El dilema del corcho

El dramaturgo Patxo Telleria ha pretendido combinar comedia de situación con thriller en una obra descabalada

El dilema del corcho - Foto de Pío Ortiz de PinedaNo sé si esta obra de Patxo Telleria, a quien recordamos por su exitoso Páncreas, debe tomarse como una parodia de los thrillers político-morales que nos atenazan, de esos que David Mamet (y otros) ha explotado en los últimos tiempos con más o menos enjundia. Acojámonos a La culpa o a Muñeca de porcelana. Pocos personajes, a veces únicamente una pareja, dirimiendo un asunto complejo que se va desenrollando entre el misterio y el giro absolutamente sorpresivo que da un vuelco a todas nuestras creencias. Este esquema lo desbarata ─intencionadamente o no─ nuestro dramaturgo; puesto que no le vale con un desvelamiento inesperado, sino que sigue con uno y otro más; y, si le dejan más tiempo, desmonta el escenario de Fernando Bernués, tan preciso en los detalles, para descubrirnos trampillas ocultas. Si llega a utilizar más el verso ─su querencia por la lírica también tiene presencia en una mínima escena graciosa para hacer de Edipo─, casi hubiera pensado en una astracanada. ¿De verdad es factible la combinación de comedia y thriller con trasfondo filosófico? En los tintes humorísticos e irónicos que empleaba Hitchcock, pues sí; pero incluyendo un personaje estrafalario que se comporta inicialmente como un ganso, el meollo se desvirtúa mucho.

Fundamentalmente el problema radica en que perder tanto la verosimilitud genera que los temas esenciales que se tratan acaben soslayados y enterrados. Contamos con un catedrático de la universidad, un prestigioso intelectual, afincado en el área económica y vinculado históricamente a una izquierda combativa, radical e, incluso, violenta. Fácilmente podríamos mentar viejas glorias que, durante la Transición, y antes, tuvieron contactos con el FRAP o con ETA. Esos comunistas que llevaron su antifranquismo de las aulas a la acción terrorista. La comparación que hace nuestro autor en algún dosier con Noam Chomsky me parece espuria e inadecuada. Si no entramos en contenidos demasiado escabrosos podemos recurrir a toda esa gente que, de alguna manera, estuvo en la organización maoísta Bandera Roja y luego trastocó su ideología totalmente como Jiménez Losantos o Josep Piqué. Quizás, mutatis mutandis, observando al personaje que tenemos delante, podemos acogernos más en un Ramón Tamames, después de caerse del caballo. En cualquier caso, el tocayo Barea se nos muestra como un ser timorato, sin el supuesto fuste oratorio y provocador que antaño debió tener, sin ese prurito revolucionario que dejaba impronta en sus alumnos. En este sentido, posee poco recorrido; porque no entra demasiado en debate de ideas, sino que más bien cierra puertas desde el inicio. Resulta un tanto pasivo y nuestra atención se dirige directamente a esa visita inesperada. Un ridículo Peter Sellers del engaño y del enmascaramiento, con pelucones que van volando. Hasta podría haberse quitado una máscara de esas hiperrealistas que ahora se emplean para algunos atracos eficientes. El tipo se quiere desprender de tantas capas y deshacerse de tantos roles que, como afirmaba al principio, se acaba en la fantochada.

Primeramente, Telleria es el típico discípulo, que ha sufrido cierto acoso en las clases, por ser pelirrojo, y que iba de graciosete. Hasta el punto de que se ha dedicado a la actuación y viene a solicitar un prólogo para su obra de teatro. A partir de aquí se producirá un desmoronamiento que no chafar. Reconozco que en algunos instantes se da cierta pausa y el drama toca cuestiones de verdadero interés. El actor realiza todo tipo de transformaciones de vestuario, de gestualidad, de acento y de moral. Un caos que pretende hacernos reír; sin embargo, apenas lo consigue, pues el espectáculo no tiene ritmo de comedia desenfrenada. El asunto se trastabilla y no podemos concentrarnos en esos dilemas que el protagonista debe resolver para seguir flotando como un corcho en ese estatus al que ha llegado. Ya que de lo que se trata aquí es de que este docente ofrezca explicaciones acerca de su hipocresía. Ya saben, la superioridad moral de la izquierda pone el listón tan alto, son tan exquisitos, tan inhumanos en su humanidad, que en lugar de sostener la justicia y la compresión, y a falta de un confesionario, les toca defenestrarse socialmente y cometer harakiri público. Así debe ejecutarlo este profesor en el Telediario, pues resulta que ha aceptado tratar su enfermedad terminal (su última esperanza) con una de esas máquinas sofisticadísimas y carísimas que ha donado un Amancio Ortega de turno. ¿Cómo alguien que ha criticado furibundamente estas donaciones miserables de un megamultimillonario va a agachar la cabeza porque ansía continuar viviendo? Aquí no hay disputa como tal, eso lo pueden hacer ustedes en sus casas, en sus redes sociales favoritas o en alguno de esos programas populacheros como 59 segundos o La Sexta Xplica. Que nadie se ponga a recordar La clave, donde algunos de esos renegados antes señalados dieron profundas argumentaciones sobre su pensamiento.

El dilema del corcho, dirigida por Mireia Gabilondo, la mayor pluriempleada, junto a su pareja Bernués (actualmente, también, con función en el CDN), del teatro patrio (o regional) realiza su trabajo con sensatez, aunque esos flashazos para crear tensión sean un recurso manido.

Visto lo visto, La Abadía da cabida en estos momentos a dos propuestas (véase Cortázar en juego, en la sala adyacente) que rebajan mucho el intelectualismo de temporadas anteriores. Quizás estemos nuevamente ante el dilema de siempre.

El dilema del corcho

Autor: Patxo Telleria

Directora: Mireia Gabilondo

Escenografía: Fernando Bernués

Reparto: Patxo Telleria y Ramón Barea

Espacio sonoro: Adrián García de los Ojos

Vestuario: Ana Turrilas

Iluminación: David Rodríguez

Diseño del cartel compañía: Paradox

Producción ejecutiva: Pio Ortiz de Pinedo y Myriam Garzia

Con la colaboración del Teatro Arriaga de Bilbao

Teatro de La Abadía (Madrid)

Hasta el 10 de noviembre de 2024

Calificación: ♦♦

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3 comentarios en “El dilema del corcho

  1. Desde que descubrí este blog, lo primero que hago al salir del teatro es buscar tu crítica y siempre me sorprende que seas capaz de poner tan magníficamente en palabras lo que yo misma pienso sobre la obra. Hoy, de nuevo, coincido con tu opinión. Y descubro, leyendo tu biografía, que eres 20 años más joven y me sorprende aún más que coincidamos tanto. Me ha hecho gracia que menciones la de Cortazar en juego, que justo ví la semana pasada, porque también me aburrió mortalmente. Espero que haya alguna alegría esta temporada. Gracias por tus críticas

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