Los papeles de Sísifo

El Teatro María Guerrero acoge esta obra sobre el cierre del periódico vasco Egunkaria dirigida por Fernando Bernués

Los papeles de Sísifo - Foto de MIkel Blasco
Foto de Mikel Blasco

Vayamos al grano del asunto: el texto de Harkaitz Cano es intelectualmente timorato y esa mirada repercute de manera flagrante en la construcción de cuadros y de personajes. Ni es teatro documento, ni es una obra provocadora que recoja las intromisiones del poder y las luchas intestinas en un contexto muy complejo para referirnos el «caso Egunkaria» (aquí llamado Elea). La cuestión es que el montaje llega directamente al Teatro María Guerrero, ni más ni menos, con un elenco de once intérpretes (más otros intérpretes de sustitución para las funciones en vasco). Todo un despliegue de medios humanos para representar el drama de un primerizo; aunque con la dirección del ducho Fernando Bernués, responsable de la compañía Tantakka Teatro, que ya trabajó con Alfredo Sanzol, actual director de CDN (sería mucho afinar la vista; pero me dio la impresión de que el vino llevaba como etiqueta «La calma mágica», quizás me equivoque). Sigue leyendo

Anuncio publicitario

El sirviente

Una versión desangelada para este drama sicológico sobre las relaciones de dominación entre un mayordomo y su señor

Aumenta sin parar la lista de adaptaciones teatrales que tienen como referente en el imaginario del espectador su versión fílmica. Es imposible no recordar la cinta dirigida por Joseph Losey en 1963, con el guion de Harold Pinter (sobre la novela de Robin Maugham). Y la comparación será inexcusable cuando el público observe la disposición de esos personajes sobre las tablas, en este caso, del Teatro Español. Pero desde el principio uno «huele», «escucha», «palpa» y descubre que el hecho dramático está ausente, de que suena a viejo, a caduco y, sobre todo, a impostado. La palabra es sutileza, característica imprescindible para llevar al teatro El sirviente; y en esta propuesta no solo está lejana, sino que está sustituida por unos diálogos expresados, en la mayoría de los casos, de manera plana. El montaje se adentra en una atmósfera difusa entre la comedia y el thriller sicológico. Que el preludio sea una escena tan simplona, con unos personajes que parecen incapaces de quitarse el corsé en toda la función, no ayuda al despegue. Porque Richard, el amigo editor del protagonista, encargado de buscarle una buena mansión y que encarna Carles Francino, queda disuelto en lo anodino. Casi en la misma línea se mueve Sally, la novia, a quien Lisi Linder interpreta con algo de superficialidad. Sigue leyendo

La calma mágica

Alfredo Sanzol presenta su último ingenio en el Valle-Inclán

la-calma-magica_06Suele ocurrir que las comedias se toman por intrascendentes y se juzgan más por el divertimento que procuran que por sus engranajes ocultos. Pero los maestros, como lo fue Billy Wilder, conseguían conjugar la melancolía y la nostalgia con el escape humorístico decorado con ironía. De la misma forma, Alfredo Sanzol va construyendo con mimbres propios toda una carrera en este género. Si en sus primeras obras (Sí, pero no lo soy o Días estupendos) optó por el tejido de escenas casi independientes, casi de sketchs, de un tiempo a esta parte (Aventura!, la temporada anterior), sus textos se ofrecen abigarrados y mucho más serios; preparando la conflagración. En La calma mágica —tras un preludio musical absolutamente sugeridor de las comedias y teleseries anglosajonas de larga tradición—, partimos de una entrevista de trabajo y de unas setas alucinógenas que el entrevistado traga sin muchas contemplaciones, como si tal ofrecimiento fuera casi lo que necesitaba. A partir de ahí, el discurrir enteógeno, inspirado, no por un dios, si no por su padre fallecido, lo lanza a una experiencia que parte de la insignificante grabación de un vídeo en el que él mismo sale durmiendo para, bastante después, terminar en Kenia, tras haber luchado con su némesis, un empresario sin demasiados escrúpulos. En pleno ascenso onírico, los símbolos se suceden, ocultos, en la concatenación de situaciones cómicas y extrañas, trufadas de tópicos de nuestra modernidad como el ecologismo, la defensa de los animales, la transgresión de nuestra intimidad, los miedos a la vida adulta y el turismo de advenedizos. Entre la simbología más evidente, un elefante rosa, el Ganesha hindú, cuerpo de hombre, cabeza de paquidermo, ahuyentador de obstáculos. Sigue leyendo