Antonio C. Guijosa intenta «domar» la sanguinaria tragedia de William Shakespeare en los Teatros del Canal
Resulta imposible «sujetar» una tragedia tan desnortada como que esta que escribió William Shakespeare cuando era joven, muy influido por Marlowe. Acometer tamaño proyecto siempre será complicado; porque la exageración, casi terrorista, nos lleva por la pendiente. Y no parece que en la versión de Nando López se haya pretendido hacer nada más que algunos ajustes para aguantarse con lo que hay. Tampoco hallamos una gran intervención textual, y eso quizás hubiera resultado más interesante. En muchos aspectos, este montaje se queda entre dos aguas, y ese es un lastre con el que se carga toda función. Para empezar, los Teatros del Canal, evidentemente, no son el Teatro romano de Mérida; por lo que la escenografía de Juan Sebastián Domínguez es más funcional que sugerente; pues el espacio está un tanto desangelado alrededor de los versátiles cajones que sitúa en el espacio. No obstante, la iluminación de Carlos Cremades sí que incide con precisión en el tenebrismo lógico. Luego, si continuamos con los aspectos artísticos, nos podemos preguntar, una vez más, en qué consiste eso de las modernizaciones, o qué se consigue con ello. Es decir, el vestuario de Rafael Garrigós, por qué procede con ese pastiche de trajes de caballero, con unos abrigos hasta los pies, y, por otra parte, otras vestimentas que, de alguna manera, anhelan aproximarse a algo más «romano» o «godo». No le termino de encontrar ni el gusto, ni el sentido. El dramaturgo inglés se inventó esta historia, apoyándose en las tragedias de Séneca y, también, en El judío de Malta, de Marlowe y en La tragedia española, de Kyd. Se imaginó al general romano Tito Andrónico regresando a Roma, después de haber derrotado a una facción goda y trayéndose consigo a toda una reina Tamora. Desde ese momento, las intrigas por la sucesión al trono imperial sitúan a nuestro protagonista en una posición «incómoda» y, en disputas, que le sobrevienen de forma inesperada. José Vicente Moirón destaca en términos generales con una interpretación poderosa; aunque, una vez la locura se apodera de su ser, el personaje se deslavaza. Es cierto, que nos topamos con una serie de ambigüedades algo chocantes; pues el general triunfador conjuga el pronto sanguinario ―mata a un hijo casi de improviso―, con una pesadumbre rayana en el decaimiento. Eso sí, la firmeza con la que se expresa eleva el nivel interpretativo y logra sostener la endeble estructura del argumento. Ese ímpetu infravalora la actuación de los dos sucesores, tanto de Gabriel Moreno, la voz no le alcanza, en su Saturnino; como Jorge Machín, un tanto altivo, en su Basanio. Será el primero quien se quedé con los laureles y quien renuncie a casarse con Lavinia ―hija de Tito, y que encarna Lucía Fuengallego, en un inicio poco seguro, para luego mejorar mucho en el desarrollo de su carácter―, pues ella está enamorada del hermano menor. Así que el embrollo y la suspicacia está garantizada, cuando elige de sopetón a Tamora, en un extravagante resarcimiento de su honor. Carmen Mayordomo toma a la reina goda con su habitual desparpajo y poderío, para mostrarse maquiavélica en grado sumo. Una Lady Macbeth avant la lettre, que planeará una treta vengadora y sin igual. Para llevar a cabo sus tropelías, usará a sus hijos. José F. Ramos hace de Demetrio y Alberto Lucero, de Quirón, ambos funcionan como una unidad, y resultan algo estereotipados como matones y violadores (la pobre Lavinia será mancillada y perderá tanto la lengua como las manos). El número de muertes que se relatan y que se plasman delante de nuestros ojos es innumerable. Llega un punto en el que el ritmo de asesinatos es tan elevado, que da la risa, y uno espera ―ya puestos―, todo un ensañamiento. Porque matar con tanta facilidad es del todo patético; ya que se ejecutan sin miramientos y sin las consecuencias esperables. Diríamos que se acomete el asunto de una manera timorata desde el punto de vista de la adaptación. Si esto es el despiporre, que brote la sangre a chorros. Esto se observa en la dirección de Antonio C. Guijosa, quien ha realizado un buen trabajo; pero que anhela humanizar cada escena dentro de lo posible. Así veremos cómo las «víctimas» se recrean lentamente en el post mortem; para crear un instante de intimidad macabra. En la resolución rocambolesca del argumento, encontramos a un personaje que podría dar más juego. Aarón, el moro amante de Tamora, un Guillermo Serrano muy convincente en su proceder, debe viajar al extranjero para ayudar a la causa. Allí se encontrará con Lucio, uno de los hijos de Tito, quien está formando un ejército con los godos. Alberto Barahona acoge su papel con apostura y con cierta sensatez. Parece un comodín aquello de considerar esta obra como una farsa. Desde luego, los guiños humorísticos resultan un tanto ridículos (lo de ponerse la mascarilla para besarse, es amargante) o aquello de jugar con el desinfectante antes de sajar la mano del protagonista. Es una de las tragedias menos interesantes de Shakespeare; pero, al menos, el espectáculo que presenta Teatro del Noctámbulo posee algunos atractivos que causan interés en el público y que lo hacen disfrutable; aunque sea para saciar nuestras truculentas ansias inconscientes.
Autor: William Shakespeare
Versión: Nando López
Dirección: Antonio C. Guijosa
Reparto: José Vicente Moirón, Alberto Barahona, Carmen Mayordomo, Alberto Lucero, José F. Ramos, Quino Díez, Lucía Fuengallego, Gabriel Moreno, Jorge Machín y Guillermo Serrano
Composición musical: Antoni M. March
Diseño de vestuario: Rafael Garrigós
Diseño de iluminación: Carlos Cremades
Caracterización y maquillaje: Pepa Casado
Diseño de escenografía: Juan Sebastián Domínguez
Ambientación: Mikelo
Realización de vestuario: Luisi Penco y Laly Moreno
Realización de escenografía: PROES
Técnico de iluminación: Carlos Cremades / Márcia Conceição
Técnico de sonido: Antonio C. Guijosa / Javier Torres
Maquinista: Javier Torres
Dirección técnica en gira: Planta Baja Producciones
Creación teaser promocional: Manuel De
Fotografía: Diego J. Casillas / Vicente Sánchez /Jero Morales
Diseño web: Diego Pérez Aragüete
Diseño gráfico: Al Rodríguez
Entrenamiento físico: Diana Caro
Ayudante de maquillaje: Nina Moirón
Ayudantes de producción: Álvaro Tardío, Inma Montesinos, María Escribano
Distribución nacional: Mara Bonilla
Comunicación y prensa: María Díaz
Ayudante de dirección: Pedro Luis López Bellot
Producción ejecutiva: Isabel Montesinos
Una coproducción de 65 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Teatro del Noctámbulo
Teatros del Canal (Madrid)
Hasta el 31 de enero de 2021
Calificación: ♦♦♦
Puedes apoyar el proyecto de Kritilo.com en:
Un comentario en “Tito Andrónico”