Orestíada

Karina Garantivá y Ernesto Caballero plantean un espectáculo contemporáneo sobre la trilogía de Esquilo en el Teatro de La Abadía

Foto de Lorena Riga

Lleva unos años el proyecto de Teatro Urgente llevando el pensamiento, la filosofía, a las tablas de una forma un tanto austera y, por eso, quizás poco sugestiva en su elaboración estética. Han abordado temas y autores de verdadero y profundo interés, y por esta razón siempre me han resultado pertinentes, sobre todo porque discurre fuera de la insipidez general de los «nuevos» y «modernos»: Ortega, Voltaire o Hannah Arendt son solo unos ejemplos.

Con esta Orestíada han dado un salto de calidad en la producción. Los elementos artísticos que ponen en juego son mucho más potentes y estos elevan el espectáculo a cotas elocuentes. En primera instancia, es necesario señalar la música de Bastian Iglesias, quien pincha desde su mesa de mezclas con descaro. Nos atrapa con su trabajo subyugante del theremín óptico. Ritmos experimentales entre la sonoridad que pretende ocupar todo el espacio y la sesión house al uso para que el protagonista discurra en su juerga nocturna. El acompañamiento de estas audiciones extravagantes nos insufla la tensión pertinente para conectar con tanta vesania. Otro aspecto atractivo es el movimiento de los focos por todo el escenario. No solo quedan remarcados los rostros, sino que nosotros mismos acabamos deslumbrados en ocasiones por los fulgores entre tanta oscuridad. Los méritos de la plástica escénica son de Fer Muratori.

(Ahora, qué curioso me resulta ─influencia o, por qué no, plagio─ observar cómo este Orestes que, como todos sabemos, fue el fundamento de Hamlet, se sitúa, con el resto del elenco, frente a unos espejos de camerino, exactamente igual a como propuso Oskaras Koršunovas en su versión de la tragedia shakespereana que mostró en los Teatros del Canal en 2017 (observen). No incidiré más en los paralelos, ya que la dramaturgia de Karina Garantivá me ha satisfecho enormemente).

Luego, se añade la potencia de un grupo que trabaja desde la compactación y la disgregación, desde el trenzado familiar y la ansiedad por cumplir un destino individual. Casi no paran quietos y se adentran en la función con la metateatral cadencia del work in progress. Sin embargo, creo que es mejor acudir directamente a la tercera parte, aquella que hace referencia a Euménides. Contaremos, desde el patio de butacas, desde el Areópago, con una Marta Poveda, que surge con la furia de una erinia, para reclamar justicia. Orestes debe ser castigado, según ella, por el asesinato de Clitemnestra. La actriz termina por imponer un discurso repleto de energía, de cariz feminista. Su fuerza, su composición física, su posicionamiento moral (iría, incluso, más allá de su personaje) desbarata el espectáculo y nos atenaza. Resuena nuestro presente y nos señala a esos dioses tan afamados, tan ordenados, luminosos y sabios como Apolo y Atenea, para que despertemos y no cedamos ante su ordenamiento, ante ese determinismo que resulta insoportable para una sociedad que aspira a la democracia. Puede ser una declamación larga; pero contiene todo un desgarro.

Antes, en el origen de esta historia, Nicolás Illoro, que es un actor que ha ido ganando solidez a lo largo de estos años (recuerdo su buen papel en El rufián dichoso), configura su carácter desde la duda, desde esa insolencia juvenil y rabiosa de quien ha sido expulsado. Va tomando entereza una vez se tiene que enfrentar a la cuita imperante de la venganza. Su madre ha matado a su esposo Agamenón, quien a su vez había sacrificado a su hija Ifigenia. Este lo acoge Gabriel Garbisu con aires de serenidad, del que está convencido de que ha hecho lo que debía. Su lógica es mítica, ancestral y no obedece a esas nuevas ideas que van permeando en la urbe. Por otra parte, su otra hija, Electra, no podrá más que defender a su padre, a su amantísimo progenitor ─Fernanda Orazi presentó su propia versión del mito en la misma Abadía hace unos años─. La interpretación de Olivia Baglivi acontece desde un rictus avieso que logra provocar los bajos fondos de su hermano. Por otro lado, Alberto Fonseca, toma el rol de Egisto. Cumple con corrección en esa pretensión inconsecuente por el trono de la ciudad.

Ernesto Caballero acopla todo el vaivén con gran sentido para que en dos horas se vaya trazando el argumento. En este montaje se consigue dialogar con nuestra contemporaneidad de una manera fascinante.

Orestíada

Texto original: Esquilo

Dramaturgia: Esa Inmigrante (Karina Garantivá)

Dirección: Ernesto Caballero

Reparto: Olivia Baglivi, Alberto Fonseca, Gabriel Garbisu, Nicolás Illoro y Marta Poveda

Asesoría: Antonio López Fonseca

Composición y música en escena: Bastian Iglesias

Iluminación: Samuel Silva

Plástica escénica: Fer Muratori

Vestuario: José Cobo

Ayudante de dirección: Pablo Quijano

Vestuario: José Cobo

Plástica escénica y utilería: Fer Muratori

Fotos promocionales: Lorena Riga

Prensa: Futura Comunicación

Redes Sociales: Clara Bosch

Auxiliares de producción en prácticas: Melissa López Albalat, Nerea Morcillo Martín, Andrea Catalina Guayasamin, María Carrascosa y Guillermo López

Auxiliar de producción en sala: Nayara Arévalo

Auxiliar de producción en oficinas: David Ruiz

Fundraising: Artia Partners

Gestoría: Abate Asesores

Ayudante de producción: Marc Treserras

Documentación y asesoría: Antonio López Fonseca

Distribución: Artyc Content

Una producción de Teatro Urgente

Con el apoyo de CREA SGR, Inaem y Comunidad de Madrid

Teatro de La Abadía (Madrid)

Hasta el 4 de mayo de 2025

Calificación: ♦♦♦♦

Puedes apoyar el proyecto de Kritilo.com en:

donar-con-paypal
Patreon - Logo

3 comentarios en “Orestíada

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.