produce un poco de confusión, porque acontece rápidamente. A partir de ahí, creo que la función se podría rematar antes. En el último tercio se han producido diferentes «finales» que deberían haber valido. Aunque entiendo la potencia de ese coro de mujeres protagonistas clamando ante tanta sangre («Los dioses y los hombres imponen un nuevo orden. ¡Todas las madres tiemblan»).
En conclusión, el espectáculo contiene momentos satisfactorios y nos permite contemplar todo ese panorama longitudinal, donde se encadenan el destino, dictado por los dioses, que tanto atenazaba a los helenos y el sostenimiento de su voluntad, de su ambición y su búsqueda del kosmos. Todo ello es necesario tenerlo en cuenta si queremos concederle una validez en nuestro presente antes de lanzar el insistente sesgo feminista a toda costa.
Texto: Silvia Zarco
Dirección: Eva Romero
Reparto: Juanjo Artero, María Garralón, Beli Ciemfuegos, Laura Moreira, Nuria Cuadrado, Alberto Barahona, Néstor Rubio, Rubén Lanchazo y Maite Vallecillo
Diseño escenografía: Elisa Sanz (AAPEE)
Diseño vestuario: Elisa Sanz (AAPEE) e Igone Teso (AAPEE)
Música original: Isabel Romero
Diseño iluminación: Rubén Camacho
Caracterización: Juanjo Gragera
Espacio sonoro: José Peña / Félix Valverde
Ayudante de dirección: Pedro Forero
Ayudante de producción: Andrea B. Mesón
Ayudante de regiduría: Raquel Bravo
Ayudante de escenografía: Fran Patrón
Realización de vestuario: Luisi Penco y Lali Moreno
Peluquería y posticería: Gema Galán
Maestro de armas: Gabriel Ferrá
Partitura corporal «Aquiles»: Néstor Rubio
Edición musical: Pablo Brenes
Realización escenografía: Readest montajes – Alfonso Cogollo, José Corchuelo y Pedro Mancha
Montaje y maquinaria: Moisés Méndez
Creación de contenidos y RRSS: @PantojoMaLo
Vídeo e imagen: Festival de Mérida
Fotografía: Jorge Armestar y Jero Morales
Director de producción: Juan Ant. Mancha
Productora ejecutiva: Maribel Mesón
Una producción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Maribel Mesón
Con el patrocinio de EL TURUÑUELO. Hotel rural
La colaboración de Excmo. Ayuntamiento de Guareña
Especial agradecimiento: INQUIBA S.A.
Otros agradecimientos: D’tapeo, J.Antonio Ruiz, Laura Gómez, Sonigu, Txesku Jiménez y Marcos Grajera
Teatro Bellas Artes (Madrid)
Hasta el 15 de junio de 2025
Calificación: ♦♦♦
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