Así hablábamos

La tristura se acoge a la influencia de Carmen Martín Gaite para elaborar un espectáculo banal en el Teatro Valle-Inclán

Así hablábamos - Foto de Luz Soria
Foto de Luz Soria

Tomemos esta función como un segundo episodio de aquel éxito llamado Future Lovers. Si en aquella propuesta la espontaneidad de los jóvenes era apreciable y magnífica, repleta de romanticismo, esta que aquí nos encetan es de una vaguedad, una ñoñería y una insignificancia que ya hay que rechazar de plano. Porque los componentes de La tristura ya nos han dado suficientes muestras de este entontecimiento. Véase, por ejemplo, la obra que Celso Giménez presentó en solitario la temporada anterior: Las niñas zombi. Pero qué decir, por otra parte, de la película de Itsaso Arana, Las chicas están bien, que es otra deambulación, en la línea de lo que hace su colega Jonás Trueba. Que ocurra algo sustancial es puro azar. Lo terrible es que se acoten perspectivas espaciotemporales que no nos competen, que no nos impelen, que no nos provocan; puesto que dejar pasar la vida por delante de la cámara o por delante de unos espectadores en una sala teatral no aporta gran cosa si el artista no aplica su ingenio. Por su lado, Violeta Gil, con su novela Llego con tres heridas, sale mejor parada, desde mi punto de vista, aunque nos tengamos que tragar demasiadas páginas de semblanza autoficcional.

Espero que ningún espectador caiga en el señuelo «a partir del universo de Carmen Martín Gaite», porque se sentirá estafado (en Carmiña, de Noelia Adánez, ya se dio cuenta de su biografía). Se oye la voz de la novelista como una mater bondadosa manipulada con una IA que acoge a esas almas circunspectas; pero podrían resonar, perfectamente, las directrices de Chenoa en la Academia de Operación Triunfo. Ya saben que ser moderno es un must; a pesar de ello, el packaging es lo fundamental. Sala grande del CDN con gradas a doble banda y pasarela central es vanguardia; sin embargo, apuntarse a la trituradora de la industria musical es bazofia capitalista. De acuerdo, no obstante, escucho las conversaciones de aquellos y de estas (aquí se habla en femenino. Insisto, modernidad) y mutatis mutandis. Es más, el tema que aquí suena, «Tranquilidad», cantado y compuesto por Ede, es un reclamo de una generación ansiosa, timorata y quejosa, y que me sirve, además, en contenido y emotividad, como revival de aquel «A tu lado me siento seguro». Pobres criaturas estas que pululan al son de La tristura.

La mejor metáfora es la pecera de grabación, un habitáculo insonorizado que ahuyenta cualquier intromisión del exterior. Un espacio de protección que propende en la debilidad y que les evita comunicarse directamente con el mundo. Y, como ocurre con deficitaria insistencia, asistimos a la trivialidad del propio devenir. Resumamos que, pasados cuarenta minutos de función (la mitad), no ha ocurrido absolutamente nada. No podría referirme a ningún hecho concreto más que a la divagación entre dos de las intérpretes, que se afanan en la creación de un nuevo tema. Uno intenta descubrir ese imaginario de Martín Gaite; pero, paradójicamente, observa más la influencia del objetivismo del que fuera su marido Sánchez Ferlosio, como si esto fuera El Jarama (aquí la muerta viene al principio, no al final). ¿Es bastante con utilizar los nombres de las novelas de la autora salmantina? Bautizar al grupo Nubosidad variable o elaborar un remedo performativo sobre La reina de las nieves o sobreimpresionar aquello de Lo raro es vivir como un emblema (que no se exprime) o recurrir al nombre de Sofía para llamar a esa componente de la banda que fallece en los embates iniciales y que trastoca sus vidas (nada nos hace pensar en la hija de la escritora), no me parece ni mucho menos suficiente.  Un acontecimiento de tal calibre solo da para escuchar diálogos banales. Me quedo, en todo caso, con la escena en la que Marcos Úbeda tiene un momento de ensoñación y charla con una intimidad y con una indagación imaginaria muy satisfactoria con esa pobre muchacha, desaparecida antes de tiempo, y que resultaba ser quien poseía el alma artística del grupo. Su hermano, interpretado por Gonzalo Herrero, muestra con hieratismo su pesadumbre. Los demás se aúnan en el jolgorio, en la fiesta, en la evasión de su música. La despolitización es máxima. Cualquier problemática actual que permee en ese estudio es mínima. Las diatribas morales sobre el fundamento de lo que hacen están ausentes. Y los pensamientos estéticos se reducen a elementos un tanto técnicos. Cantan, corren, vuelven a cantar, se pasean.

