Un montaje de teatro-documento que se embrolla en la aproximación a la terrible matanza de los abogados laboralistas en 1977
Resulta extraño que la denominada «matanza» de los abogados de Atocha (terribilísimo atentado) no haya tenido más atención por parte de los dramaturgos españoles, sobre todo teniendo en cuenta las repercusiones que tuvo (hay tantos temas de nuestra historia reciente que apenas han sido explotados que la abundancia de costumbrismo, a veces, cansa y ofende) y las ramificaciones políticas que se escondían en sus perpetradores. Desde este punto de vista, aunque un poco tarde, es loable que el caso dé para una obra teatral. No obstante, siento comunicarles que el desconocimiento de lo ocurrido en los últimos 50 años por parte de las últimas generaciones nos deja, en conjunto, como una sociedad auténticamente imbécil, con lo que, a algunos de los posibles espectadores, les pillará de nuevas. ¿Cuántas obras hay en Atocha: El revés de la luz? Demasiadas. Y si se quieren imbricar en tan solo 70 minutos, entonces nos subsumimos en lo inabarcable. Javier Durán ha escrito un texto a partir de las entrevistas y de las declaraciones del único superviviente que aún queda vivo: Alejandro Ruiz-Huerta. Teatro-documento para vertebrar una función caótica y sobredimensionada que, en cierta medida, tira por tierra el objetivo primordial. Porque la falta de claridad no logra que aquellos actos deleznables se expongan en su crudeza (máxime si se sustituye la brutalidad asesina de los disparos, por una fría descripción como si fuera el resumen de un policía desencantado). Puesto que, además, no se profundiza en las causas del hecho concreto en el momento preciso de aquel 24 de enero de 1977, como, por ejemplo, las vinculaciones con el neofascismo italiano a través de Gladio. Tampoco se especifica el caldeado ambiente de los meses previos, con atentados cometidos por grupos terroristas vinculados a la izquierda durante 1976 (a saber, los 18 asesinatos de ETA, tropelías de los GRAPO, etc.) y todo ese mejunje de extrema derecha con la Triple AAA o los Guerrilleros de Cristo Rey (lo que observamos en el escenario se acoge más a las ilegalidades macabras de la Brigada Político-Social, como al asesinato de Enrique Ruano, dentro del movimiento estudiantil). En definitiva, lo que pretende Durán es imposible, pues se quiere pasar por delante de nuestros ojos, además de la propia matanza, lo siguiente: intrahistoria política de los universitarios de los años sesenta y setenta, con todas sus siglas (desde los comunistas a los felipes), realizar una incursión metateatral que se acometa como un work in progress del protagonista sentado en el diván de las dudas, el feminismo actual a través de un personaje que se muestra con radicalidad, las apariciones estelares de Manuela Carmena y de Cristina Almeida (allí presente en el público), el triángulo amoroso entre Ruano, Lola González y Javier Sauquillo, el alegato de la canción protesta a partir de Luis Pastor… Y no sigo más. Háganse cargo. Saltos en el tiempo, entradas y salidas, narración para conducir el asunto, escenas minúsculas, nombres por doquier, fechas por aquí y por allá. Un exceso, se vea por donde se vea. Y entre todo lo que aparece, lo que se echa verdaderamente de menos es la aproximación vital y desarrollada de los cinco asesinados y los heridos. Otro aspecto que no parece encajar suficientemente es el papel que interpreta Nacho Laseca, metido, fundamentalmente, a narrador e interviniente como Ruiz-Huerta. El actor se expresa con un tono poco convincente, nervioso y con un texto excesivo que no encaja en la multitud de puntualizaciones. Su permanente presencia evita que muchas escenas (muchísimas) que deberían tener más vuelo y respirar, para que el espectador pudiera apreciar su hondura, no lo hacen. Sí que me parece que Frantxa Arraiza, a la que recordamos por su fantástica actuación en La lista, ofrece una interpretación enérgica y satisfactoria, ya sea encarnando a Almeida (abogada del caso) o en sus múltiples personajes. Otro tanto se puede afirmar de Fátima Baeza, cuando se mete en la piel de Manuela Carmena, esta, como ha contado en varias ocasiones, vivió el atentado desde un despacho próximo en la misma calle. Por su lado, Alfredo Noval despliega un buen hacer cuando encarna a Javier Sauquillo, se observa su apostura; mientras que, en otros papeles, como el de sicoanalista, no tiene líneas para redondear el carácter. Finalmente, Luis Heras destaca al hacer de Luis Javier Benavides, sobre todo al trasladarnos el espíritu de entrega solidaria del jienense. En cuanto a la escenografía que ha ideado Eva Ramón, debemos reconocer que los cajones que ocupan el tapiz cumplen con el mínimo exigido para que su versatilidad propicie la multitud de cambios. Creo sinceramente que este proyecto es una oportunidad perdida; porque conlleva buenas ideas, buena disposición por parte de todo el grupo; pero es tan ambiciosa que se pierde la claridad. No puede ser que, precisamente, algo que se quiere documentar y dilucidar, termine por ser un embrollo epocal.
Dramaturgia y dirección: Javier Durán
Colaboración especial: Alejandro Ruiz-Huerta
Elenco: Nacho Laseca, Fátima Baeza, Frantxa Arraiza, Alfredo Noval y Luis Heras
Producción: Javier Durán – I.N.K. Producciones
Ayudante de producción: Elvira Gutiérrez
Diseño de vestuario: Elda Noriega
Diseño de escenografía: Eva Ramón
Diseño de luces y espacio sonoro: Ángel Cantizani
Fotografía: Lucía Bailón
Diseño gráfico: EDO estudio
Comunicación: Lemon Press
Distribución: a+ Soluciones Culturales
Proyecto realizado con el apoyo del programa de ayudas a la creación y la movilidad del Ayuntamiento de Madrid.
Colaboran: Fundación Abogados de Atocha y Fundación Sindical Ateneo Primero de Mayo
Teatro del Barrio (Madrid)
Hasta el 24 de enero de 2021
Calificación: ♦♦
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2 comentarios en “Atocha: El revés de la luz”