Praga, 1941

La Joven presenta su primer monólogo, una adaptación de los diarios de Petr Ginz, un talentoso muchacho de catorce años que vivió en la Praga ocupada por los nazis

Praga 1941 Escena 1 Raúl Pulido (Foto-Ilde Sandrin)
Foto de Ilde Sandrin

Cuando hablamos de una «masa» ingente de muertos, un amasijo infame, uno se abruma y se siente impotente para discriminar entre cada una de las individualidades. Conocer alguna historia concreta y particular, aunque sea nimia, nos sirve para acentuar mucho más lo terrible de la hecatombe. Y sí, estamos ya bastante acostumbrados a contemplar obras sobre el nazismo; pero también es cierto que no paran de angustiarnos, porque comprendemos que no es imposible que algo así vuelva a ocurrir. Hace unos meses, en las Naves del Matadero, se representó Un hombre de paso, donde se relataba —como ya había desarrollado Juan Mayorga en su obra Himmelweg— aquella farsa de los nazis en el campo de concentración de Terezín (Theresienstadt), cuando embellecieron el lugar y le dieron un aire de normalidad que convenció a la Cruz Roja en una de sus visitas. Ahora nos situamos, para llegar al mismo lugar, al mismo horror, desde la perspectiva de un adolescente llamado Petr Ginz. Digamos, para empezar, que Paco Gámez, quien vuelve a colaborar con La Joven, como ya hizo en Eneida, ha estado muy acertado al traernos a escena no solo los pequeños diarios de aquel talentoso muchacho, sino la anécdota que los descubrió. Puesto que nos tenemos que ir al 1 de febrero de 2003, cuando el astronauta Illan Ramon desapareció en el momento que el transbordador Columbia se desintegró en la reentrada a La Tierra. Llevaba consigo un dibujo muy peculiar y paradigmático realizado por Petr Ginz, una visión de nuestro planeta desde la Luna, y que se había conservado hasta entonces en el Museo Yad Vashen de Jerusalén. Por otro lado, la catástrofe llegó a oídos de los dueños actuales de la casa en Praga donde había vivido la familia de este dibujante y aspirante a escritor. En una caja abandonada se guardaban los dos breves diarios que escribió entre 1941 y 1942, justo antes de que fuera deportado a Terezín. Esta cadena de hechos se conjuga de manera elocuente sobre el escenario giratorio que Ikerne Giménez ha situado con gran visión. El mundo imaginario del chico que halla esos escritos en la actualidad y que se pone a leerlos, y que se metamorfosea delante de nosotros para llegar a ser Petr Ginz. Por lo tanto, el prólogo, en esa incursión cosmonáutica que nos introduce en el relato y, después, la transición hacia un destino que tendremos que asumir; porque de lo ocurrido en Terezín, tenemos noticias por su hermana, la cual llegó a los dos años, poco antes de que a él lo enviaran a Auschwitz donde fue gaseado junto a otros miles, nos conectan con aquella atmósfera. Ha sido la hermana, por aquellas Eva Ginz, luego, una vez casada, Chava Pressburger, quien se ha responsabilizado de preparar los diarios para su publicación incluyendo información adicional y toda una serie de documentos, con fotos de algunos de los dibujos de su hermano (en España la editorial Acantilado fue la encargada de su edición, ahora descatalogada).

Insisto en que es una gran idea y la estética del montaje me parece tan concisa como atractiva en su sencillez, con todas esas casas en miniatura que se van situando sobre el círculo para representar algunos de los lugares que visitaba Petr, ya fuera la estación o el barrio de Troja por donde solía pasear muy a menudo. Luego, Raúl Pulido (se va intercambiando en las funciones con su compañero Fernando Sainz de la Maza) vuelve a hacer un trabajo magnífico en su expresividad. Ya demostró su energía y su desparpajo hace unos meses en Para acabar con Eddy Bellegueule, y ahora se esfuerza por aproximarnos a dos chicos bien distintos —está claro que no da la edad de catorce años de Ginz; pero aquí se establece un juego de ensoñación—.

Aunque la obra es breve, sí que tiene unos cuantos instantes en los que se refleja lo anodino del propio diario; reconozcamos que no es muy atractivo —si uno lee los textos— que muchos días apenas cuente: «Por la mañana deberes, por la tarde de paseo», o algo así. Nosotros observamos cómo lentamente aquellos judíos van perdiendo todos sus derechos: «En realidad pasan muchas cosas, pero no se notan. Lo que resulta ahora totalmente corriente, hubiera sido motivo de escándalo en una época normal. Los judíos, por ejemplo, no pueden comprar fruta, gansos y aves en general, queso, cebolla, ajo y muchas otras cosas. No les dan cartillas de racionamiento de tabaco a los presos, a los locos y a los judíos. No pueden viajar en el vagón delantero de los tranvías, en los autobuses y en los trolebuses, no pueden pasear por la orilla del río, etc., etc.» Esto es lo que representa mejor la función, esa sensación de que todo ocurre poco a poco, suavemente, con una fluidez y un dinamismo imparable en los giros, con cierta aquiescencia por parte de la comunidad hebrea, mientras les esquilman sus propiedades más básicas y los van citando para su deportación. Lo espantoso es que nosotros escuchamos este acontecer de los días siendo conscientes de cuál va a ser su final, mientras ellos parecen tener la esperanza de que a pesar de las circunstancias en el algún momento terminará la guerra.

No sé si los espectadores a los que va destinado el espectáculo primordialmente, es decir, bachilleres, penetrarán lo suficiente en la trascendencia de la historia, en sus consecuencias, en todo lo que no se dice; aunque se haya dicho tantas veces. En cualquier caso, conocer a Petr Ginz es aproximarse a la vida de tantos jóvenes como ellos que se vieron situados en alguno de los dos bandos sin desearlo: los arios, comportándose como cafres, y los judíos portando la estrella de David reconvertidos en infrahumanos.

Praga, 1941

(Jóvenes rubios no paran de gritar frente a mi casa)

Dirección: José Luis Arellano García

Texto: Paco Gámez

Actores: Raúl Pulido, con Fernando Sainz de la Maza en algunas sesiones.

Escenografía y vestuario: Ikerne Giménez

Iluminación: Paloma Parra

Música original: Alberto Granados

Videoescena: Elvira Ruiz Zurita

Ayudantía de escenografía y vestuario: Lua Quiroga Paúl

Dirección de producción: Olga Reguilón Aguado

Una producción de Acción Sur S.L

Con la colaboración de Comunidad de Madrid, Ayuntamiento de Getafe, Fundación Teatro Joven, Fundación Daniel y Nina Carasso y Czech Tourism.

Agradecimientos: Teatro de la Abadía y Centro Checo de Madrid.

Teatro Fernán Gómez (Madrid)

Hasta el 22 de mayo de 2022

Calificación: ♦♦♦

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