En mitad de tanto fuego

Alberto Conejero le ha construido a su Patroclo un discurso repleto de pacifismo y pulsión erótica, que Rubén de Eguía interpreta con fulgor inapelable

En mitad de tanto fuego - Foto de David Ruano
Foto de David Ruano

Puede que este sea el mejor texto que ha escrito Alberto Conejero (vuelve a Troya, como hizo en Troyanas), que lo conecta de nuevo con La piedra oscura, en delicadeza e, incluso, en temática; aunque lo separen milenios. Encontramos precisión poética, sin barroquismos innecesarios, con la meticulosidad en los detalles y hasta la elegancia en las escabrosidades sexuales del homoerotismo, que tanto parecen consternar todavía a algunos escuchantes. Resuena la relación pertinente con víctimas de nuestra época contemporánea. Podemos imaginarnos cómo se han reavivado los enfrentamientos en aquella zona, en esas trincheras próximas a Ilión, como en Galípoli durante la Gran Guerra.

La elección de Rubén de Eguía me parece absolutamente idónea. El actor lleva una carrera teatral magnífica, y pienso que debería tener un reconocimiento mayor si cabe. Se ha movido entre la comedia y el drama con una soltura incuestionable. El paladeo de las palabras. Las pausas cargadas de asombro. O la respiración (y la transpiración) evocan todo tipo de vivencias trascendentales. La cadencia que se imprime al montaje alcanza una hermosa fluidez, con esa acentuación tan medida y armónica que uno se adentra con facilidad y empatía.

Aquí, en definitiva, lo que se aúna es un buen hacer general: texto, actuación y dirección. Xavier Albertí está desarrollando una serie de espectáculos determinados por la sencillez, la narratividad y la miniatura, una concatenación de «primeros planos» teatrales. Los vasos comunicantes de tal dramaturgia nos conectan con La Abadía, donde se representa El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar, de Josep Maria Miró (autor de El principio de Arquímedes, que protagonizó De Eguía) con Albertí a la cabeza. Súmenle que en el estreno se ocultaba en las butacas Pedro Casablanc, protagonista de la exitosa Don Ramón María del Valle-Inclán, también dirigida por nuestro director en línea similar, pero con más humor.

Es evidente que la concreción es máxima. Solamente le pongo un par de pegas nimias. Por un lado, el atuendo me parece excesivamente casual. No tengo claro qué otra alternativa sería más sugerente; no obstante, vestir vaqueros y camiseta creo que es de una naturalidad simplona. Después, en ciertos fragores y fulgores el movimiento se queda un tanto escueto. Aspectos menores que permanecen soterrados ante la hipnosis que nos genera. Porque todo es tan sutil que uno se descubre en cada gesto, en cada parpadeo lumínico que el dramaturgista y Toni Ubach han ideado. Puesto que Patroclo nos invita con su palma de la mano en forma de ofrenda a participar en su relato. De cómo se imbuye en el estrépito de esa guerra interminable en Troya con el influjo del gran héroe Aquiles y su cólera.

El aliento se entrecorta con expresiones apostilladas en un discurso repleto de pacifismo y angustia, cuando se ve impelido a matar griegos con la coraza de su amado. La retahíla de cadáveres a su paso se acompaña de sus nombres, que subsisten un mínimo instante en nuestra memoria; sin embargo, han sido pronunciados para que jamás caigan en el olvido. Todo, aunque lo tengamos casi durante toda la función clavado al suelo, mirándonos a unos pocos metros, se balancea entre su escarceo amoroso y sexual y pasional a la sombra del extraordinario sabio, el centauro Quirón, y esa reflexión sobre el absurdo de esos guerreros matándose unos a otros para que el engreído Menelao recupere su honor. Qué importa «recuperar» a Helena, quien se marchó con Paris voluntariamente, si deben fallecer tantos luchadores entre tanta penuria.

En conclusión, la mirada del protagonista es la propia de alguien que vive henchido por un enérgico romanticismo. Su razón se trastoca ante ese semidiós que lo subyuga. Ciertamente, este hijo de Menecio es más débil; a pesar de ello, en esta transmisión de su intimidad, de su conciencia, se halla al pupilo avanzado y al partenaire dispuesto al placer de igual a igual. En el fondo se aspira a esa vida eterna en el locus amoenus; de los dos amantes perdidos en una arcadia mientras se deleitan mutuamente. Por desgracia, motivos superiores a sus fuerzas se les imponen.

En poco más de una hora comprenderemos y sentiremos aquello tan avieso que es la humanidad con toda su destrucción, desde luego; pero también con la imperiosa necesidad de ser amado.

En mitad de tanto fuego

Autoría: Alberto Conejero

Dirección: Xavier Albertí

Interpretación: Rubén de Eguía

Diseño de iluminación: Xavier Albertí y Toni Ubach

Ayudante de dirección: Adrián Novella

Jefe técnico: Toni Ubach

Producción ejecutiva: Miramedia Universe SL

Coordinación de producción: Elena Martínez y Roser Soler

Producción: Miramedia Universe SL y Grec Festival de Barcelona

Colaboradores: Teatros del Canal, Sala Beckett y Ministerio de Cultura y Deporte

Imagen gráfica: María la Cartelera

Reportaje fotográfico: David Ruano

Vídeo: Albert Miret

Montaje: Miramedia Universe SL

Distribución: Fran Ávila, Roser Soler y ElenaArtesEscénicas

Teatros del Canal (Madrid)

Hasta el 4 de febrero de 2024

Calificación: ♦♦♦♦

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2 comentarios en “En mitad de tanto fuego

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