Desde luego, si acudimos a La búsqueda de interlocutor, la recopilación de ensayos completos de la autora, y que parece ser la referencia más inequívoca de este montaje, no faltan frases que demuestran el carácter y la enjundia de Martín Gaite. Fijémonos cómo la siguiente frase va contra la estética aquí propuesta: «No es recordar, sino seleccionar los recuerdos de una determinada manera, lo que convierte al protagonista de cualquier situación, cuya mera repetición fotográfica no le puede contentar, en narrador (o sea sujeto y artífice) de ella». Díganme dónde hallamos algo similar en lo que escuchamos.

En un planeta donde todo se graba, se nos quiere vender que cualquier azarosa coordenada es digna de saltar al cine o al teatro. Es más, pruébenlo ustedes en su casa en cualquier cena familiar, ya verán qué fascinante. Denle al play de su móvil y a disfrutar. Su anterior trabajo, Renacimiento, ya fue para olvidar. Ahora esto. ¡Qué significativo es el eslogan del Centro Dramático Nacional!: «¿hay algo más sexi que una buena conversación?». ¿Debemos seguir manteniendo en el pedestal a esta compañía? ¿Hasta cuándo debemos continuar con tanta pijería?

Así hablábamos

Creación: La tristura

A partir del Universo de Carmen Martín Gaite

Dramaturgia y dirección: Itsaso Arana, Violeta Gil y Celso Giménez (La tristura)

Reparto: Anaïs Doménech, Ede, Teresa Garzón Barla, Gonzalo Herrero, Fernando Jariego, Belén Martí Lluch, Eva Mir y Marcos Úbeda

Voz de Sofía: Itsaso Arana

Voz de Carmen Martín Gaite: Archivo e Inteligencia Artificial

Escenografía y vestuario: Marcos Morau y La tristura

Iluminación: Juan Gómez-Cornejo

Música: Rebeca Praga, Ede y Marcos Nadie con la colaboración de los intérpretes

Espacio sonoro: Pablo Gisbert y Uriel Ireland

Coreografía: Belén Martí Lluch

Ayudante de dirección: Alicia Calôt

Ayudante de escenografía: David Pascual y Roberto Baldinelli

Ayudante de iluminación: Sergio Torres

Ayudante de vestuario: Iván Mozetich

Realización de escenografía: Taller de escenografía Óscar Hernández (OU)

Realización de capa: Iñaki Cobos

Realización de telones: Isabel López

Realización de cartel de cine: Rótulos SG

Proyecciones: Iván Mozetich

Fotografía: Luz Soria

Tráiler: Bárbara Sánchez Palomero

Diseño de cartel: Equipo Sopa

Editorial Carmen Martín Gaite: Ediciones Siruela

Producción: Centro Dramático Nacional

Con la colaboración de La Moissie Creative Residency

Teatro Valle-Inclán (Madrid)

Hasta el 24 de marzo del 2024

Calificación:

Puedes apoyar el proyecto de Kritilo.com en:

donar-con-paypal
Patreon - Logo

5 comentarios en “Así hablábamos

  1. Desde el CDN te encargan que trabajes «sobre una autora relevante del siglo XX español». Puedes escoger a muchísimas escritoras con talento, con biografías alucinantes para inspirarte, textos que montar o sobre los que trabajar… Pero tú eres tan guay, tan cool, que no puedes rebajarte a aceptar la propuesta y renunciar a tu condición de GENIO CREADOR, así que te lo pasas por el forro, le colocas «A partir del universo de Carmen Martín Gaite» —que es como no decir nada—, seleccionas una cita casi al azar sin demasiada sustancia, te inventas un grupo musical con el nombre de una de sus novelas, y zas: resuelto. El bochorno es que el CDN haya permitido que se lo cuelen.

    Me gusta

Replica a Ana Cancelar la respuesta

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.