Quitamiedos

Iñaki Rikarte ha escrito un cuento ejemplar sobre el amor, protagonizado por una víctima de tráfico y su ángel

Sacar a escena a un ángel en estos tiempos tan seculares y con unos prejuicios más que asentados sobre esa figura celestial, es cuando menos una apuesta, a priori, anticuada. Porque los ángeles hace mucho que nos han abandonado y que nos remiten a una visión de la vida algo infantil. El catolicismo ha tenido siempre todo tipo de trucajes para que las fes no terminen de corromperse y la existencia terrenal; a pesar de que la inducción al temor de Dios y al tráfago por el valle de lágrimas, hayan propiciado suspicacias más que razonables. Uno es incapaz de obviar Que bello es vivir o a Michael Landon, porque el asunto no recoge pretensiones como las que aparecen en El cielo sobre Berlín, que todavía sería una veta con mayor enjundia. En cualquier caso, un ángel es un ser altamente connotado y deshacerse de los tópicos que conlleva es muy difícil. Este lastre se impone desde el inicio; ya que resulta necesario acomodarse al oficio de este custodio. Las reglas están marcadas y los límites a superar son muy estrictos. No obstante, vaya por delante que Quitamiedos es una obra amable, gustosa y hasta reconfortante, si nos fijamos en su tema esencial, el amor (romántico, claro) y algunos matices o interpretaciones en liza. Es decir, lo interesante es que tu ángel, como si fuera un doble, incluso, un doppelgänger, ha considerado que, en realidad, tu relación fallida, tu divorcio, no puede tener las justificaciones que tú, como ser viviente de carne y hueso, le estás poniendo. Esa disonancia es, desde luego, lo más persuasivo y, además, resulta más sugerente que sea desde una perspectiva masculina; pues en cuanto a las heridas del amor y sus acomodos mentales, suelen aparecer mayoritariamente las mujeres como víctimas. Sea como sea nos encontramos en la curva de una carretera, con su quitamiedos horadado por el coche en el que viajaba Carlos, un tipo que iba escuchando (You’re the) Devil in Disguise, de Elvis, letra que contiene algunas claves a tener en cuenta. Desde el instante que llega la muerte «oficial», comienza un proceso de enfriamiento absoluto, una cuenta atrás que sucede ante nuestros ojos; pero que debe acontecer en otra dimensión, en algún limbo destinado a tal trance. Luis Moreno «luce» su herida mortal en su cabeza pelada y pálida para encarnar al cadáver con un tono lastimero y patético totalmente creíble, taciturno y algo acomplejado ante las inquisitivas preguntas de su ángel. Expresa también la idea depresiva que puede sondear el suicidio, esa duda es en la que se centra su custodio para defenderse de su negligencia. ¿Cómo ha permitido que su protegido se haya matado? Jesús Barranco procede con generosidad, antes de ejecutar los protocolos burocráticos y sostener su réplica ante las acusaciones. El actor lleva su papel con una mezcla muy sensata de seriedad y avidez. Eso sí, ambos, de una forma bastante natural espolvorean la función con guiños humorísticos y chistes que, a pesar de ser negros, no hieren lo más mínimo. A pesar de las circunstancias, Iñaki Rikarte ha creado una comedia agridulce sin grandes ínfulas. Se apoya en esta fantasía, tan reconocida en nuestra tradición, para reflexionar sobre el amor y la propia vida, sobre su valor. Su dirección escénica consigue concentrar muy bien los puntos de interés, hasta llevarnos a algunos desvelamientos finales que pueden reconducir la sensación general de cordialidad. Al fin y al cabo, si va a llegar el olvido del propio encuentro, la angustia posible desaparece y cualquier cuita es inverosímil. Uno de los aspectos más destacados de esta propuesta es, sin duda, la escenografía de Ikerne Giménez (aparte del vestuario tan detallado). Pues ha dispuesto con hiperrealismo un pedazo de carretera convencional y su correspondiente quitamiedos. La manera en la que está repartido cada elemento nos adentra en la acción con gran atractivo. A ello contribuye completamente la iluminación de Javier Ruiz de Alegría, quien potencia lo tenebroso y, a la vez, ese tono macilento y cerúleo tan significativo de los finados. El paso de otros coches es un guiño, con sus pausas, que funciona excelentemente en esta narrativa que, también, tiende hacia el leve lirismo. En definitiva, Kulunka Teatro, después de Édith Piaf. Taxidermia de un gorrión, ha elaborado un espectáculo que se degusta con complacencia.

Quitamiedos

Texto y dirección: Iñaki Rikarte

Reparto: Jesús Barranco y Luis Moreno

Diseño de vestuario y escenografía: Ikerne Giménez

Diseño de iluminación: Javier Ruiz de Alegría

Coreografía: Marta Gómez

Ayudante de dirección: José Dault

Ayudante de vestuario y escenografía: Martin Barandiaran

Composición musical y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo

Producción: Kulunka Teatro

Fotografía: Aitor Matauco

Distribución: Proversus

Prensa: María Díaz

Teatro de La Abadía (Madrid)

Hasta el 14 de marzo de 2021

Calificación: ♦♦♦

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