Ser o no ser

La película de Ernest Lubitsch, estrenada en 1942, salta al Teatro La Latina para lanzarnos una farsa contra la invasión nazi. El actual contexto bélico en Ucrania nos hace observarla desde otra perspectiva

Ser o no ser - Foto de Sergio Parra
Foto de Sergio Parra

Todo un atrevimiento es llevar a la escena una obra tan célebre como esta de Ernest Lubitsch. Principalmente porque el film logra establecer una fina línea entre la alta comedia, el vodevil, el metateatro, la sátira política (en aquel 1942, a muchos críticos no les pareció oportuna esta comedia) y esa mascarada general que debe propiciar el descubrimiento de verdades tan incómodas como absurdas. Con todo ello, Juan Echanove ha considerado que podría lograr un montaje satisfactorio y, en gran medida, lo ha logrado; a pesar del ritmo. Puesto que la función, tanto en el preámbulo como en el último acto, después de un brevísimo descanso algo molesto debido a cuestiones técnicas, se hace lenta. Esto lo percibimos en las múltiples idas y venidas, entre el cuartel de la Gestapo y el teatro de los Tura. Lo que implica cambios de espacio que se suceden en el desenlace que, si bien resultan graciosos, se resisten a una conclusión menos cargante. Además, se fuerza el colofón de una manera excesivamente puntillista y que viene reforzada por la propia repetición del famoso monólogo shakesperiano. Por lo tanto, se echa en falta en la versión de Bernardo Sánchez una mayor concisión. No puede ser que la obra de teatro dure casi media hora más que la película, por mucho que sean lenguajes distintos. Seguramente, haya sobredimensionado un espectáculo para el que no se cuenta con una producción suficiente. En cualquier caso, continúa siendo atrayente ese paralelo farsesco entre la teatralización del nazismo (con toda esa amalgama de saludos esperpénticos y su simbología totalitaria) y el oficio de unos cómicos polacos llevando esa nueva estética a la ficción.

Ciertamente, el propio argumento es un embrollo que se sustenta gracias al buen hacer del elenco. Me ha parecido magnífica Lucía Quintana, como señora Tura, pues la actriz domina la comicidad irónica y algo exagerada. Ella, con su oculto affaire con un piloto que acude a verla a diario a la representación de Hamlet, imprime una idónea cadencia para los engaños, que luego, según avanza la pieza, se va desvaneciendo. Por su parte, Echanove, quien comienza algo forzado en su voz, se engrandece para echarse la propuesta encima y ganarse al público llevando su personaje, el director y actor Josef Tura, hasta el endiosamiento. Los demás se inmiscuyen en múltiples papeles para favorecer cambios de tono y de perspectiva interminables. Desde Ángel Burgos que ofrece su chispa, a David Pinilla, muy consistente como profesor Siletsky, pasando por la seriedad de Gabriel Garbisu, la caricatura hitleriana de Eugenio Villota o las muestras de buen hacer de Nicolás Illoro, como el amante, Sobinski.

Ana Garay ha dispuesto una escenografía sencilla, con pocos elementos, para que las transiciones puedan llevarse con algo de agilidad. La gran pantalla nos ilustra diferentes momentos de aire documental, que ha preparado Bruno Praena, y que remarcan la humorada al estilo del cine mudo.

En cualquier caso, a pesar de algunas fallas de ritmo, es un espectáculo que se disfruta y que expele inteligencia. El mundo teatral, en su permanente reinvención, toma el nazismo como otra fábula más de la que apropiarse. Paradójicamente, los disfraces que ellos tan bien dominan, les permiten situarse en el ser y en el no ser shakesperiano para salvarse. Es el ingenio de quienes emplean su peculiar humor, para criticar la sobreactuación y la ridiculez gestual del nazismo antes de que se descubriera el horror del Holocausto. Por eso merece la pena asistir a un montaje así; porque debajo de ese juego de equívocos se fragua una mirada vitalista y esperanzadora. Y, evidentemente, los espectadores podemos tomar este acontecimiento en clave política respecto de nuestra penosa actualidad bélica.

Ser o no ser

Director: Juan Echanove

Adaptación teatral: Nick Whiby

Versión: Bernardo Sánchez Salas

Reparto: Juan Echanove, Lucía Quintana, Ángel Burgos, Gabriel Garbisu, David Pinilla, Eugenio Villota y Nicolás Illoro

Ayudante de dirección: Gabriel Garbisu

Diseño de escena y vestuario: Ana Garay

Diseño de iluminación: Carlos Torrijos

Diseño de videoescena: Bruno Praena

Técnico de sonido y vídeo: Natalia Moreno

Producción y regiduría: Carmen Macua

Jefe técnico: José Gallego

Maquinista: Ignacio Giménez

Ayudante de escenografía: Isi Ponce

Vestuario: Peris Costumes

Ayudante de vestuario: Ana Belén Cortés y Marco Hernández

Coordinador de taller y decorados: Óscar Camin (Mambo Decorados)

Maquillaje y peluquería: Chema Noci

Música: Jose Recacha

Producción ejecutiva: Jose Velasco, Natalio Grueso y Roberto Álvarez

Producción: Triana Cortés

Distribución/Prensa: María Álvarez

Directora de comunicación: Cristina Fernández

Jefe de prensa: Ángel Galán (La Cultura a Escena)

Comunicación online: María Elosúa

Diseño gráfico: Melania Ibeas

Fotografía: Sergio Parra

Una producción de José Velasco basada en la comedia de Ernst Lubitsch para 20th Century Fox, con guion original de Edwin Justus Meyer y Melchoir Lengyel

Teatro de La Latina (Madrid)

Hasta el 26 de junio de 2022

Calificación: ♦♦♦

Texto publicado originalmente en La Lectura de El Mundo

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