La criada de Bernarda Alba, interpretada por Lolita Flores, nos da cuenta de lo acontecido en esa casa después de la muerte de Adela. El director y dramaturgo Luis Luque nos ofrece un montaje excesivamente embellecido

¿Cuál es la razón que ha podido encontrar el autor para indagar en este personaje secundario? No hace mucho tuvimos en escena Bernarda y Poncia, interpretadas magníficamente por Pilar Ávila y Pilar Civera, con elucubraciones de muy distinto cariz, en una ambientación contraria a lo que observamos aquí. Pues Luis Luque pareciera que no ha querido darle vuelo a su protagonista, que no se ha permitido fabular suficientemente para otorgarle alguna esperanza tras la hecatombe. Tampoco en el recuerdo hallamos mucha sustancia, apenas si su madre fue prostituta o si aprendió a leer y a escribir, o si en alguna ocasión había zurrado al simplón de su marido Evaristo el Colorín (risas en la platea. Sin comentarios).
No diré que no se dan momentos de engarce pasional; principalmente en los embates iniciales, cuando recrea el suicidio de Adela, rememorando ese «silencio, silencio, silencio», que tanto resuena en la última página de la obra lorquiana. O, también, cuando se elabora un fugaz diálogo con Bernarda. Ahí Lolita Flores me resulta más retadora, más telúrica, conmocionada por ese cuerpo que se balancea lívido (y «virgen»). La actriz funciona en la vehemencia controlada, en esos brotes de furia y en esa hondura que demuestra en el recogimiento; no obstante, luego, esa energía se posa en exceso, al ponerse más reflexiva o, incluso, si desliza algún guiño humorístico. En cualquier caso, ella aplica toda su apostura para engrandecer un texto sin suficiente enjundia dramática, sin trama, que circunda y reverbera la obra original demasiado. Además, está entorpecido por una sucesión insoportable de fundidos en negro.
De todas formas, la semblanza se impone entre hechos consabidos, reflexiones vagas y sus pensamientos sobre aquellas jóvenes encerradas. Reiterando aspectos que todos conocemos, como que Angustias físicamente no estaba preparada para dar a luz o las maldades y envidias de unas y otras, sobre todo de Martirio. Se ha buscado la poesía; aunque no se construye el soliloquio con la carga simbólica que Lorca había propiciado para abigarrar una cosmovisión. Aquí, cuando se quiere recalcar el emblema de nuestros tiempos («el peor castigo es nacer mujer»), no se ha elaborado una contextualización que nos haga elucubrar sobre una perspectiva diferente en esa misma cultura tan retrógrada; es decir, una búsqueda de la libertad que supere esos límites tan acerbos.
La tendencia del director, quien ya tuvo en sus manos a la actriz en Fedra, a rodearse de un equipo que estetiza altamente sus espectáculos (véanse Las criadas o Marat-Sade), destinándolos al minimalismo, como vemos aquí con las múltiples gasas que ha colgado Monica Boromello, o en el trabajo lumínico con toda esa potencia tan cegadora, a veces, de Paco Ariza, provoca, en esta función, el distanciamiento con una señora que debe estar apegada a la tierra y a las tradiciones. Por mucho que se anhele una rebeldía, no deja de ser una criada en un mundo rural dominado por costumbres que ofrecen poco margen de maniobra. Si, además, Lolita, se nos muestra con ese vigor y sin canas, me parece que es salirse bastante de lo verosímil, si hemos de pensar en una sirvienta para un Drama de los pueblos de España.
El empeño en ofrecernos tantos montajes asépticos, que no manchen, que no huelan, para esta sociedad nuestra, tan higiénica y separada de la muerte, no deja de ser una postura acomodada, muy apartada de esa agitación que tanto llegó a propugnar Federico García Lorca en algunos de sus textos más célebres (como sermonea en el prólogo de Comedia sin título). Esta Poncia se embellece y se ilumina como un ser renacido y sentencioso que, en algunos detalles, me seduce; pero que no me llego a creer plenamente.
Texto y dirección: Luis Luque (A partir de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca)
Con: Lolita Flores
Diseño de espacio escénico: Monica Boromello
Diseño de iluminación: Paco Ariza
Diseño de vestuario: Almudena Rodríguez
Música original: Luis Miguel Cobo
Residente de ayudantía de dirección Teatro Español: Mariana Kmaid Levy
Una coproducción de Pentación y Teatro Español
Teatro Español (Madrid)
Hasta el 3 de diciembre de 2023
Calificación: ♦♦
Texto publicado originalmente en La Lectura de El Mundo