El libro de Sicilia

Pablo Fidalgo plantea un lírico teatro-documento para llevarnos a la destrucción y renacimiento de Gibellina

El libro de Sicilia - Foto de Luz SoriaLa sencillez se desenvuelve con una poética de la mirada interior, de la asunción de un tiempo y de una herida telúrica. Pablo Fidalgo acierta al concitarnos a una experiencia visualmente simple; pero con amplias reverberaciones de un símbolo que aúlla dolorosamente. Que sostengamos en nuestra retina el fulgor de la vitriólica lava que desgarra La Palma, contribuye a deambular imaginariamente por Sicilia como si camináramos por un Tártaro rugiente. Solo desde la aspereza desértica y de la insolencia del siroco adentrándose por cualquier rendija hasta colarse en la ruta de tu raciocinio, sirve para abrazar el viaje del dramaturgo. Escribir un libro, trazarlo con notas, con semblanzas, con pecios, con la retahíla de lo inapreciable, como un «libro de horas» o lo que se tercie. Se pretenden, quizás, fusionar demasiadas ideas que se esparcen líricamente en las distintas alocuciones —narraciones, a veces evocadoras, otras, sentenciosas—. Cuesta mucho hacerse cargo de lo político, de lo comunal, de lo familiar, de lo geoestratégico, de lo existencial o de lo ético simultáneamente. Creo que, aunque no contamos con personajes como tales, ficcionalizados, redondeados; sí que podemos concentrarnos en las dos partes tan tajantes que se muestran en escena para realizar una síntesis que nos evoque un estado vivencial de diferente calibre. Inicialmente, Lautaro Reyes manifiesta, de forma serena, el contenido de El libro de Sicilia, como si fuera uno más de la Biblia o la Ilíada. Resuena lo mítico: «están los nombres de todos aquellos que vivieron una vez pendientes del sol y de los dioses, y de los volcanes, y de los terremotos». La propia estética de desolación nos aleja de pensar en un «fiestero», en un «neohippie». Creemos, más bien, en el trasunto del dramaturgo, de Pablo Fidalgo, buscándose a sí mismo en un lugar tan próximo, como anclado en una era geológica antiquísima sustentada por capas de memoria y de aniquilación. Nos encontramos en el 10 de agosto de 2017, en Gibellina, un pueblo destruido por un terremoto el 15 de enero de 1968, donde murieron más de cien personas. Allí, el artista Alberto Burri ideó y construyó el Cretto, una obra de land art, un laberinto de cemento que cubría y daba cuenta del gravísimo acontecimiento. La cita es una rave; pero aquí se tiene el pudor o la elegancia de presentarla, no como un desenfreno; sino como la oportunidad de atravesar un trance íntimo donde Lautaro y Cecilia Arena se van a encontrar para celebrar un amor de verano. Por momentos, me recuerda a Future Lovers, aquel extraordinario espectáculo iniciático de La Tristura. Las voces en off son un recurso muy cinematográfico que permite la escucha con mayor atención, mientras se produce el cortejo con el baile que propicia «Hypnocurrency» —ciertamente envolvente— de Rezz en colaboración con deadmau5, y que nos pincha en directo F.M. Fortuna (es decir, Flavio Ceci, quien luego interpretará varias canciones que inciden en el romanticismo). Él pisa más fuerte sobre las placas de cemento que recubren el tapiz de la Sala de la Princesa en el María Guerrero; ella elabora una coreografía dúctil, hermosa y giróvaga (los tatuajes de sus brazos y de sus piernas se proyectan como animales totémicos que se dirigen hacia el cosmos). Su aspiración es trascender el momento, congelarlo, extenderlo más allá de los doscientos bailarines que los rodean. Estas fiestas no pueden ser solo una forma de evasión, y el lugar es más que propicio. La liturgia se debe convertir en un acto de reconocimiento a los fallecidos. Antes de alcanzar la segunda parte, el segundo acto, las imágenes documentan —anotemos que no es una función de estilo verbatim al uso; porque hay una constante intervención lírica y ficcionadora de las emociones, que resulta muy sugerente— la catástrofe de aquel día del 68. Las casas tronchadas y los supervivientes alejándose de allí para aproximarse al cementerio. Nicolò Stabile tenía catorce meses y se salvó, como toda su familia. Y se convirtió en un productor teatral que viajó por toda Europa para después regresar a su tierra. Es la primera vez que actúa; pero su presencia y su manera de narrar nos indican que ahí tenemos a un tipo que expele verdad, que conlleva una presencia en su caminar y una seguridad inequívoca —quizás todo este montaje hubiera tenido más coherencia todavía si se hubiera representado en italiano, en lugar de forzar a los intérpretes a expresarse en un español que no es, lógicamente, totalmente claro—. Su historia posee un gran interés y él consigue transmitirnos su importancia. Revelarnos el sueño del alcalde Ludovico Corrao, quien fue el propulsor de llenar de arte Nuova Gibellina, de organizar el Festival Orestiadi; para después, a los 84, ser asesinado. Stabile no solo detalla experiencias; sino que nos ilustra sobre qué supone Sicilia para Europa antes y ahora, en ese Mediterráneo de migraciones angustiosas y fatídicas; aunque, como afirmaba arriba, las reverberaciones simbólicas que se quieren traer aquí exceden los asuntos principales y, además, no terminan de desarrollarse. Después de aquel éxito que supuso Habrás de ir a la guerra que empieza hoy, Pablo Fidalgo continúa con su particular modo de mirar el mundo y la vida. Es evidente que sus herramientas son básicas y esenciales; pero debemos reconocerle que la síntesis entre el documento, la historia, las vivencias y el lirismo resulta muy convincente.

 

El libro de Sicilia

Escrita y dirigida por Pablo Fidalgo

Dramaturgista: Lázaro Gabino Rodríguez

Reparto: Cecilia Arena, Lautaro Reyes y Nicolò Stabile

Escenografía, vestuario y vídeo: Cecilia Molano

Iluminación: Paloma Parra

Espacio sonoro y música: F.M. Fortuna

Fotografías en la pieza: Ángela Bonadies

Colaboración artística: Amalia Area

Ayudante de dirección: Matteo Binci

Ayudante de escenografía y vestuario: Almudena Bautista

Profesora de castellano: Nuria Heras

Traducción de vídeo: Lucía Martínez Pardo

Alumna en prácticas: Carla R. Cabané (UAM)

Fotografía: Luz Soria

Tráiler: Bárbara Sánchez Palomero

Diseño de cartel: Equipo SOPA

Producción: Centro Dramático Nacional

Colabora: Istituto Italiano di Cultura

Teatro María Guerrero (Madrid)

Hasta el 31 de octubre de 2021

Calificación: ♦♦♦♦

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